No recordaba cuánto tiempo hacía que había empezado a hablar solo y en voz alta, cuando no tenía nadie con quien hablar. En los viejos tiempos, cundo estaba solo, cantaba; a veces de noche cuando hacía su guardia al timón de los botes y los tortugueros... Cuando él y el muchacho pescaban, generalmente hablaba solo cuando era necesario. Se consideraba una virtud no hablar innecesariamente en el mar y el viejo siempre lo había considerado así y lo respetaba. Pero ahora expresaba sus pensamientos en voz alta muchas veces, puesto que no había nadie a quien pudiera molestar.
Ernest Hemingway,
El viejo y el mar
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