Gaucho (1980) es el séptimo álbum de estudio del grupo estadounidense de jazz rock, Steely Dan. Ganó el Grammy del Best Non-Classical Engineered Recording de 1981. En 1980, alcanzó el puesto número 9 en la lista Billboard 200.
La estética pareja que danza en la portada adornada por tonos gris, azul y amarillo del álbum Gaucho de Steely Dan, está basada una escultura del artista argentino Israel Hoffmann (1876-1971), expuesta en un mural del barrio sureño de Boca en Buenos Aires y en cuya placa reza la inscripción “Guardia Vieja – Tango”.
Dicha imagen fue retratada por el fotógrafo suizo René Burri (“Che” Guevara con su puro ya había posado para él, años antes), que la incluyó en un libro documental suyo, llamado El Gaucho de 1968. La obra visual del propio Burri contenía un prólogo del legendario escritor argentino Jorge Luis Borges y los textos del interior estaban efectuados por el poeta de la misma nacionalidad José Luis Lanuza, expertos ambos en los vaqueros de su país. De ese modo, a través de otro fotógrafo, Ryan Null, en el año 1980, Suzanne Walsh, la diseñadora y Directora de Arte de los estudios neoyorquinos de M.C.A., la discográfica donde trabajaban Walter Becker y Donald Fagen, obtuvo la imagen de esta obra, retocada luego hacia una ilustración y con decidida intención de incluirla la misma Walsh en la portada del disco de Steely Dan.
Aunque es más partidario de la milonga, el propio Borges, introductor del volumen comentado, declaró en 1965, por ejemplo que: “Tango y gaucho son las dos palabras que identifican la patria argentina en cualquier parte del mundo”.
Efectivamente, en la Argentina de principios de siglo XX, se contaban muchas historias sobre varoniles gauchos tangueros, los cuales se desplazaban desde las inhóspitas llanuras hasta la gran capital para bailar con las cálidas muchachas. Estos temas influyeron, seguramente, en el inconsciente de las poblaciones rurales y urbanas que intercambian sus distintas culturas en sitios como Buenos Aires, entre otros lugares del país sudamericano. El propio autor argentino Ricardo Güiraldes en su novela Raucho de 1917, narra la vida de un gaucho que practica esta sensual danza argentina, de la cual se manifiestan teorías que sugieren su nacimiento hacia finales del siglo XIX, donde solo las mujeres ejecutaban al principio el tango.
Los autores e implicados en el libro El Gaucho del 68, entre los que se encontraba también el afamado ilustrador Juan Carlos Castagnino, conocían perfectamente muchas cosas de su cultura nacional y que relacionaban ambos temas, como con los míticos tangos cantados “Sentimiento Gaucho” (1924) ó “Nido Gaucho” (1942) por ejemplo.
Fue algo que también se reflejó en el film mudo Nobleza gaucha (1915) donde hay alguna escena en la que las parejas bailaban tangos y milongas en el Armenonville, un conocido cabaret de la capital sudamericana. Así pasó con muchos danzarines en teatros o salones que, con el paso de las décadas, fueron bordando pasos de tango con el alma gauchera mentada.
La profesora de baile, la bonaerense Norma Raimondi plasmó su propia definición y quien mejor que ella para aclararnos algunos aspectos: “Esta danza popular encierra unos pasos de baile que representan la idiosincrasia del porteño, esa extraña alquimia entre gaucho e inmigrante”, escribió Raimondi. ¿Podría ser el caso del hombre y la mujer esculpidos por Israel Hoffman y fotografiados por René Burri? Es decir, ¿una icónica pareja de baile bañada por el espíritu y las narraciones sobre gauchos tangueros, donde luego acabaría recalando ello en la portada de Steely Dan?
Resaltar además como musical conexión adicional que, por ejemplo, al cantante argentino Andrés Calamaro le agrada mucho Steely Dan y dos músicos de estudio, los cuales ya habían participado en el disco Gaucho como el guitarrista Hugh McCracken y el bajista Chuck Rainey, tocaron también con el propio Calamaro en su álbum Alta suciedad de 1997.
