martes, 19 de febrero de 2019

Misa Criolla, Ariel Ramírez (1964)



La Misa Criolla es una obra musical para solistas, coro y orquesta, de naturaleza religiosa y folklórica, creada por el músico argentino Ariel Ramírez. Los textos litúrgicos fueron traducidos y adaptados por los sacerdotes Antonio Osvaldo Catena, Alejandro Mayol y Jesús Gabriel Segade. Considerada una de las obras cumbres de la música argentina. La obra fue inspirada por -y está dedicada a- dos monjas alemanas, Elisabeth y Regina Brückner, quienes durante el nazismo ayudaron con alimentos a los prisioneros de un campo de concentración.
La obra fue compuesta y grabada en 1964 y lanzada como álbum en 1965, con el destacado, conocido y reconocido grupo folklórico Los Fronterizos (Eduardo Madeo, Gerardo López, Julio César Isella y Juan Carlos Moreno) como solistas, Jaime Torres en charango, Domingo Cura en percusión, Raúl Barboza en acordeón, Luis Amaya en guitarra, la Cantoría de la Basílica del Socorro, dirigida por el padre J. G. Segade y una orquesta integrada por instrumentos regionales, dirigida por el propio Ariel Ramírez.
Simultáneamente con la Misa Criolla, Ariel Ramírez compuso Navidad Nuestra, con letra de Félix Luna, e incluida como Lado B del álbum de lanzamiento.

Solistas: Los Fronterizos (Isella, Madeo, Lopez, Moreno)
Coro: Cantoria de la Basilica del Socorro (Dir. Pbro. J. G. Segade)
Dirección: Ariel Ramírez

01. Kyrie - Vidala-Baguala - Ariel Ramirez
02. Gloria - Carnavalito-Yaraví - Ariel Ramirez
03. Credo - Chacarera Trunca
04. Sanctus - Carnaval Cochabambino - Ariel Ramirez
05. Agnus Dei - Estilo Pampeano - Ariel Ramirez
06. La Anunciación - Chamamé - Ariel Ramirez-Félix Luna
07. La Peregrinación - Huella Pampeana - Ariel Ramirez-Félix Luna
08. El Nacimiento - Vidala Catamarqueña - Ariel Ramirez-Félix Luna
09. Los Pastores - Chaya Riojana-Ariel Ramirez-Felix Luna
10. Los Reyes Magos - Takirari - Ariel Ramirez-Félix Luna
11. La Huída - Vidala Tucumana - Ariel Ramirez-Félix Luna



Historia de la composición

La primera inspiración de Ariel Ramírez para escribir una obra religiosa se produjo en los años cincuenta, cuando era un músico desconocido y residía en un convento en Würzburg (Alemania). Allí se relacionó con dos hermanas, Elisabeth y Regina Brückner, quienes le contaron que una hermosa casona frente al convento había sido un campo de concentración durante el nazismo ―apenas unos años antes―, y que ellas, a pesar de estar castigado con la muerte, noche a noche llevaban comida a los prisioneros.

Al finalizar el relato de mis queridas protectoras, sentí que tenía que escribir una obra, algo profundo, religioso, que honrara la vida, que involucrara a las personas más allá de sus creencias, de su raza, de su color u origen. Que se refiriera al hombre, a su dignidad, al valor, a la libertad, al respeto del hombre relacionado a Dios, como su Creador.

En 1954, Ariel Ramírez retomó su idea en un viaje por barco de Liverpool a Buenos Aires, y tomó la decisión de escribir algún día una obra musical en honor de esas dos hermanas alemanas.

Comprendí que solo podía agradecerles escribiendo en su homenaje una obra religiosa, pero no sabía aún cómo realizarla.


Ya en los años sesenta, Ariel Ramírez conversó su idea con un amigo de juventud y sacerdote, el padre Antonio Osvaldo Catena, en ese momento presidente de la Comisión Episcopal para Sudamérica, quien fue el que concibió la idea de «componer una misa con ritmos y formas musicales de esta tierra».​

Una vez realizados los bocetos sobre la estructura, otro sacerdote y director de coro, el padre Jesús Gabriel Segade, fue quien realizó los arreglos corales. El padre Segade fue también quien dirigió el coro (la Cantoría de la Basílica del Socorro) en la primera versión de la Misa criolla.

Estructura de la Obra
El texto de la Misa Criolla es una adaptación realizada por los sacerdotes Antonio Osvaldo Catena, Alejandro Mayol y Jesús Gabriel Segade, del texto litúrgico en español de la misa católica, tal como había sido aprobado en 1963, por la Comisión Episcopal para Sudamérica, presidida precisamente por el padre Antonio Osvaldo Catena, siguiendo los lineamientos del Concilio Vaticano II.
La obra sigue estrictamente el ordinario de la misa. Lo que la hace singular, es el uso de ritmos musicales tradicionales de Argentina.
La estructura es la siguiente:
  • «Kyrie» (vidala-baguala).
  • «Gloria» (carnavalito-yaraví).
  • «Credo» (chacarera trunca).
  • «Sanctus» (carnaval cochabambino).
  • «Agnus dei» (estilo pampeano sureño).


El álbum fue galardonado con discos de oro y platino. Fue ingresado en el catálogo del Vaticano, donde también fue presentada bajo el pontificado del papa Pablo VI, como «obra de importancia religiosa universal».
Tanto Ariel Ramírez, como algunos de los intérpretes destacados de la Misa criolla, como Zamba Quipildor, han insistido en que la obra no debe verse como un mensaje estrictamente «católico», sino como la expresión de un sentimiento universal, vinculado al deseo de paz que existe en todas las culturas humanas.
La Misa criolla ha sido interpretada por destacados artistas de todo el mundo y se trata de la única obra musical argentina publicada en los cinco continentes.​
En 1974, el cantautor argentino Zamba Quipildor realizó una versión en Italia, con el coro Los Madrigalistas (de Bucarest).
En julio de 1987, el tenor español José Carreras grabó una versión en el Santuario de la Bien Aparecida (en Cantabria), con la Coral Salvé de Laredo y como directores musicales al director de la coral, José Luis Ocejo y a Damián Sánchez, bajo la supervisión del propio compositor Ariel Ramírez (quien interpreta el piano y el clave) en la grabación (Philips CD 420 955). Actuaron en la grabación ―además de los citados José Carreras (tenor solista) y Ariel Ramírez (piano y clave)―, Arsenio Zambrano (charango), Domingo Cura (percusión), Lalo Gutiérrez (guitarra), Raúl Barboza (acordeón), Jorge Padin (percusión) y la Coral Salvé de Laredo (coro) bajo la dirección de José Luis Ocejo. Esta fue la versión de mayor difusión mundial.
La cantante peruana Chabuca Granda (1920-1983) grabó una versión en la Basílica de Guadalupe (México).
En 1994 se realizó una remasterización (Philips, 1994) de la primera grabación de la Misa criolla.
En el año 2000, la cantante argentina Mercedes Sosa grabó otra versión de la Misa criolla. Por ese álbum recibió el premio Grammy Latino.
En el año 2014, para la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe el 12 de diciembre, Patricia Sosa interpretó la Misa criolla en la basílica de San Pedro de la Ciudad del Vaticano para una misa presidida por el Papa Francisco.

Nuestra Navidad


La obra Navidad nuestra es una de las grandes creaciones folclóricas argentinas de Ariel Ramírez (1921-2010) como músico y Félix Luna (1925-2009), como poeta, en una larga lista de creaciones compartidas, cada una mejor que la otra. En este caso contaron con la valiosa colaboración del padre Antonio Segade.
Aunque la obra formó desde el principio pareja con la más famosa Misa criolla, como lado B del vinilo original, e incluso mucha gente las toma como una obra de conjunto, en realidad Navidad nuestra es diferente de la misa.
Se trata de una obra donde se recogen seis hitos del evangelio de infancia (haciendo, como es costumbre, mezcla del relato mateano con el lucano), y se los presenta en sendos ritmos folclóricos típicos de distintas regiones de la Argentina. Las poesías, a su vez, se adecuan a las formas habituales en cada uno de los géneros.

