"Usados en común: estaciones del año, libros y una música.
Las llaves, los boles de té, la panera, sabanas y una cama.
Un ajuar de palabras, de gestos, traídos, empleados, gastados.
Un reglamento de casa observado. Dicho. Hecho. Y siempre alargada la mano.
De inviernos, de un septeto vienés y de vernos me he enamorado.
De mapas, de un poblacho de montañas, de una paya y de una cama.
Con fechas he hecho un culto, promesas he declarado irrevocables,
he adorado un algo y he sido devota delante de una nada,
(-de un periódico he doblado, de las cenizas frías, del papel con un apunte)
impávida ante la religión, porque la iglesia era esta cama.
De la vista de un lago surgió mi pintura inagotable.
Desde el balcón había que saludar a los pueblos, mis vecinos.
Junto al fuego de la chimenea, en la seguridad, mi cabello tenía su color más intenso.
La llamada a la puerta era alarma para mi alegría.
No te he perdido a ti,
sino al mundo".
“Una especie de pérdida", Ingeborg Bachmann
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