La llamada Mona Lisa de Isleworth es una obra pictórica que tradicionalmente se ha considerado como una copia de La Gioconda, aunque también se ha sugerido que pudo ser una versión anterior a la del famoso cuadro del Museo del Louvre. Según esta hipótesis, que sigue siendo discutida, habría sido realizada por el propio Leonardo da Vinci. En 2013, la prensa internacional publicó que las pruebas de radiocarbono realizadas sobre el cuadro por la Swiss Federal Institute of Technology demuestran que la tela fue confeccionada entre 1410 y 1455 (sin embargo, no se especifica la fecha en que esta fue pintada).
Existen varias diferencias entre los dos cuadros: en primer lugar, la retratada en la Mona Lisa de Isleworth es claramente una mujer más joven que la persona retratada en La Gioconda; por otra parte, mientras La Gioconda expuesta en el Louvre está pintada sobre madera, en concreto una tabla de álamo, la Mona Lisa de Isleworth está pintada sobre lienzo.
Otra diferencia es el tamaño de los dos cuadros y el paisaje de fondo de la Mona Lisa de Isleworth tiene muchos menos detalles que La Gioconda.
La Gioconda o Mona Lisa del taller de Leonardo da Vinci, también conocida como «La Gioconda del Prado», es una pintura realizada al óleo sobre tabla de nogal, entre 1503 y 1519, y conservada desde 1819 en el Museo del Prado de Madrid (España). La obra repite, de manera muy precisa, el cuadro de La Gioconda, obra maestra de Leonardo y conservado en el Museo del Louvre de París (Francia). De las numerosas copias existentes de la obra, esta tabla es considerada la versión más temprana de las conocidas hasta la fecha. Además, presenta la peculiaridad de haber sido realizada de forma simultánea al original por uno de los alumnos del maestro, siguiendo el mismo proceso de elaboración y bajo la supervisión y posible intervención del propio Leonardo.
La primera referencia segura a esta obra en España es la que hizo en el siglo XVIII el historiador Antonio Ponz en su Viage de España, aunque su entrada al país, y en particular a las colecciones reales españolas, debió de producirse tiempo atrás, puesto que parece que en las primeras décadas del siglo XVII ya se encontraba en España. Probablemente se trate de la «mujer de mano de Leonardo Abince» inventariada en 1666 en la Galería del Mediodía del desaparecido Real Alcázar de Madrid. Habitualmente expuesta en el Prado desde su llegada en el primer tercio del siglo XIX, la obra fue sometida a un proceso de estudio, limpieza y restauración a partir de 2010 ante una petición de préstamo para la exposición temporal, La Sainte Anne, l'ultime chef-d'œuvre de Léonard de Vinci (La Santa Ana, la última obra maestra de Leonardo da Vinci), que se inauguró a finales de marzo de 2012 en el Louvre. Este proceso consistió en un examen técnico estándar a la que fue sometida, que incluyó reflectografía infrarroja, radiografía, fluorescencia inducida con luz ultravioleta e inspección con lupa binocular. La reflectografía y el examen de la superficie de la tabla con luz rasante revelaron la presencia de un paisaje debajo del fondo oscuro que rodeaba la figura. Se comparó la reflectografía con la que se había sacado en 2004 del cuadro del maestro y se comprobó que el dibujo subyacente es similar en ambas obras y que las correcciones que aparecen en la pintura original se repiten una por una en la copia.
