viernes, 31 de enero de 2020

Lorena Pronsky

De repente te agradezco y te confieso mi milagro, cuando me doy cuenta que abrazás mis heridas sin ningún miedo a que se te claven mis espinas. Eso sí es saberse bien amado. Ver como te comes mi veneno sin miedo a contagiarte, solamente para que mi propio trago me resulte menos amargo.
Eso es que te quieran con el pecho bien abierto, sin guantes en las manos y aceptando la simpleza de asumirme flor y tierra.
Cielo y barro.
Haciendo lo que puedo con lo que la vida hizo conmigo y lo que yo hice con ella.
A veces, siendo capaz de todo y otras veces, sin ganas de latir, ni siquiera a tu lado.
Eso es que te quieran bien. En lo que soy y en lo que no puedo llegar a ser. Ni hoy. Ni mañana. Ni quizá nunca.
Querer bien.
En silencio, con la queja en el bolsillo y sin pedirme nada a cambio.
Sos la suerte que tengo. La incondicionalidad que me regaló el destino. La casualidad hermosa de habernos mirado y no sólo habernos visto.
La inocencia de tu amor sublime, de elegirme entera, en cualquiera de mis dos lados.

Lorena Pronsky

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