Dicen que quien mucho espera, se decepciona y que quien nada espera, se sorprende. Es por esto que me parece mucho más atractivo vivir asombrada. Sin embargo, es verdaderamente difícil no esperar nada de nadie…
Si quieres sentirte defraudado, entonces pon toda tu ilusión en que suceda algo o en que alguien haga algo. Tus expectativas tienen mayor poder para hacerte daño cuanta más esperanza pones en ellas. Así de simple.
Lo cierto es que la vida es un misterio que merece ser vivido. En este sentido, lo recomendable es no estar pendientes de manera constante de lo que va a suceder o de cómo se van a comportar los demás con nosotros.
Si nos paramos a pensar sobre esto, nos daremos cuenta de que no es algo que solo nos afecte a nosotros porque nos sentimos defraudados, sino que estamos coaccionando a los demás y privándolos de su libertad de acción.Estamos cansados de que nuestros planes al final nunca salgan bien, o de que sentir que nuestros amigos, nuestros compañeros, nuestra pareja o nuestra familia nos han fallado. Pero es muy complicado dejar de esperar que tu pareja esté en cada momento a tu lado o que tus amigos estén siempre disponibles es harto difícil para la gran mayoría.
Esto se acaba convirtiendo en la pescadilla que se muerde la cola; es decir, que entramos en modo bucle, no avanzamos y enquistamos más el problema.
Para darnos cuenta de esto deberíamos de pensar lo que nos sucede a la inversa, o sea, cuando alguien espera algo de nosotros y así nos lo muestra. ¿Verdad que cuando esto ocurre te sientes con cierta “obligación moral”?
Como consecuencia de ello acabamos quemándonos y, en no pocas ocasiones, actuando en modo rebote. Es decir, que cuanto más esperen de nosotros y más hagamos por cumplir esas expectativas, más probabilidad habrá de que nos rebelemos y actuemos como nos plazca.
A veces llegamos incluso a actuar en contra de nuestra voluntad solamente por reafirmarnos. Esto ocurre con mucha frecuencia en las relaciones de pareja y es que, cuanto más se solicita, más probabilidades de saturación tenemos.
Lo que esperes, que sea de ti mismo
Lo ideal es que para no defraudarnos y no agobiarnos no esperemos nada de nadie, sino que dejemos que la vida fluya como corresponda.
Cuando dejemos de ponernos este tipo de trabas notaremos que todo se vuelve mucho más simple, que podemos decirle adiós a las necesidades y que hemos descargado piedras de nuestra mochila.
El objetivo último es enmarcar nuestras expectativas en nosotros mismos y no en los otros, pues además de que muchas veces somos injustos nos conduce a la decepción. Este desencanto o desilusión suele producir cierta desconfianza y, por lo tanto, estados emocionales indeseables y actitudes poco saludables.
Estamos tan enfermos de certeza que no conseguimos tolerar la incertidumbre en nuestras relaciones. Por esta razón, la única medicina que puede evitar que nos sintamos abandonados o defraudados es trabajar nuestros miedos y nuestros aspectos emocionales más íntimos de tal manera que no dependamos de los demás para ser felices.
Es decir, es muy angustiante pensar que la persona que amas puede dejar de hacerlo, pero cuida que ese miedo no vaya unido a inseguridades e idealizaciones.
Que alguien no esté pendiente de ti a cada segundo o que no tenga el detalle que tu hubieses tenido no quiere decir que no te quiera. Simplemente significa que sois personas diferentes.
Ahora bien, si alguien no te atiende nunca no se trata ya de una cuestión de expectativas, sino de falta de respeto y de interés. Aunque por suerte o por desgracia esto solo se aprende a base de golpes, o sea, con la experiencia.
Volviendo al tema principal, si no quieres decepcionarte, no te esclavices esperando a que los demás actúen como tú consideras adecuado o esperas. No estés continuamente pendiente de que los demás muevan la ficha, pues hay partidas en las que tenemos que jugar solos.
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