Gracias a este estudio técnico y restauración, se pudo recuperar su aspecto original, así como su importancia histórico-artística, ya que hoy en día se considera la versión más importante de La Gioconda, así como uno de los testimonios más importantes de las prácticas del taller de Leonardo. El conservador del Museo del Prado, Miguel Falomir Faus, afirmaba en la guía de pintura italiana del Renacimiento del museo que: «sea quien fuere, se trata de un pintor discreto responsable de las imperfecciones anatómicas presentes en la copia y ausentes en el original, como el deficiente tratamiento del pecho de la modelo. Es además un pintor técnica y estéticamente alejado de Leonardo Poseedor de una caligrafía minuciosa, desconoce el "sfumato" leonardesco, como se percibe en el modo de aplicar el color, sin matices y en superficies limitadas por gruesas líneas negras». Tras el redescubrimiento del paisaje del fondo, añadió: «esto está ejecutado por un pintor que es de una pincelada, una caligrafía, mucho más lineal, mucho más compacta, y que no tiene nada que ver con el sfumato del Leonardo maduro. La ventaja que tiene es que evidentemente el cuadro tiene menos calidad, tiene menos misterio, pero se pueden percibir elementos que en el otro están apenas sugeridos».
Su estado de conservación es mucho mejor que el de la obra del Louvre, influido por la naturaleza de la tabla de mejor calidad. Su aspecto más limpio y su ejecución mucho más nítida permiten obtener información sobre el paisaje del fondo y sobre detalles de elementos poco visibles en el cuadro de París: el color pelirrojo del cabello, el vestido, el velo, la silla, o las columnas, entre otros. La tabla de tan buena calidad suscita interrogantes sobre la identidad del comitente; incluso se ha creído que fue la obra del Prado la que Leonardo entregó a Lisa Gherardini y a su esposo, Francesco del Giocondo, como el retrato original, mientras él seguía buscando la perfección en su obra. Asimismo, la Mona Lisa de Madrid está realizada con materiales muy nobles, como el lapislázuli e incluso con laca roja, lo que sugiere que debió de tratarse de algún encargo importante. En cualquier caso, por su ejecución esmerada y factura muy cuidada, la obra del Prado no puede ser considerada como una simple y rutinaria copia de taller,18 a pesar de las diferentes calidades entre la original y esta, la cual, no obstante, presenta la singularidad de no intentar hacerse pasar por La Gioconda del maestro.
Sobre la autoría, se ha asegurado que la obra de Madrid fue realizada por alguno de los alumnos más aventajados y próximos a Leonardo, quizá Francesco Melzi o Andrea Salai, herederos de su obra artística y quienes tenían acceso directo a su fondo de paisajes; si bien, reconocidos expertos italianos apuntan a un discípulo español, acaso Fernando Yáñez de la Almedina o Fernando Llanos, pintores activos en el ámbito valenciano que colaboraron con Leonardo en Florencia.
Autor anónimo, 1503-1519
Técnica Óleo sobre tabla de nogal
Estilo Renacimiento
Medidas 76,3 x 57
Museo del Prado, Madrid
Además de la Gioconda que se exhibe en el Louvre, Leonardo Da Vinci habría realizado otra pintura semejante en poder de un oligarca ruso de San Petersburgo, un retrato de la misma modelo, Lisa Gherardini, aunque más joven.
“La Gioconda de las Columnas”, como es conocida la pintura -porque dentro del paisaje de trasfondo aparecen unas columnas- ha sido sometida a minuciosos análisis que confirmarían que fue igualmente realizada por el genio del Renacimiento, dijo a Notimex Silvano Vincenti, experto que coordinó la investigación.
“La posibilidad que Leonardo haya realizado una Gioconda con las Columnas, hasta hoy desconocida a la mayoría de las personas, representa el resultado de una larga y articulada investigación pericial hecha a una pintura que forma parte de una colección privada en San Petersburgo, Rusia”, señaló.
Vinceti, presidente del Comité italiano para la Valorización de los Bienes Históricos, Culturales y Ambientales, precisó que tuvo la oportunidad de ver y estudiar personalmente el retrato en cuestión, que habría tenido como modelo también a Gherardini (1479-1542), esposa de Francesco del Giocondo y conocida como Mona (Doña) Lisa.
La investigación se valió de un nuevo método pericial en el que el historiador de arte ya no es la única autoridad que decide la paternidad de una obra.
