Soy muy negro. No doy mala suerte, pero la mala suerte existe:
mi mala suerte eres tú.
Tú, que crees que los colores deciden destinos.
Tú, que me apedreas para que me aleje en nombre de incultos.
Tú, que me condenas al abandono por creencias tan antiguas que ya ni conoces.
Tú, que teniendo sensibilidad para adoptar, nunca me eliges.
La mala suerte no se atrae, ni se evita; no se contagia. La mala suerte no es cruzarse conmigo, es nacer yo.
La tradición suele tener las manos manchadas de injusticia. Quizás unos nazcan con estrella y otros estrellados. No todo es culpa de uno mismo, pero seguro que no es culpa mía.
Mi futuro es tan negro como mi pelaje desde hace siglos. He ardido en hogueras atroces junto a mujeres sabías y valientes, he sido torturado y sacrificado en rituales absurdos, me han evitado o aniquilado como a la peste. Llevo siete vidas tratando de entender cómo algo tan absurdo os hace así de crueles e injustos. Que dolorosa incoherencia,
qué mala suerte nacer negro.
Adóptame y comprenderás que ayudando rehaces, que guareciendo recibes. Entenderás a través de mi mirada agradecida que a la mala suerte se la ahuyenta con empatía, no con superstición.
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