Muchos tenemos a alguien que se fue antes que le pudiéramos decir adiós.
No importa en que creamos, de alguna manera sentimos que hay personas que nunca se fueron del todo, y que su energía se transformó, en una estrella, una mariposa, una canción, un matecito caliente a la mañana, un pan casero con manteca.
Muchos tenemos a quien le contamos cosas pensando que las palabras que flotan en el aire llegarán,
pensando que no solo llegarán, si no que además harán eco para volver en forma de un abrazo de sol de mediodía, en forma de una flor, coloreando el invierno, en forma de un colibrí que se suspendió unos segundos en la ventana, en forma de las palabras justas que te regaló alguien que quizá ni conocías.
Muchos tenemos a alguien que a veces pareciera nos deja una señal en el medio de la nada, para decirnos, es por acá, confía.
Alguien a quien guiñarle un ojo cuando las cosas salen como queríamos.
Todos tenemos a alguien que se fue antes de tiempo, aunque dicen por ahí que cada cual viaja cuando lo tiene que hacer, porque ya cumplió su misión.
Que se yo, nadie quiere que las personas que amamos se vayan, pero es parte de la vida.
Yo no tengo idea de nada, no tengo ni religión, ni se que carajo pasa cuando finalmente dejamos este cuerpo, lo que si se es que las personas dejan lo que fueron, el recuerdo de lo que amaron, lo que soñaron, lo que sintieron, el amor que pudieron dar, como hicieron sentir a los demás.
Quizá sea eso lo que nos acompaña de ellos, la fe absoluta de que dejaron tanto, que se queda con nosotros para siempre, y que quizá ese sol que nos llega a acariciar, somos nosotros mismos permitiéndonos sentir la dulzura de lo simple.
Al fin y al cabo la dulzura de lo simple estaba en ellos también.
En las manos suaves de una abuela, en una mamá tapando a su hijo cuando duerme, en las palabras de un padre que intenta acercarse aunque le cueste porque no le enseñaron como.
En la canción que te dedicó quien amaste tanto, en el abrazo de un hermano, en las palabras y la compañía incondicional de un amigo, en la risa de alguien que ha sufrido tanto.
Sea como sea, están ahí, en todos lados.
Por ahí no les dijimos adiós,
Porque nunca tuvimos que despedirlos.
No importa en que creamos, de alguna manera sentimos que hay personas que nunca se fueron del todo, y que su energía se transformó, en una estrella, una mariposa, una canción, un matecito caliente a la mañana, un pan casero con manteca.
Muchos tenemos a quien le contamos cosas pensando que las palabras que flotan en el aire llegarán,
pensando que no solo llegarán, si no que además harán eco para volver en forma de un abrazo de sol de mediodía, en forma de una flor, coloreando el invierno, en forma de un colibrí que se suspendió unos segundos en la ventana, en forma de las palabras justas que te regaló alguien que quizá ni conocías.
Muchos tenemos a alguien que a veces pareciera nos deja una señal en el medio de la nada, para decirnos, es por acá, confía.
Alguien a quien guiñarle un ojo cuando las cosas salen como queríamos.
Todos tenemos a alguien que se fue antes de tiempo, aunque dicen por ahí que cada cual viaja cuando lo tiene que hacer, porque ya cumplió su misión.
Que se yo, nadie quiere que las personas que amamos se vayan, pero es parte de la vida.
Yo no tengo idea de nada, no tengo ni religión, ni se que carajo pasa cuando finalmente dejamos este cuerpo, lo que si se es que las personas dejan lo que fueron, el recuerdo de lo que amaron, lo que soñaron, lo que sintieron, el amor que pudieron dar, como hicieron sentir a los demás.
Quizá sea eso lo que nos acompaña de ellos, la fe absoluta de que dejaron tanto, que se queda con nosotros para siempre, y que quizá ese sol que nos llega a acariciar, somos nosotros mismos permitiéndonos sentir la dulzura de lo simple.
Al fin y al cabo la dulzura de lo simple estaba en ellos también.
En las manos suaves de una abuela, en una mamá tapando a su hijo cuando duerme, en las palabras de un padre que intenta acercarse aunque le cueste porque no le enseñaron como.
En la canción que te dedicó quien amaste tanto, en el abrazo de un hermano, en las palabras y la compañía incondicional de un amigo, en la risa de alguien que ha sufrido tanto.
Sea como sea, están ahí, en todos lados.
Por ahí no les dijimos adiós,
Porque nunca tuvimos que despedirlos.
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