Cada idioma se distingue del resto por su gramática, vocabulario y por sus sonidos específicos, es decir, su musicalidad. Además, dentro de cada idioma, los diferentes dialectos que de él se derivan se distinguen también por tener una musicalidad propia.
El espectro sonoro de una lengua varía en función de la cantidad de vocales que contenga. A menor número de vocales, menor es el abanico de sonidos. Esto significa que cuanto más limitado sea el espectro de nuestra lengua materna mayor será, en principio, la dificultad para reconocer nuevos fonemas de otros idiomas, lo que se traducirá en un marcado “acento” al hablarlos.
Dado que el acento juega un papel crucial en la comprensión de una lengua veamos cómo la música puede ayudarnos (y mucho) a mejorar el nuestro cuando se aprende un nuevo idioma.
El poder de la música
Aprender música dota al oído humano de mayor sensibilidad a los diferentes sonidos, aumentando su capacidad para captar matices. El oído del músico está educado para escuchar un rango de frecuencias mayor que el usado en el habla y de ahí que esté familiarizado con una variedad de sonoridades mucho más amplia.
A mayor riqueza melódica de la música que se estudie, mayor será el estímulo que reciba el cerebro y mejor la aptitud para discernir distintos tonos y frecuencias. Es decir, que a esto siempre ayudará más la música clásica que el reggaeton, ¡pero sobre gustos los colores!
La música ayuda, por tanto, a procesar los sonidos y a saber diferenciarlos pues gracias a ella se amplía nuestro espectro auditivo y esto nos permite detectar los cambios de tonalidad en el habla. En definitiva, la música nos permite conocer sonidos extraños que posteriormente vamos reconociendo poco a poco y, a la postre, comprendiendo.
Aunque es durante la infancia cuando más “dispuesto” está nuestro cerebro para aprender música y otros idiomas, la capacidad del oído es elástica y nunca es tarde para empezar a entrenarlo. Se trataría por tanto de ejercitar el oído a través de la educación musical y las formas de hacerlo son de lo más variadas:
1. Aprender a tocar un instrumento
Curiosamente, cuando se practica música y se habla un idioma extranjero se activa la misma región del cerebro. Además, se ha demostrado que aprender a tocar un instrumento desarrolla la actividad entre ambos hemisferios cerebrales, lo cual hace que consigamos procesar la información de manera más rápida. No solo conseguimos una mayor agilidad mental sino que también se entrena la memoria. ¡Son todo ventajas!
2. Escuchar música en general y en el idioma que se estudia en particular
Se trata de una escucha activa, consciente y analítica que permita ir discerniendo los fonemas novedosos a nuestros oídos e ir reconociendo así un cada vez mayor espectro de sonidos. De hecho, uno de los mejores ejercicios es y será siempre intentar sacar la letra de una canción para luego…
3. ¡Cantar!
En la ducha, en el coche o en un karaoke. ¡Donde quieras! Cantar nos ayuda a consolidar el ritmo implícito en cada idioma. Y así como de niños aprendemos a hablar por imitación, escuchar una canción y repetirla (cantando) reforzará nuestra memoria verbal y nos facilitará el aprendizaje de frases completas de la lengua extranjera.
En resumen, educar y ejercitar nuestro oído musical mejorará progresivamente nuestra disposición a pronunciar nuevos sonidos, o lo que es lo mismo, mejorará nuestra entonación y acento en la lengua extranjera que estemos aprendiendo.
¡La música nos ayudará a aprehender los matices de cada idioma para poder así expresarnos casi casi como un oriundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario