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sábado, 11 de enero de 2025

Me pregunto si las estrellas se iluminan con el fin de que algún día,
cada uno pueda encontrar la suya.

-Antoine de Saint Exupéry

martes, 24 de diciembre de 2024

“Amar es saber que no te cambia el tiempo, ni las tempestades ni mis inviernos. 
Dar amor no agota el amor, por el contrario, lo aumenta. 
La manera de devolver tanto amor, es abrir el corazón y dejarse amar.

– Ya entendí, dijo la rosa.

– No lo entiendas, vívelo, dijo el Principito”.

- Antoine de Saint-Exupéry.

domingo, 21 de julio de 2024

Cualquiera creería que ustedes son parecidas a mi rosa. Pero ella es más importante porque yo la abrigué, yo le quité las orugas (salvo dos o tres que se volvieron mariposas), yo la escuché quejarse o alabarse y, a veces, hasta callarse. En fin, porque ella es mi rosa.

Imagen de iBigToy (Interactive Books for Kids), publicada en blog Asteroide B61

martes, 6 de abril de 2021


 


 

-Te juzgarás a ti mismo -le respondió el rey-. Es lo más difícil. Es mucho más difícil juzgarse a sí mismo, que juzgar a los demás. Si consigues juzgarte rectamente, serás un verdadero sabio.
El principito.

jueves, 11 de marzo de 2021

El Principito


 

Es mucho más difícil juzgarse a sí mismo, que juzgar a los otros. Si consigues juzgarte rectamente es que eres un verdadero sabio.

El Principito

lunes, 8 de marzo de 2021

El Principito


 

Las espinas no sirven para nada; son pura maldad de las flores.

- Oh!

Y después de un silencio, me dijo con una especie de rencor:

- ¡No te creo! Las flores son débiles. Son ingenuas. Se defienden como pueden. Se creen terribles con sus espinas…

viernes, 15 de enero de 2021

El Principito, Antoine de Saint Exupéry


 

"Las semillas duermen en el secreto de la tierra hasta que a una de ellas se le ocurre la fantasía de despertar."

El Principito

Antoine de Saint Exupéry

jueves, 12 de noviembre de 2020

El Principito


 

"Te amo" - dijo el principito...
-"Yo también te quiero" - dijo la rosa.
-"No es lo mismo" - respondió él... ..."Amar es la confianza plena de que pase lo que pase vas a estar, no porque me debas nada, no con posesión egoísta, sino estar, en silenciosa compañía. Amar es saber que no te cambia el tiempo, ni las tempestades, ni mis inviernos. Amar es darte un lugar en mi corazón para que te quedes como padre, madre, hermano, hijo, amigo y saber que en el tuyo hay un lugar para mí. Dar amor no agota el amor, por el contrario, lo aumenta. La manera de devolver tanto amor, es abrir el corazón y dejarse amar."
-"Ya entendí" - dijo la rosa.
-" No lo entiendas, vívelo" - agregó el Principito. -
Antoine de Saint-Exupéry

lunes, 14 de septiembre de 2020

EL PRINCIPITO, ANTOINE DE SAIN EXUPÉRY - CAPITULO III

 CAPÍTULO III

Me llevó mucho tiempo comprender de dónde venía. El principito, que me hacía muchas preguntas, nunca parecía escuchar las mías. Son palabras pronunciadas al azar las que, poco a poco, me revelaron todo. Así, cuando vio por primera vez mi avión (no dibujaré mi avión, es un dibujo demasiado complicado para mí) me preguntó:
- Qué es esa cosa ?


- No es una cosa. Vuela. Es un avión. Es mi avión.

Y me sentí orgulloso de informarle que volaba. Entonces exclamó:

- Cómo! has caído del cielo !

- Sí, dije modestamente.

- Ah! qué curioso...

