En nuestro diario vivir las situaciones están impregnadas de emociones y sensaciones, que le dan significado a nuestra existencia de forma positiva y negativa; y estas a su vez impactan en nuestra personalidad, pensamientos y sentimientos, es decir nos vamos configurando en todo momento.
Iniciemos el presente artículo preguntándote algo: ¿Tus experiencias tienen un final? ó ¿Prefieres que el tiempo tome la iniciativa esperando que el olvido, o mejores experiencias sustituyan lo que te hace daño?
Me gustaría usar una analogía para identificar la valía de cerrar ciclos: ¡Sabías que cortar una cebolla produce llanto, ya que al cortar desgarramos sus células liberando una enzima denominada alinasa que irrita y desencadena el llanto!, ahora imagina que tú eres esa cebolla, te has dado cuenta que las cebollas están en capas que no cierran, simplemente envuelven una encima de otra, piensa que cuando una experiencia nueva, recuerdo, sentimiento entran cual cuchillo y te cortan, liberan todos aquellos momentos que creías estaban superados y te hacen desbordarte emocionalmente. La importancia de un ciclo que cierra es que puedas vivir con la tranquilidad y el aprendizaje de que toda experiencia buena y mala no afecten tu bienestar en un futuro.
Toda situación que no concluye produce malestar emocional, dejando enojo, tristeza, dolor, resentimiento, culpa, expectativas no cumplidas; tratar de olvidar, dejar que el tiempo sane heridas, intentar creer que no paso, hacer uso de mecanismos de defensa son algunas de las muchas cosas a las que recurrimos con el objetivo de no sufrir con la ambiciosa idea de superar, de empezar de cero; lo cierto de esto es que hacerlo provoca que usemos gran parte de nuestra energía y más haya de cerrar una herida favorecemos a que esta sea vulnerable y aún más expuesta; y toda esta energía dirigida hacia el pasado se vuelve débil o escasa para hacer frente al presente y al futuro.
No concluir asuntos del pasado se refleja como incapacidad en nuestro funcionamiento físico y psicológico, pero ¿por qué nos es tan difícil decir adiós?, la respuesta es muchas veces al apego y la esperanza a que algo pudo haber sido diferente o que las cosas aún pueden mejorar o bien que nada ni nadie puede remediar el enojo que siento, provocan que nuestras experiencias de vida se quedan abiertas y laceradas, y es que no se trata de olvidar es permitir a la emoción descubrir su evolución a través de la aceptación y el sentido de existencia que nos ha dejado la experiencia, darnos cuenta que cada situación vivida se enmarca por un aprendizaje que nos empodera y nos da libertad, aceptar que incluso la caída te hace fuerte y en un futuro esa caída será vista con amor y no con dolor.
Te invito a que reflexiones, cuantas experiencias has dejado abiertas y el impacto y desgaste emocional que te conlleva, y una vez que hayas identificado que algo así pudiera estar pasando piensa que puedes aprender de esa experiencia o qué sentido tiene haberla vivido y en qué sentido te hace una mejor y más fuerte persona.
Agradezco infinitamente que me leas y compartas, en el próximo escrito te hablare de aquello en lo que deriva un circulo abierto o perdida, y se llama Duelo.
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