viernes, 29 de noviembre de 2019

Marc Chagall

Marc Chagall fue uno de esos judíos errantes que dedicó una buena parte de su vida a recorrer el mundo. ¿En busca de qué? sólo él lo sabía con exactitud, lo cierto es que en el camino encontró inspiración, amigos y a sí mismo a través de la Torá. Aunque esto último suene demasiado religioso ─que de hecho lo es─, la tendencia rabínica de cuestionar las escrituras lo llevó a pensar que tanto su arte como su viaje eran una reinterpretación del Éxodo, cuyo fin sólo llegaría cuando encontrara su tierra prometida.

Irónicamente, ese lugar ideal sólo se presentó cuando regresó a su natal Vitebsk, Bielorrusia, en 1909. Ella se llamaba Bella Rosenfeld, escritora, mujer tranquila e interesante. Pero luego de todos los adjetivos que pudiera inspirar, los que mejor se acomodaban a su persona eran amante y una incompleta pero agradable perfección que hacía a Chagall derretirse de amor por ella.

Afortunadamente para Marc, Bella estaba dispuesta a darle una oportunidad a su romance y él la convertirla en su única fuente de su inspiración al plasmarla en un gran número de cuadros que componen una curiosa narrativa de todo lo que vivieron. Desde su amor incondicional y sus viajes por el mundo, hasta llegar a los oscuros momentos en que tuvieron que ocultarse de la avanzada nazi para no ser enviados a un campo de concentración o asesinados inmediatamente.
Debido a la intensidad con la que vivieron, es posible pensar que todos los sucesos, tanto los de mayor dicha como aquellos que significaron una etapa complicada, quedaron plasmados en las pinturas de Chagall. Compendio que además de narrar una bella historia de amor, son una serie de consejos que, para quien logre comprenderlos, será el camino hacia una relación casi perfecta como la de este par.


Sueño de una noche de verano (1938)


Imagina todo lo que puedes llegar a ser con esa persona. En tu mente cambia su rostro y manipula su figura a tu voluntad, haz todo lo necesario para darte cuenta que no quieres a nadie más que no tenga sus ojos, su sonrisa o cualquiera de los aspectos que te hayan llevado a quererle tanto.



La rama (1976)

Encuentra en cada momento del día algo que te recuerde su persona, mírale en las ramas de los árboles o en los rayos de luna que se reflejen por las noches en tu ventana. Dale su espacio, pero al mismo tiempo no le sueltes; simplemente guarda su recuerdo en tu corazón y tráelo a tu mente cuando más lo necesites.

«Abría la ventana y junto con Bella entraba en mi cuadro azul de cielo,
amor y flores. Vestida toda de blanco o de negro aparece
desde hace ya tiempo en mis cuadros, como guía de mi arte».
─ Marc Chagall








Los amantes (1929)


Amanse, así sin más. Quiéranse tanto que las palabras "te amo" ya ni siquiera tengan sentido o suenen a la peor de las redundancias, porque ustedes han inventado una nueva forma de estar con el otro; algo tan grandioso que sólo ustedes puedan comprender. Un nuevo mundo con sus propias leyes y una lengua única. Inventen algo que los hombres jamás han conocido y que, sin embargo, añoran desde el día que nacieron.

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