Y el principito soltó una hermosa carcajada que me irritó mucho. Me gusta que mis desgracias se tomen en serio. Luego agregó:

- Entonces, tú también vienes del cielo ! De qué planeta eres ?

Vislumbré en seguida una luz en el misterio de su presencia, y pregunté bruscamente:

- Vienes pues de otro planeta ?

Pero no me respondió. Movía la cabeza suavemente mientras miraba mi avión:

- Es verdad que, con eso, no puedes venir de muy lejos...

Y se sumió en un ensueño que duró un buen rato. Luego, sacando mi cordero de su bolsillo, se sumergió en la contemplación de su tesoro.  

Se imaginan cuál podría ser mi intriga por esta semi-confidencia sobre "los otros planetas". Me esforcé entonces en averiguar más:



- De dónde provienes, mi niño ? Dónde queda "tu casa" ? Dónde quieres llevar mi cordero ?

Después de meditar en silencio me respondió:

- Lo que está bien, con la caja que me diste, es que a la noche le servirá de casa.

- Claro. Y si eres bueno, te daré también una cuerda para atarlo durante el día. Y una estaca.

La propuesta pareció chocar al principito:

- Atarlo? Qué idea tan rara !

- Pero si no lo atas, se irá a cualquier parte y se perderá...

Y mi amigo largó otra carcajada:

- Pero adónde quieres que vaya !

- A cualquier lado. Derecho hacia adelante...

Entonces el principito observó gravemente:

- No importa, es todo tan pequeño en casa !

Y, con un poco de melancolía quizá, agregó:

- Derecho hacia adelante no se puede ir muy lejos...


CHAPITRE III

Il me fallut longtemps pour comprendre d'où il venait. Le petit prince, qui me posait beaucoup de questions, ne semblait jamais entendre les miennes. Ce sont des mots prononcés par hasard qui, peu à peu, m'ont tout révélé. Ainsi, quand il aperçut pour la première fois mon avion (je ne dessinerai pas mon avion, c'est un dessin beaucoup trop compliqué pour moi) il me demanda:

- Qu'est ce que c'est que cette chose-là ?


- Ce n'est pas une chose. Ça vole. C'est un avion. C'est mon avion.

Et j'étais fier de lui apprendre que je volais. Alors il s'écria:

- Comment ! tu es tombé du ciel !

- Oui, fis-je modestement.

- Ah! ça c'est drôle...

Et le petit prince eut un très joli éclat de rire qui m'irrita beaucoup. Je désire que l'on prenne mes malheurs au sérieux. Puis il ajouta:

- Alors, toi aussi tu viens du ciel ! De quelle planète es-tu ?

J'entrevis aussitôt une lueur, dans le mystère de sa présence, et j'interrogeai brusquement:

- Tu viens donc d'une autre planète ?

Mais il ne me répondit pas. Il hochait la tête doucement tout en regardant mon avion:

- C'est vrai que, là-dessus, tu ne peux pas venir de bien loin...

Et il s'enfonça dans une rêverie qui dura longtemps. Puis, sortant mon mouton de sa poche, il se plongea dans la contemplation de son trésor.  

Vous imaginez combien j'avais pu être intrigué par cette demi-confidence sur "les autres planètes". Je m'efforçai donc d'en savoir plus long:



- D'où viens-tu mon petit bonhomme ? Où est-ce "chez toi" ? Où veux-tu emporter mon mouton ?

Il me répondit après un silence méditatif:

- Ce qui est bien, avec la caisse que tu m'as donnée, c'est que, la nuit, ça lui servira de maison.

- Bien sûr. Et si tu es gentil, je te donnerai aussi une corde pour l'attacher pendant le jour. Et un piquet.

La proposition parut choquer le petit prince:

- L'attacher ? Quelle drôle d'idée !

- Mais si tu ne l'attaches pas, il ira n'importe où, et il se perdra...

Et mon ami eut un nouvel éclat de rire:

- Mais où veux-tu qu'il aille !

