No hay poesía que salve
de los odios más vulgares,
de los canallas de alcantarilla,
de los que destruyen
como único modo de nombrarse.
Y sin embargo,
insistimos,
con estos dos o tres versos fallidos,
con los encuentros y los amigos,
con la palabra que siempre besa
los labios de los excluidos.
No hay poesía que salve
de los que hacen la vista a un lado,
o del que se mira sólo a sí mismo,
como único modo de andar.
Y sin embargo,
insitimos,
aunque nos duela la garganta,
buscamos el poema que cante
un abrazo
en el vendaval.
Nos llamarán ingenuos,
dirán que no tiene sentido,
pero sobre el verso
que no ha podido salvarnos
una pequeña flor nueva
brotará.
Carla Demark
Imagen tomada de la Web
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