viernes, 8 de noviembre de 2019

Brindis y versos, de Joaquín Sabina

Se dice que Joaquín Sabina nació un 12 de febrero de 1949, y debe ser verdad; además que lo hizo en el municipio jienense de Úbeda, capital de la comarca de La Loma; que estudió en un colegio de Carmelitas y en otro de Salesianos, aunque no podamos creerlo, y que ya de jovencito leía a Fray Luis de León, a Jorge Manrique, a José Hierro, a Proust, a Joyce y a Macusse, lo cual ya nos cuesta más aceptar.
Se dice que formó una banda de adolescentes con un nombre tan equívoco como Merry Youngs con la única intención de destrozar las canciones de Elvis, Chuck Berry o Little Richard, entre otros; que se graduó en Filología Románica por la Universidad de Granada, puede ser, aunque algunos nieguen la calidad de sus versos, y que se metió en tantos líos por el pecado de ser rojo durante la dictadura de Franco e ingresar un cóctel molotov en una sucursal bancaria, por lo que, a los diecinueve años, tuvo que ser detenido por su propio padre, a la sazón comisario de policía, y al poco no le quedó más remedio que exiliarse, rebautizado como Mariano Zugasti, a tierras de la Pérfida Albión… y esto nos resulta más creíble.
Se dice que en Inglaterra comenzó a escribir sus primeras canciones, que colaboraba con clubs de exiliados, que montaba obras de teatro por el gusto de crear polémicas y que, en su casa, daba refugio a algún esporádico etarra, aunque luego se arrepintiera de ello y lo publicase a los cuatro vientos en las páginas de Interviú: “la izquierda de este país, a la que orgullosamente he pertenecido y creo pertenecer, debiera pedir perdón por su complacencia con ETA durante muchos años. Yo tuve en mi casa de Londres a etarras y era una gente encantadora que pegaban tiros en la nuca, algo que nos parecía una cosa muy graciosa en ese momento. Y hacíamos mal. Porque de aquellos polvos vinieron estos lodos. Así que creo que la gente como yo está muy obligada a estar muy en contra y a decirlo muy alto por cobardes que sean. Y yo lo soy como el que más” … Y seguramente podremos admitirlo.
Y de él se dice que ha sido un ángel con alas negras, un profeta del vicio, un héroe en las barricadas, un ocupa, un esquirol, un rey de los suburbios, una flor del precipicio, un cantante de orquesta y el Dylan español, un vendedor de humo, un juglar del asfalto, un rojo de salón, alguien que esconde la pasión o la perfuma, alguien que ha quemado sus naves y no sabe pedir perdón, un suicida o bala perdida, un santo beodo y un hombre que ha defraudado a todos empezando por él mismo… pero Joaquín Sabina lo niega todo: “Lo niego todo, / aquellos polvos y estos lodos, / lo niego todo / incluso la verdad”.
Se dice que cantó en un cumpleaños de George Harrison y éste le dio cinco libras, que se gastó en la barra de algún bar… es posible; que Bob Dylan le prohibió interpretar la versión de su Man gave names to all the animals (In the beginning) porque Sabina la tituló Con su bikini, o que Antonio Flores consiguió el número uno de los 40 Principales con su Pongamos que hablo de Madrid, y que tiene dos hijas…
Se dice que cuando ibas a sus conciertos era como jugar a la lotería, pues igual ni lo veías, y de ello doy fe; que al principio cantaba en el café La Mandrágora con Javier Krahe y Alberto Pérez, y que ha lanzado discos como churros con títulos que dicen mucho de su vida: “Inventario”, “Malas compañías”, “Ruleta rusa”, “Juez y parte”, “Hotel, dulce hotel”, “El hombre del traje gris”, “Mentiras piadosas”, “Física y química”, “Esta boca es mía”, “Yo, mí, me, contigo”, “Enemigos íntimos”, “19 días y 500 noches”, “Ciento volando de catorce”, “Dímelo en la calle”, “Alivio de luto”, Vinagre y rosas”, “La orquesta del Titanic” o “Lo niego todo”.
Se dice que, a pesar de todo, es un hombre con muchos amigos y muchas mujeres, de muchas protestas y reivindicaciones, de premios y de ventas… y todo puede ser verdad, aunque él lo niega todo…
Sin embargo, todavía tenemos sus poemas para descubrir la realidad de sus palabras:
Brindis y versos
I
Brindo por las guitarras despeinadas,
por los adúlteros sin indulgencia,
por los pecados contra la prudencia,
por los escombros de la madrugada.
II
Brindo por los abuelos sin medallas
que no cuentan batallas a sus nietos,
por las abuelas que zurcen y callan,
por la acuarela, el thriller, el soneto.
III
Brindo por Medellín, por Guanajuato,
Isla Negra, Macondo, Guatemala,
Región, Santa María, Chiapas, Comala,
la rumba, el son, la cumbia, el vallenato.
IV
Hoy brindo por los sabios despistados,
los parados, los santos inocentes,
los que luchan con uñas y con dientes
los que se rinden, los desconsolados.
V
Brindo por los yogures caducados,
por los pecados que cometería,
por la alegría del desesperado,
por los premiados con la lotería.
VI
Brindo por los amores clandestinos,
por el sudor con uñas y con dientes,
por los fans de al pan pan y al vino vino,
por el tímido, el raro, el impotente.
VII
Brindo por los pecados veniales,
por el orgullo de los vagabundos,
por la morfina de los moribundos,
por el idioma de los animales.
VIII
Brindo por la memoria sin olvido,
por la lluvia que empapa a los amantes,
por las alas del pájaro sin nido,
por los heridos, por los caminantes.
IX
Brindo por el negrito sin patera
por la sangre torera de Morante
por el grito del blues de la frontera
por los mares del sur, por el Levante.
X
Brindo por los que brindan con cualquiera
que tenga un corazón noble y caliente,
por las fatigas de la buena gente,
por el swing que derrochan tus caderas.
A esta serie de poemas, Brindis y versos, hay que añadir el que dedicó Sabina a su amigo y compañero Javier Krahe justo al cumplirse el primer aniversario de su muerte. De él diría el propio Joaquín el día de su fallecimiento: “Hoy la poesía, la decencia y el saber vivir están absolutamente de luto”:
Brindo por la razón del imprudente,
por las cartas de amor de los soldados,
por el voto con dos dedos de frente,
contra el olvido de los olvidados.

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