- N'importe où. Droit devant lui...

Alors le petit prince remarqua gravement:

- Ça ne fait rien, c'est tellement petit, chez moi !

Et, avec un peu de mélancolie, peut-être, il ajouta:

- Droit devant soi on ne peut pas aller bien loin...

viernes, 4 de septiembre de 2020

El PRINCIPITO - Antoine de Saint-Exupéry - CAPÍTULO II

 

CAPÍTULO II
Viví entonces solo, sin nadie con quien hablar en serio, hasta que sufrí una avería en el desierto del Sahara hace seis años. Algo se había roto en mi motor. Y como no tenía conmigo ni mecánico ni pasajeros, me dispuse a intentar lograr yo solo una reparación difícil. Era para mí una cuestión de vida o muerte. Apenas tenía agua para beber ocho días.

La primer noche me dormí entonces sobre la arena, a mil millas de cualquier lugar habitado. Estaba realmente más aislado que un náufrago sobre una balsa en medio del océano. Se imaginan entonces mi sorpresa, al amanecer, cuando una extraña vocecita me despertó. Decía:

- Por favor... dibújame un cordero !

- Eh!

- Dibújame un cordero...

Me paré de un salto, como si hubiera sido alcanzado por un rayo. Me froté bien los ojos. Miré bien. Y vi un extraordinario hombrecito que me examinaba con seriedad. He aquí el mejor retrato que pude luego hacer de él. Pero mi dibujo, sin duda, es mucho menos encantador que el modelo. No es mi culpa. Había sido desalentado en mi carrera de pintor por las personas mayores, a la edad de seis años, y no había aprendido a dibujar más que las boas cerradas y las boas abiertas.

Miré entonces esta aparición con los ojos bien abiertos por la sorpresa. No olviden que me encontraba a mil millas de cualquier lugar habitado. Sin embargo mi hombrecito no me parecía ni perdido, ni muerto de cansancio, ni muerto de hambre, ni muerto de sed, ni muerto de miedo. No tenía para nada el aspecto de un niño perdido en medio del desierto, a mil millas de cualquier lugar habitado. Cuando logré finalmente hablar, le dije:

- Pero... qué haces acá ?

Y entonces me repitió, muy dulcemente, como una cosa muy seria:

- Por favor... dibújame un cordero...

Cuando el misterio es demasiado impresionante, no es posible desobedecer. Por absurdo que me pareciese a mil millas de todos los lugares habitados y en peligro de muerte, saqué de mi bolsillo una hoja de papel y una pluma. Pero entonces recordé que había estudiado sobre todo geografía, historia, matemática y gramática y le dije al hombrecito (con un poco de mal humor) que no sabía dibujar. Me respondió:

- No importa. Dibújame un cordero.

Como yo nunca había dibujado un cordero, rehice para él uno de los dos únicos dibujos que sabía: el de la boa cerrada. Y quedé estupefacto al escuchar al hombrecito responderme:

- No! No! No quiero un elefante dentro de una boa. Una boa es muy peligrosa, y un elefante es muy voluminoso. En casa es todo pequeño. Necesito un cordero. Dibújame un cordero.

Entonces dibujé.



Miró con atención, y luego:

- No! Este ya está muy enfermo. Hazme otro.

Yo dibujé:


Mi amigo sonrió amablemente, con indulgencia:

- Fíjate bien... no es un cordero, es un carnero. Tiene cuernos...

Rehice entonces nuevamente mi dibujo:


Pero fue rechazado, como los anteriores:

- Este es demasiado viejo. Quiero un cordero que viva mucho tiempo.

Entonces, colmada la paciencia, como tenía apuro en comenzar a desarmar mi motor garabateé este dibujo.


Y le espeté:

- Esta es la caja. El cordero que quieres está adentro.

Pero me sorprendí mucho al ver que se iluminaba el rostro de mi joven juez:

- Es exactamente así que lo quería ! Crees que este cordero necesite mucha hierba ?

