Querida “mimisma”:
Hoy, reconozco que te debo algunas disculpas, por mi manera obstinada de ver y hacer las cosas, por los caminos largos, fríos y distantes elegidos como única opción cuando había otros. Por las noches en vela, sin sueño y sin iniciativa buscándole solución a una situación o simplemente tratando de curarme el alma. Por las traiciones y los engaños que me he hecho a mí misma en el amor, en la amistad y siendo solidaria. Por las lágrimas derramadas sin sentido, la entrega desmedida, los besos sin amor y los abrazos fingidos. Por las veces que me humillé ante quienes no me valoraron y estuve a punto de perder mi esencia y valía. Por las veces que corrí tras una falsa relación, de esas que solo transitan en una vía. Me debo una seria disculpa por mis años de soltería y mucho más por mi soledad, por las veces que las engañé y les fingí con amores ficticios a los que bajo mi propia voluntad me sometí, sin acatar mi intuición. Debo disculparme conmigo por haber permanecido al lado de algunas personas sin amarlos, simulando ser feliz, por costumbre, estabilidad o simplemente por llevarle la contraria al mundo. ¡Disculpame! Por las limitaciones, los pensamientos extraños, los sueños no cumplidos, los pocos agradecimientos, los amores no correspondidos y por mis confusiones entre querer y amar. Me debo tantas disculpas por los consejos ignorados, por los olvidos provocados, las puertas cerradas, las caricias inadvertidas, las decisiones apresuradas y las despedidas artificiales.
Me pido disculpas porque sentí compasión por seres humanos sin piedad, por el poco luto guardado, por las heridas abiertas sin cura; por las veces que recogí mi corazón y lo armé como cualquier rompecabezas, pieza a pieza. Discúlpame por el tiempo perdido, que nunca recuperaré, por violar los límites de los horarios de trabajo en proyectos ajenos y no en los míos, por el cansancio acumulado. Me disculpo por las renuncias sin pensarlo a personas y a puestos de trabajo a los que siempre aspiré y por los que tanto luché. Discúlpame por complacer a otros y no a mí, por las duras palabras pronunciadas, por mis malcriadezas y por confiar de manera desmedida, por las miradas escondidas, por el hambre inducida, las esperas, las sonrisas falsas, los demonios desatados, los fuegos no apagados y las payasadas momentáneas. ¡Perdón! Cuando me volví amargada, me enojé sin motivos, grité a todo pulmón, cuando el cansancio venció mis luchas.
Discúlpame por dejar de lado mis pasiones y lo que me deleita, por no dedicarme el tiempo que merezco, por las veces que mal presté mi hombro y por las veces que no encontré dónde apoyarme.
¡Perdón! Por todos y cada uno de esos instantes no reconocidos y desperdiciados.
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