La vida nos enseña que siempre hay que volar alto, muy muy alto.
Más alto que la envidia, que la falsedad.
Más que el dolor, la maldad, la hipocresía, el odio, el qué dirán.
Más alto que las lágrimas, los juicios, los por qués que no llevan a ningún lugar.
Siempre hay que volar alto, donde ciertas palabras no pueden ofendernos, donde ciertos gestos no pueden herirnos, donde ciertas personas nunca podrán llegar.
Es allí donde hay que volar sin mirar jamás hacia donde no queremos regresar.
Patricia Girol
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