- Por qué ?

- Porque en casa es todo pequeño...

- Seguramente le alcanzará. Te di un cordero bien pequeño.

Inclinó la cabeza hacia el dibujo:

- No tan pequeño... Mira! Se durmió...

Y fue así como conocí al principito


J'ai ainsi vécu seul, sans personne avec qui parler véritablement, jusqu'à une panne dans le désert du Sahara, il y a six ans. Quelque chose s'était cassé dans mon moteur. Et comme je n'avais avec moi ni mécanicien, ni passagers, je me préparai à essayer de réussir, tout seul, une réparation difficile. C'était pour moi une question de vie ou de mort. J'avais à peine de l'eau à boire pour huit jours.

Le premier soir je me suis donc endormi sur le sable à mille milles de toute terre habitée. J'étais bien plus isolé qu'un naufragé sur un radeau au milieu de l'océan. Alors vous imaginez ma surprise, au lever du jour, quand une drôle de petite voix m'a réveillé. Elle disait:

- S'il vous plaît... dessine-moi un mouton !

- Hein!

- Dessine-moi un mouton...

J'ai sauté sur mes pieds comme si j'avais été frappé par la foudre. J'ai bien frotté mes yeux. J'ai bien regardé. Et j'ai vu un petit bonhomme tout à fait extraordinaire qui me considérait gravement. Voilà le meilleur portrait que, plus tard, j'ai réussi à faire de lui. Mais mon dessin, bien sûr, est beaucoup moins ravissant que le modèle. Ce n'est pas ma faute. J'avais été découragé dans ma carrière de peintre par les grandes personnes, à l'âge de six ans, et je n'avais rien appris à dessiner, sauf les boas fermés et les boas ouverts.

Je regardai donc cette apparition avec des yeux tout ronds d'étonnement. N'oubliez pas que je me trouvais à mille milles de toute région habitée. Or mon petit bonhomme ne me semblait ni égaré, ni mort de fatigue, ni mort de faim, ni mort de soif, ni mort de peur. Il n'avait en rien l'apparence d'un enfant perdu au milieu du désert, à mille milles de toute région habitée. Quand je réussis enfin à parler, je lui dis:

- Mais... qu'est-ce que tu fais là ?

Et il me répéta alors, tout doucement, comme une chose très sérieuse:

- S'il vous plaît... dessine-moi un mouton...

Quand le mystère est trop impressionnant, on n'ose pas désobéir. Aussi absurde que cela me semblât à mille milles de tous les endroits habités et en danger de mort, je sortis de ma poche une feuille de papier et un stylographe. Mais je me rappelai alors que j'avais surtout étudié la géographie, l'histoire, le calcul et la grammaire et je dis au petit bonhomme (avec un peu de mauvaise humeur) que je ne savais pas dessiner. Il me répondit:

- Ça ne fait rien. Dessine-moi un mouton.

Comme je n'avais jamais dessiné un mouton je refis, pour lui, l'un des deux seuls dessins dont j'étais capable. Celui du boa fermé. Et je fus stupéfait d'entendre le petit bonhomme me répondre:

- Non! Non! Je ne veux pas d'un éléphant dans un boa. Un boa c'est très dangereux, et un éléphant c'est très encombrant. Chez moi c'est tout petit. J'ai besoin d'un mouton. Dessine-moi un mouton.

Alors j'ai dessiné.


Il regarda attentivement, puis:

- Non! Celui-là est déjà très malade. Fais-en un autre.

Je dessinai:


Mon ami sourit gentiment, avec indulgence:

- Tu vois bien... ce n'est pas un mouton, c'est un bélier. Il a des cornes...

Je refis donc encore mon dessin:


Mais il fut refusé, comme les précédents:

- Celui-là est trop vieux. Je veux un mouton qui vive longtemps.

Alors, faute de patience, comme j'avais hâte de commencer le démontage de mon moteur, je griffonnai ce dessin-ci.