  • "La anunciación" (chamamé).
  • "La peregrinación" (huella pampeana).
  • "El nacimiento" (vidala catamarqueña).
  • "Los pastores" (chaya riojana).
  • "Los reyes magos" (taquirari).
  • "La huida" (vidala tucumana).



TESTIMONIO DE ARIEL RAMÍREZ SOBRE LA CREACIÓN DE LA MISA CRIOLLA

En Roma había conocido al Padre Antuña, estudioso prelado de Argentina, quien me presentó al Padre Wenceslao van Lun, un holandés con quien nos entendíamos en un italiano básico pero eficaz, y al mismo tiempo bastante divertido.
Van Lun me llevó a Holanda y desde allí me recomendó a un convento en Würzburg, una pequeña y hermosa localidad a unos 100 km. de Franckfurt.
Todos los seminaristas hablaban alemán, salvo dos monjitas que estaban a cargo de la cocina y a quienes el Padre van Lun me presentó para ayudar a comunicarme, pues suponía que entendían español.
La realidad era que las hermanas Elizabeth y Regina Brückner habían vivido en Portugal, y algo de español entendían, lo cual fue para mí una salvación en todo sentido.
Por fin podía dialogar y, por añadidura, desde ese día, empecé a comer con ellas, directamente en la mesa de trabajo de la cocina.
Frecuentemente, desde la ventana de la cocina, contemplaba el magnífico paisaje semiboscoso, gloriosamente verde, con una enorme casona que a lo lejos se dibujaba de blanco con las últimas nieves de la primavera.
Tanta belleza me producía sentimientos exultantes y, desde mis jóvenes años, me parecía estar un paso más arriba de la tierra.
Ellas no compartían mi entusiasmo.
No podían olvidar que esa casona y las tierras más distantes habían sido parte de un campo de concentración donde hubo alrededor de mil judíos prisioneros.
Desde la distancia, las monjitas me contaron, podían imaginar el horror y el miedo.
Sólo en voz muy baja llegaban noticias acerca del frío y del hambre.
Una estricta regla castigaba con la horca -sin más trámite- a cualquiera que ayudara o simplemente tomara contacto con aquellos que esperaban su trágico destino.
Pero Elizabeth y Regina habían elegido la misericordia y habían sido formadas para el valor, de modo que, noche tras noche, empaquetaban cuantos restos de comida podían y se acercaban sigilosamente al campo para dejar su ayuda en un hueco debajo del alambrado.
Durante ocho meses ese paquete desapareció cada día.
Hasta que un día nadie retiró el paquete y tampoco los siguientes, que se fueron acumulando.
La casa estaba vacía y los rumores esparcieron la noticia acerca del traslado de los prisioneros. El temido viaje se había iniciado una vez más.
Al finalizar el relato de mis queridas protectoras, sentí que tenía que escribir una obra, algo profundo, religioso, que honrara la vida, que involucrara a las personas más allá de sus creencias, de su raza, de su color u origen.
Que se refiriera al hombre, a su dignidad, al valor, a la libertad, al respeto del hombre relacionado a Dios, como su Creador.
Un día de 1954, tal vez del mes de mayo, estando en Liverpool, no puede resistir la tentación de subir a un barco, el Highland Chefstein, que iba a Buenos Aires donde me esperaban mi hija Laura, de cinco años y mis viejos, que superaban los setenta.
Me había convencido que en dos meses regresaría al lugar donde ya había decidido afincarme para siempre, pero el destino me reservaba otro rumbo.
En aquel barco que atravesaba el Atlántico hacia el sur, empecé a rememorar el relato de las hermanitas Brückner y a pensar en toda la solidaridad humana, todo el amor que había recibido, de parte de gente extranjera con la que apenas podíamos comunicarnos por el desconocimiento mutuo de nuestras lenguas.
Me conmovía pensar en que todo lo que recibí fue exclusivamente por amor a mi música y a mi persona.