En la nueva modalidad usa las más avanzadas técnicas, como rayos infrarojos, rayos X y photoshop avanzado, conjugadas con el análisis estricto de las fuentes históricas.
Tales técnicas, informó, pusieron en evidencia la plena compatibilidad de esa pintura con el periodo en el cual Leonardo realizaba sus obras de arte.
A través del photoshop avanzado fue comparada la Gioconda de las Columnas con el dibujo preparatorio que Da Vinci hizo antes de realizar el cuadro expuesto en el Louvre y que según Carlo Pedretti, el máximo experto en la obra del maestro, es auténtico.
“En la comparación entre el dibujo preparatorio y la Gioconda rusa salió a la luz la plena sobreposición entre ambos, además de la edad más joven (de la modelo) del dibujo preparatorio y de la Gioconda rusa respecto a la del Louvre”, dijo.
Asimismo, fue encontrada una perfecta coincidencia entre la silueta del labio superior del dibujo preparatorio y la Monalisa rusa (y no de la del Louvre) y entre los espacios de los dedos de la mano derecha del primero y la segunda.
Otro detalles importante tiene que ver con la figura del labio superior de la Gioconda. En el dibujo preparatorio la línea es ondeante, como en la Gioconda rusa, mientras que en la del Louvre es más lineal.
“Hay que subrayar que el dibujo con el segmento ondeante es seguramente de Leonardo y se encuentra en la biblioteca Real de Inglaterra”, dijo Vinceti.
Un elemento más es el color de las manos, que según Pedretti son más oscuras que el rostro en la Gioconda del Louvre y en la rusa, a diferencia de las copias (hechas por otros artistas) del mismo cuadro, lo que obedecería a las técnicas del claro oscuro que Leonardo manejaba con maestría.
Vincenti también citó a uno de los máximos restauradores de las pinturas de Da Vinci, que luego de un atento examen de las fotografías en alta definición de la pintura rusa estuvo de acuerdo en que existe una alta posibilidad de que sea obra del maestro.
Asimismo, en los ojos de la Gioconda rusa aparecen las letras S y L, al igual que en la del Louvre, pero mientras la primera fue realizada en tela, la del museo parisino fue hecha sobre tabla de álamo.
Vinceti citó testimonios del fraile del Refectorio del Convento de Santa Maria de las Gracias de Milán (que custodia el cuadro La Ultima Cena) y de historiadores de la Biblioteca Ambrosiana (fundada en 1609), según los cuales Da Vinci realizó obras en tela y transmitió sus experiencias al respecto en su Tratado de Pintura.
El experto mencionó otras fuentes indirectas, como algunas pinturas de Raffaello (1483-1520), en particular la Virgen del Unicornio, con las mismas poses que la Gioconda rusa y que ese artista habría copiado de Leonardo, ante quien acudió en 1500 para aprender de su obra.
Además, recordó que han sido atribuidas a Gian Giacomo Caprotti, mejor conocido como el “Salai”, discípulo favorito de Da Vinci (y su presunto amante) dos cuadros de la Gioconda de las Columnas que debió haber copiado de su mentor.
El mismo “Salai”, según fuentes históricas, vendió a un alto precio un cuadro desconocido al rey de Francia, que para Vinceti podía haber sido la Gioconda rusa, pues resultaría poco creíble que el soberano hubiese comprado por esa cifra una pintura del discípulo, cuya obra era considerada de escaso valor en la época.
“Todos los elementos salidos a la luz con esta larga y fascinante aventura investigativa están a disposición de todos”, indicó.
“Personalmente me limito a señalar la posibilidad de que la mano de Leonardo y de uno de sus discípulos (haya estado en la Gioconda de las Columnas) es una hipótesis con su propia dignidad”, señaló Vincenti, conocido por haber descubierto la tumba de la Mona Lisa en el Convento Santa Orsola de Florencia.
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