Et je lançai:

- Ça c'est la caisse. Le mouton que tu veux est dedans.

Mais je fus bien surpris de voir s'illuminer le visage de mon jeune juge:

- C'est tout à fait comme ça que je le voulais ! Crois-tu qu'il faille beaucoup d'herbe à ce mouton ?

- Pourquoi ?

- Parce que chez moi c'est tout petit...

- Ça suffira sûrement. Je t'ai donné un tout petit mouton.

Il pencha la tête vers le dessin:

- Pas si petit que ça... Tiens ! Il s'est endormi...

Et c'est ainsi que je fis la connaissance du petit prince.

lunes, 31 de agosto de 2020

El Principito - Antoine de Saint-Exupéry - CAPÍTULO I

 A LÉON WERTH

Pido perdón a los niños por haber dedicado este libro a una persona mayor. Tengo una excusa seria: esta persona mayor es el mejor amigo que tengo en el mundo. Tengo otra excusa: esta persona mayor puede entender todo, hasta los libros para niños. Tengo una tercera excusa: esta persona mayor vive en Francia, donde pasa hambre y frío. Tiene mucha necesidad de ser consolada. Si todas estas excusas no son suficientes, quiero dedicar este libro al niño que este señor ha sido. Todas las personas mayores fueron primero niños. (Pero pocas lo recuerdan). Corrijo entonces mi dedicatoria:

A LÉON WERTH
CUANDO ERA NIÑO  

PRIMER CAPÍTULO

Cuando tenía seis años, vi una vez una imagen magnífica en un libro sobre la Selva Virgen que se llamaba "Historias Vividas". Representaba una serpiente boa que tragaba una fiera. He aquí la copia del dibujo.

En el libro decía: "Las serpientes boas tragan a su presa entera, sin masticarla. Luego no pueden moverse más y duermen durante los seis meses de su digestión".

Reflexioné mucho sobre las aventuras de la jungla y, por mi parte, logré trazar con un lápiz de color mi primer dibujo. Mi dibujo número 1. Era así:

Mostré mi obra maestra a las personas mayores y les pregunté si mi dibujo les daba miedo.

Me contestaron: "Por qué un sombrero podría dar miedo?"

Mi dibujo no representaba un sombrero. Representaba una serpiente boa que digería un elefante. Dibujé entonces el interior de la serpiente boa, para que las personas mayores pudieran comprender. Siempre necesitan explicaciones. Mi dibujo número 2 era así:

Las personas mayores me aconsejaron dejar de lado los dibujos de serpientes boas abiertas o cerradas, e interesarme en cambio en geografía, historia, matemática y gramática. Es así como abandoné, a la edad de seis años, una magnífica carrera de pintor. Había sido desalentado por el fracaso de mi dibujo número 1 y de mi dibujo número 2. Las personas mayores no entienden nunca nada por sí mismas, y es cansador, para los niños, darles una y otra vez explicaciones.

Tuve entonces que elegir otro oficio y aprendí a pilotear aviones. Volé por todo el mundo. Y la geografía, efectivamente, me sirvió mucho. Sabía distinguir, del primer vistazo, China de Arizona. Es muy útil, si uno está perdido durante la noche.

Tuve así, en el curso de mi vida, montones de contactos con montones de gente seria. Conviví mucho con las personas mayores. Las vi de muy cerca. Mi opinión no mejoró demasiado por ello.

Cuando encontraba una que me parecía algo lúcida, probaba con ella mi dibujo n° 1 que siempre he conservado. Quería saber si era realmente comprensiva. Pero siempre me respondía: "Es un sombrero". Entonces no le hablaba ni de serpientes boa, ni de selvas vírgenes, ni de estrellas. Me ponía a su alcance. Le hablaba de bridge, de golf, de política y de corbatas. Y la persona mayor estaba muy contenta de conocer un hombre tan razonable.


À LÉON WERTH

Je demande pardon aux enfants d’avoir dédié ce livre à une grande personne. J’ai une excuse sérieuse: cette grande personne est le meilleur ami que j’ai au monde. J’ai une autre excuse: cette grande personne peut tout comprendre, même les livres pour enfants. J’ai une troisième excuse: cette grande personne habite la France où elle a faim et froid. Elle a bien besoin d’être consolée. Si toutes ces excuses ne suffisent pas, je veux bien dédier ce livre à l’enfant qu’a été autrefois cette grande personne. Toutes les grandes personnes ont d’abord été des enfants. (Mais peu d’entre elles s’en souviennent.) Je corrige donc ma dédicace:

À LÉON WERTH
QUAND IL ÉTAIT PETIT GARÇON  

PREMIER CHAPITRE

Lorsque j'avais six ans j'ai vu, une fois, une magnifique image, dans un livre sur la Forêt Vierge qui s'appelait "Histoires Vécues". Ça représentait un serpent boa qui avalait un fauve. Voilà la copie du dessin.


On disait dans le livre: "Les serpents boas avalent leur proie tout entière, sans la mâcher. Ensuite ils ne peuvent plus bouger et ils dorment pendant les six mois de leur digestion".

J'ai alors beaucoup réfléchi sur les aventures de la jungle et, à mon tour, j'ai réussi, avec un crayon de couleur, à tracer mon premier dessin. Mon dessin numéro 1. Il était comme ça:


J'ai montré mon chef d'œuvre aux grandes personnes et je leur ai demandé si mon dessin leur faisait peur.

Elles m'ont répondu: "Pourquoi un chapeau ferait-il peur?"

Mon dessin ne représentait pas un chapeau. Il représentait un serpent boa qui digérait un éléphant. J'ai alors dessiné l'intérieur du serpent boa, afin que les grandes personnes puissent comprendre. Elles ont toujours besoin d'explications. Mon dessin numéro 2 était comme ça:



Les grandes personnes m'ont conseillé de laisser de côté les dessins de serpents boas ouverts ou fermés, et de m'intéresser plutôt à la géographie, à l'histoire, au calcul et à la grammaire. C'est ainsi que j'ai abandonné, à l'âge de six ans, une magnifique carrière de peintre. J'avais été découragé par l'insuccès de mon dessin numéro 1 et de mon dessin numéro 2. Les grandes personnes ne comprennent jamais rien toutes seules, et c'est fatigant, pour les enfants, de toujours leur donner des explications.

J'ai donc dû choisir un autre métier et j'ai appris à piloter des avions. J'ai volé un peu partout dans le monde. Et la géographie, c'est exact, m'a beaucoup servi. Je savais reconnaître, du premier coup d'œil, la Chine de l'Arizona. C'est très utile, si l'on est égaré pendant la nuit.

J'ai ainsi eu, au cours de ma vie, des tas de contacts avec des tas de gens sérieux. J'ai beaucoup vécu chez les grandes personnes. Je les ai vues de très près. Ça n'a pas trop amélioré mon opinion.

Quand j'en rencontrais une qui me paraissait un peu lucide, je faisais l'expérience sur elle de mon dessin n° 1 que j'ai toujours conservé. Je voulais savoir si elle était vraiment compréhensive. Mais toujours elle me répondait: "C'est un chapeau." Alors je ne lui parlais ni de serpents boas, ni de forêts vierges, ni d'étoiles. Je me mettais à sa portée. Je lui parlais de bridge, de golf, de politique et de cravates. Et la grande personne était bien contente de connaître un homme aussi raisonnable.

viernes, 28 de agosto de 2020

Un baobab en el corazón, una reflexión de El Principito


 Si te encuentras un baobab en el corazón, arráncalo de raíz, porque sus semillas albergan el miedo, la inseguridad, la decepción, la rabia… Haz como el Principito, que cada mañana retiraba todas las semillas de los titánicos baobabs de su pequeño planeta por temor a que crecieran demasiado, a que sus gigantescas raíces destruyeran todo lo que le era amado y conocido…



