jueves, 9 de marzo de 2023

Yo las apoyo, pero no me quiten mí brasier, Gabriela Martínez Ullóa

Si las apoyo, pero no me quiten mi brasier

Una de las pocas cosas con las que estamos de acuerdo en este país, es el respetar los días feriados que a Godínez como mí dan la oportunidad de asistir al desayuno con las amigas. Esta vez, la cita fue a las diez de la mañana, pero en esta ciudad todo el mundo va tarde. No yo, que llegué temprano para disfrutar del solecito invernal mientras tomaba café y revisaba mi Facebook. Ya estoy acostumbrada; al no tener hijos parezco gozar de todo el tiempo del mundo.  

 Una vez reunido el quorum de besos y abrazos, procedimos a compartir las más recientes fotos de hijos, mascotas y vacaciones para comenzar con el tema que nos llevaría toda la mañana: el uso del brasier. ¿Qué no habíamos tenido esta conversación colectiva en los sesenta?, me pregunté.  Marina, una de mis comadres más conservadoras llegó infartada a platicarnos que Lorenita, su hija de veinte años le informó que había dejado de usar brasier y tuvieron un pleitazo espectacular al respecto. Cabe señalar que apenas habían empezado a reparar la relación después de la hecatombe de la copa menstrual.   

 La conversación se prendió como fuego, inmediatamente todas tenían algo que compartir. Quise esperar a escuchar un poco más antes de dar mi opinión. Al parecer lo que más le agobiaba a la mayoría, era la idea de las niñas enseñando los pechos en la calle. De entrada, la preocupación era por su seguridad más que otra cosa. Entonces fue cuando les pregunté: ¿cómo saben que yo traigo puesto un brasier? Inmediatamente todas voltearon a inspeccionar mi pecho, sin pudor ni disimulo, pero debajo de la abultada chaquetita lila de franela no se alcanzaba a distinguir mucho. Menciono mi atuendo porque si bien no tendrá hijas, sí sé mucho más de moda que el resto. “Bueno”, dijo Eliza, “al final la mujer se ha estado quitando y poniendo prendas toda la historia.” Es cierto añadí: hace poco recuerdo a mi madre quejarse de cuando era joven y no podía ir sin medias a trabajar por más calor que hiciera y mi abuela usó pantalones en cuanto se murió el abuelo.”  

 Alguien más recordó haber leído que el brasier lo diseño una francesa, tratando de dar a las mujeres una salida a la constricción del corsé. ¿Se imaginan usar una pieza de tela rígida que amarrara todo tu tronco como tubo de pasta de dientes? Con razón siempre se retraban sentadas. Y así, cuando una a una empezábamos a coincidir en que los brasieres son incomodísimos, caros y fáciles de sustituir por otras prendas.
Marina pegó el grito al cielo: “pues eso será cuando vivamos en Holanda, aquí los hombres son unos cochinos y nosotras nos tenemos que cuidar”. 

Ésta conversación la hemos tenido antes cuando tratamos de explicarle que decir que una mujer usa un atuendo provocador es responsabilizarla de la mala conducta que puedan tener algunos hombres. No le hizo gracia cuando le dije que esa era la lógica talibán que apedreaba a las mujeres en las calles por llevar el rostro descubierto. Lo que me llevó a preguntarle: ¿Entonces crees que mientras peor se porten los hombres, más nos debemos cubrir?  Ella tomó un momento para pensar y dijo: “claro que no, a este paso nuestras nietas tendrían que salir en burka completa a la calle". Y ahí fue donde nos quedamos atoradas, ¿cómo educar mujeres libres e independientes mientras evitamos exponerlas a una violencia sistémica y predatoria que las puede devorar en un segundo? 

 Gracias a dios, Lulú rompió la tensión con su duda: “¿Entonces, si quiero apoyar a las chicas, tengo que dejar mi brasier? La carita aterrorizada con la que lanzó la pregunta nos hizo pensar en su caso, pues todas hemos oído el terrible pesar que para ella ha sido ser tan bustona,  DD para ser exactos.  En seguida, la adorable mujer aclaró: “porque yo acabo de gastar dos quincenas en un par de brasieres que se vieran ligeramente lindos e hicieran su trabajo, como para ahora tenerme que organizar toda una obra de ingeniería en la mañana para poder salir de la casa.” Todas empezamos a reír con ella cuando puntualizó: “yo las apoyo, pero no me quiten mi brasier.” 

 

Al final he pensado más al respecto, creo que cada quien se debe vestir con lo que más cómodo le siente y a las jóvenes no las deberíamos condenar por hacer lo que hemos hecho todas antes; empujar para adelante. 

Historias de Mujeres.

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