Pocos saben que Alfonsina Storni frecuentaba Tigre al igual que sus amigos, Horacio Quiroga y Leopoldo Lugones. Pasó algún tiempo en Don Torcuato, en la quinta "Los Granados" de los Botana, durante la convalecencia de su operación de cáncer, ya que Salvadora Onrubia era su gran amiga.
El 25 de octubre de 1938, a la madrugada, Alfonsina dejó su habitación del hotel San Jacinto de Mar del Plata, caminó hasta la escollera del Club Argentino de Mujeres, donde muchas veces había leído sus poemas y se arrojó al mar. Elegía la muerte para poner fin al sufrimiento. Su hijo, sus amigos, los escritores más prestigiosos de la época, las autoridades y el público que la amaba acompañaron su cortejo fúnebre arrojando flores a su paso.
Tigre, su paisaje, sus personajes quedaron plasmados en algunos de sus poemas.
Uno
Viaja en el tren en donde viajo.
¿Viene del Tigre, por ventura?
Su carne firme tiene la moldura
de los varones idos y en su boca
como en prieto canal,
se le sofoca
el bermejo caudal...
Su piel
color de miel
delata el agua que baño la piel.
(¿Hace un momento, acaso, las gavillas
de agua azul, no abrían sus mejillas,
los anchos hombros, su brazada heroica de nadador?)
¿No era una estoica
flor
todo su cuerpo elástico, elegante,
de nadador,
echado hacia adelante
en el esfuerzo vencedor?
La ventanilla copia el pétreo torso
disimulado bajo el blanco lino de la pechera.
(¿En otras vidas, remontaba el corso
mar, la dulce aventura por señuelo,
con la luna primera?)
Luce, ahora, un pañuelo
de fina seda sobre el corazón,
y sobre media delicada cae su pantalón.
Desde mi asiento, inexpresiva, espío
sin mirar casi, su perfil de cobre.
¿Me siente acaso? ¿Sabe que está sobre
su tenso cuello este deseo mío
de deslizar la mano suavemente
por el hombro potente?
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