Hay miedos inteligentes y no fóbicos que garantizan nuestro bienestar. Son temores ajustados que regulan nuestra supervivencia. Sin embargo, en ocasiones y casi sin saber por qué, llegan esas semillas de baobab que todo lo invaden. Ellas, están justo ahí, en el subsuelo de nuestro jardín psicológico, creciendo a veces de modo silencioso, pero alterando nuestro equilibrio, nuestro enfoque.

“Hay semillas buenas de hierbas buenas y semillas malas de hierbas malas. Duermen en el secreto de la tierra hasta que a una de ellas se le antoja despertarse. Entonces, se estira y, tímidamente al principio, crece hacia el sol una encantadora ramita inofensiva. Si se trata de una ramita de rábano o de rosal, se le puede dejar crecer como quiera, pero si se trata de una planta mala, hay que arrancar la planta en cuanto se la pueda reconocer”.

El Principito

Puede que de entre todas las reflexiones que nos dejó Antoine de Saint-Exupéry en El Principito, esta, sea sin duda una de las más interesantes. En el libro, el pequeño protagonista arrancaba diariamente las semillas “malas” de su planeta mientras alimentaba y regaba las semillas “buenas”. Las malas eran las de baobab, esas que debía eliminar de raíz antes de que destruyeran su mundo desde el interior. Las semillas buenas cómo no, eran los rosales y en concreto esa por la que sentía una especial predilección.

Esta sutil metáfora simboliza sin duda la figura de nuestros miedos, de esas zonas más oscuras donde se alimentan a menudo las distorsiones cognitivas. Son esos gérmenes orquestados por la rabia, la angustia o la tristeza que empañan y llenan de grietas nuestro palacio mental.

Un baobab en el corazón, el que todos llevamos

Todos llevamos algún baobab en el corazón. Ahora bien, puede que solo esté su semilla, invisible, dormida y sin ramificación alguna. Otros, en cambio pueden estar sufriendo ya los efectos de su crecimiento. El impacto de ese baobab que expande sus raíces y que todo lo revuelve, lo cambia y lo desestabiliza. Porque los miedos, como los rencores, implosionan hasta quebrar el orden interno, la lógica, la autonomía.

En El Principito, su protagonista le llega a preguntar al piloto en un momento dado si los corderos comen arbustos. Cuando este le responde que sí reacciona con inmensa alegría al pensar que por fin podrá deshacerse de la amenaza de los baobabs. No obstante, al poco el piloto, lo corrige: un baobab no es un arbusto, sino un árbol. Son árboles tan grandes como iglesias, tan inmensos que ni un “rebaño” de elefantes lograría comerse uno entero.

El Principito, imaginándose la escena sugirió que tal vez podría lograrse poniendo un elefante encima de otro. Ahora bien, segundos después advirtió con gran acierto que la mejor estrategia no podía ser otra más que evitar su crecimiento. Porque cuando un baobab crece demasiado nada se puede hacer. A esos gigantes destructivos se les debe detener en sus fases más tempranas, cuando son pequeños, cuando no son más que simples semillas

“El suelo del planeta estaba infestado de semillas de baobab. Y si un baobab no se coge a tiempo, ya no es posible liberarse de él jamás. Obstruye todo el planeta. Lo perfora con sus raíces. Y si el planeta es demasiado pequeño y los baobabs demasiado grandes, lo hacen estallar”.

El Principito

 


La importancia de impedir que crezca un baobab en el corazón

Hay quien ve en la metáfora del baobab del Principito algo más. Hay quien advierte que más que las semillas de nuestros miedos, podría estar también el germen de la propia maldad. Esa fuerza destructiva que enferma el corazón y que es capaz de cometer los peores actos, de dar forma a los más devastadores escenarios de violencia y destrucción. Los mismos que todos tenemos ya en nuestra memoria colectiva.