Es conocido que Walter Becker y Donald Fagen son muy aficionados a la literatura y el frontal del año 80 de Steely Dan podría ser solamente eso: una conexión, un enlace, una puerta a un primo cuento de ficción desarrollado por ellos mismos. Efectivamente, la bella canción que da título al disco, presenta a los típicos y “burroughsianos” personajes delineados por Steely Dan. Envuelta por áureos y muy logrados saxofones además de coros inolvidables en acción, el significado aproximado de la letra podría ser una historia de celos, alucinaciones o especulaciones que padece un manager estadounidense metido en un juego homosexual con su representado, o tal vez sea una estrella del rodeo. Este último parece tener como amante real o imaginado, (¿quién sabe?) a un nervioso y bohemio gaucho como tercer invitado clandestino. En las distintas estrofas parecen sugerirse los temores a que puedan ser descubiertos acerca de su condición sexual:
“¿Quién es el gaucho, amigo?
¿Por qué lleva tu poncho de cuero
con lentejuelas y tus zapatos de tacón alto?
Fabulosos vaqueros como tu amigo,
nunca serán bienvenidos aquí,
en la parte alta del edificio Custerdome”.
Es parte de la algo hermética letra, donde El Custerdome supone una especie de Empire State pero también inventado, al igual que el cowboy de la Patagonia o procedente este de otro lugar de Sudamérica que se desee y asocie a los misteriosos pero ficticios párrafos. Consecuentemente, Becker y Fagen, de modo intencionado, nunca dejaban claro el significado de sus canciones e invitaban a la interpretación al propio oyente.
El álbum se iba a titular supuestamente Metal Leg (Pierna de Metal) pero al final se adoptó el término vaqueril y no apareció este primer nombre, aunque derivando luego esta frase alternativa en titular un fanzine que siguió precisamente los movimientos de Becker y Fagen, a partir de 1987. También en la funda exterior de su destacado single “Hey Nineteen”, aparece el mismo emblema gauchero-tanguero.
Roger Nichols y Elliot Scheiner, los ingenieros principales y sus diez ayudantes emplearon hasta cinco estudios distintos de Los Ángeles y la propia Nueva York para mezclar y tratar el álbum ya registrado. Por otro lado, se emplearon, nada menos, que 360 rollos de cinta de dos pulgadas y fueron innumerables las tomas descartadas en esta descomunal grabación. De esa forma, solo se publicaron siete diamantes audibles, con un resultante que rivaliza perfectamente en calidad con Aja de 1977. Sin embargo, los cortes inéditos o tomas falsas desechadas de Gaucho derivaron, años después, en una serie de CDs pirata que aparecieron detrás de una serie de portadas alternativas para ilustrar dichas tomas no usadas.
Tras el proceso comentado, con fallidos intentos pioneros de grabar en sistema digital y nada menos que con la colaboración de 40 caros músicos adicionales, resultó que el coste del disco (portada incluida) había sido de un millón de dólares, algo que resulta carísimo ya hoy y en aquella época aconteció como algo inaudito. Todo esto provocó además numerosos problemas de retrasos del lanzamiento del disco con M.C.A. que, por ejemplo, para tratar de recuperar el desorbitado gasto, pusieron el precio a casi 10 dólares, algo nunca visto hasta entonces en el mundo del rock, ante la ira de Walter Becker por ello. A todo eso, se sumaron diversas desgracias personales del propio Becker o agotamientos psicológicos de Fagen por la kilométrica fase de grabación de Gaucho, derivando todo ello en el momentáneo final, en 1981, de una de las más legendarias, sobresalientes y originales bandas de rock de los años 70.
Escultura original en Buenos Aires: Israel Hoffmann
Fotografía para el libro El Gaucho: René Burri
Dirección artística de Steely Dan: Suzanne Walsh
Fecha de edición: Noviembre de 1980.
Discográfica: M.C.A. Records
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