El azul egipcio es el más antiguo pigmento artificial conocido.
El color azul ha sido a lo largo de la historia de la humanidad uno de los más cotizados, identificado por ello con la realeza y la divinidad, debido a la dificultad de su obtención.
Los pigmentos azules se emplearon desde tiempos muy antiguos, pero de manera más tardía que otros como el rojo, negro, marrón u ocre, más fáciles de conseguir en la naturaleza y usados ya en el arte paelolítico.
Pero el pigmento azul más cotizado provenía de minerales como el lapislázuli, escaso y raro, y por tanto muy costoso. Los mayores yacimientos de lapislázuli están situados en el Hindukush de Afganistán, donde todavía son explotados con procedimientos muy similares a los empleados hace más de 3.000 años.
Los egipcios importaban de aquellas minas grandes cantidades de lapislázuli para obtener la azurita, el polvo que proporcionaba el pigmento azul con que adornaban sus obras artísticas. Su precio era tan alto que incluso en tiempos medievales todavía cuadriplicaba el del oro.
Por eso hacia el 3000 a.C. buscaron la manera de fabricar su propio pigmento azul. Poco a poco fueron perfeccionando la técnica, que consistía en moler sílice, cal, cobre y una base alcalina, y calentarla a 800-900 grados centígrados de temperatura. El resultado obtenido está considerado como el primer pigmento sintético de la historia.
Los egipcios lo usaban para pintar madera, papiros y lienzos, colorear esmaltes, incrustaciones y vasijas. Pero especialmente en el ámbito funerario en máscaras, estatuillas y pinturas de las tumbas, ya que creían que el color azul protegía a los muertos del mal en la otra vida.
El ejemplo más antiguo conocido del pigmento data de hace unos 5000 años y fue encontrado en la pintura de una tumba del reinado de Ka-Sen, el último faraón de la Primera Dinastía. En el Nuevo Reino el Azul Egipcio se utilizó abundantemente como pigmento pudiendo encontrarse en estatuas, pinturas de tumbas y sarcófagos.
El color azul ha sido a lo largo de la historia de la humanidad uno de los más cotizados, identificado por ello con la realeza y la divinidad, debido a la dificultad de su obtención.
Los pigmentos azules se emplearon desde tiempos muy antiguos, pero de manera más tardía que otros como el rojo, negro, marrón u ocre, más fáciles de conseguir en la naturaleza y usados ya en el arte paelolítico.
Pero el pigmento azul más cotizado provenía de minerales como el lapislázuli, escaso y raro, y por tanto muy costoso. Los mayores yacimientos de lapislázuli están situados en el Hindukush de Afganistán, donde todavía son explotados con procedimientos muy similares a los empleados hace más de 3.000 años.
Los egipcios importaban de aquellas minas grandes cantidades de lapislázuli para obtener la azurita, el polvo que proporcionaba el pigmento azul con que adornaban sus obras artísticas. Su precio era tan alto que incluso en tiempos medievales todavía cuadriplicaba el del oro.
Por eso hacia el 3000 a.C. buscaron la manera de fabricar su propio pigmento azul. Poco a poco fueron perfeccionando la técnica, que consistía en moler sílice, cal, cobre y una base alcalina, y calentarla a 800-900 grados centígrados de temperatura. El resultado obtenido está considerado como el primer pigmento sintético de la historia.
Los egipcios lo usaban para pintar madera, papiros y lienzos, colorear esmaltes, incrustaciones y vasijas. Pero especialmente en el ámbito funerario en máscaras, estatuillas y pinturas de las tumbas, ya que creían que el color azul protegía a los muertos del mal en la otra vida.
El ejemplo más antiguo conocido del pigmento data de hace unos 5000 años y fue encontrado en la pintura de una tumba del reinado de Ka-Sen, el último faraón de la Primera Dinastía. En el Nuevo Reino el Azul Egipcio se utilizó abundantemente como pigmento pudiendo encontrarse en estatuas, pinturas de tumbas y sarcófagos.
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