Al fin y al cabo, esa semilla de baobab siempre ha estado y estará presente en nuestro interior. De nosotros depende alimentarla y permitir que crezca, porque al igual que en el planeta del Principito, en todos nosotros hay semillas buenas y semillas malas. Que germinen, que echen raíces, depende sin duda de innumerables factores: nuestra crianza, educación, las experiencias vividas…

Sin embargo, no podemos olvidar que está en nuestra mano el ser buenos y hacendosos jardineros para retirar a tiempo las malas hierbas, las semillas que no sirven, las que destruyen el entorno y rompen el equilibrio natural de nuestra parcela personal. Esta habilidosa tarea es la que llevaba a cabo cada día el Principito. Él quien retiraba lo que no quería y él quien alimentaba lo que más valoraba: sus rosales.


No necesitamos corderos ni un ejército de elefantes subidos uno encima de otro para realizar esa tarea de limpieza. Si tenemos un baobab en el corazón, nosotros tenemos la responsabilidad de retirarlo a tiempo o bien de no alimentar su semilla. Esta tarea de mantenimiento genera equilibrio, aporta sabiduría y un sentido de disciplina. Nos permite estar atentos a cualquier cambio, a cualquier crecimiento inusual para evitar que pequeños problemas acaben convirtiéndose en inmensos y aterradores baobabs.


Valeria Sabater

Licenciada en Psicología por la Universidad de Valencia en el año 2004.

sábado, 5 de octubre de 2019

Estados

"Fue el tiempo que pasaste con tu rosa lo que la hizo tan importante."
Antoine de Saint-Exupéry

miércoles, 11 de enero de 2017

La avenida de los baobabs, Madagascar

Cada día yo aprendía algo nuevo sobre el planeta, sobre la partida y sobre el viaje. Esto venía suavemente al azar de las reflexiones. De esta manera tuve conocimiento al tercer día, del drama de los baobabs
El Principito – Antoine de Saint-Exupéry

La Avenida o callejón de los Baobabs es un prominente grupo de árboles baobab que recubren el camino de tierra entre Morondava y Belon’i Tsiribihina en la región de Menabe en el oeste de Madagascar. Su impresionante paisaje atrae a viajeros de todo el mundo, haciendo de él uno de los lugares más visitados de la región. Ha sido un centro de los esfuerzos locales de conservación, y se le concedió estatus de protección temporal en julio de 2007 por el Ministerio de Medio Ambiente, Aguas y Bosques, el primer paso hacia lo que lo convierte primer monumento nacional de Madagascar.

A lo largo de la avenida son de una docena de árboles de unos 30 metros de altura, de la especie Adansonia grandidier, endémica de Madagascar. Los árboles Baobab, de hasta 800 años de edad, son conocidos localmente como Renala, lo que en idioma malgache significa la madre de la selva, son un legado de los densos bosques tropicales que alguna vez prosperó en Madagascar. Los árboles originalmente no se encontraban de forma aislada sobre el paisaje de matorral seco, al contrario pertenecían a un bosque denso. Con los años, como la población del país creció, los bosques fueron talados para la agricultura, dejando sólo los árboles baobab, que los lugareños conservan tanto por respeto como por su valor por ser fuente de alimento y material de construcción.
La zona no es un parque nacional, y los árboles se ven amenazados por la deforestación, por los campos de arroz y plantaciones de caña de azúcar, y también por los incendios forestales. A pesar de su popularidad como destino turístico, la zona no tiene puertas o costos por visitas, y por lo tanto los residentes locales reciben pocos ingresos del turismoConservation International en colaboración con Fanamby, una ONG de Madagascar, ha puesto en marcha un proyecto de ecoturismo destinadas a la conservación de la zona y la mejora económica para la comunidad local.