El violinista azul (1947)
Desde su infancia, la música siempre estuvo presente en la vida y en la obra de Marc Chagall. Pero esa presencia lejos de mitigarse se acrecentó hasta el punto de que su hacer pictórico puede entenderse al modo de una composición musical. Los colores se disponen en el cuadro como tonalidades, los objetos se disponen en el lienzo como las notas de una partitura e incluso como los instrumentos de una orquesta. Además de todo ello, la influencia de los elementos musicales acrecienta aún más en el espíritu y en la letra de su obra la sensación de liberación del peso de la gravedad.
L' ange bleu (1938)
Así, sus cuadros desde el punto de vista del contenido están plagados de continuadas referencias a la música (instrumentos, intérpretes, ritmos,…); pero también desde el punto de vista formal: los valores compositivos, el uso expresionista del color, la condensación volumétrica, el irreal (o surreal) carácter figuracionista, todo ello puede ser leído en una confluencia de lenguajes (plástico y musical) que colaborarán en la creación de composiciones más libres, más emotivas, más danzantes y cálidamente volátiles. Este acercamiento a la pintura de Chagall desde la música, y desde sus músicas, permite entender mejor su idea del arte como celebración, como con-versión al amor y a la alegría de una vida vivida desde esa partitura. Como él decía: El color, como la música, es vibración. Todo es vibración.
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