Hasta que comprendí que sólo podía agradecerles escribiendo en su homenaje una obra religiosa, pero no sabía aún cómo realizarla.


l regresar a Argentina, todo se transformó en mi vida, mi carrera había crecido y mis canciones comenzaron a ser muy populares, poco a poco comencé a ser Ariel Ramírez… con el tiempo Europa quedó muy lejos… pero mi pensamiento seguía centrado en la idea surgida en el Atlántico.
En esta búsqueda comencé a reunir información, y es así que tiempo después me encontré con el Padre Antonio Osvaldo Catena, amigo de la juventud en Santa Fe, mi ciudad natal.

Quién fue realmente el que transformó la base de lo que yo había escrito pensando en una canción religiosa, en una idea increíble: la posibilidad de componer una misa con ritmos y formas musicales de esta tierra.

El padre Osvaldo Catena era en 1963 Presidente de la Comisión Episcopal para Sudamérica encargada de realizar la traducción del texto latino de la misa al español, según el Concilio Vaticano de 1963 que presidió SS Pablo VI.

Cuando ya tenía terminados los bocetos y formas del ordinario de la misa el mismo Catena me presentó a quien realizaría los arreglos corales de la obra: el Padre Segade”


Así surgió la misa completa interpretada con ritmos folklóricos.
El Kyrie se basa en dos ritmos: vidala y baguala.
El Gloria es un carnavalito con una parte central en yaraví.
La chacarera trunca fue el ritmo elegido para el Credo.
Y el carnaval cochabambino para el Sanctus.
Por último, el Agnus Dei es un estilo pampeano.
La Misa Criolla, se grabó en la primavera de 1964, siendo interpretada en aquella ocasión por:
Ariel Ramírez dirigió la orquesta e interpretó el clave.
Los Fronterizos, como solistas.
Coro de Cantoría de la Basílica del Socorro, dirigido por el Presbítero Jesús Gabriel Segade.
En 1964 la compañía discográfica Philips lanzó al mercado el álbum “Misa Criolla”, resultando inmediatamente un éxito mundial.
La Misa Criolla recibió en Francia el “Gran Premio del Disco”.
En 1967 la repercusión de la obra alcanza su punto máximo.
Los principales diarios de Argentina y Europa se hacen eco de la gira de los Fronterizos, que actuaban junto a Jaime Torres, Domingo Cura, Ariel Ramírez y Luis Amaya entre otros.
La Misa Criolla se estrenó ante el público en Sttutgart, en la Liederhalle Mozart Saal.
En ese año “Los Fronterizos” tienen una audiencia privada con el papa Pablo VI, quien destacó la importancia de “La Misa Criolla” y recibió un ejemplar de la edición argentina de la obra.
En los meses de septiembre, octubre y noviembre de 1977, se grabó en estudios Ion una nueva versión de la Misa Criolla.
Con la participación de Oscar Cardozo Ocampo dirigiendo la orquesta Indoamericana.
Los Fronterizos, como solistas.
El Coro del Collegium Musicum de Buenos Aires, dirigido por Oscar Castro.
Osvaldo Acevedo en el charango.
Y de nuevo una sección de percusión, con dos bombos legüeros, batería, tumbadora, gong, cocos, cascabeles…
La Misa Criolla no puede separarse de la otra obra que es Navidad Nuestra, en la que participó Felix Luna, historiador, escritos, músico, abogado.

NAVIDAD NUESTRA

El siguientes es el testimonio de Félix Luna.
Una noche de septiembre u octubre de 1963 estaba yo de guardia en el diario Clarín, bastante tarde.
De pronto me llamaron por teléfono, era Ariel Ramírez.

Me contó que estaba escribiendo una misa y necesitaba completar la placa que se haría, con una serie de villancicos.


¿No podría ir a su casa para conversar del tema? Había bastante apuro.
Fui para allá, a su casa en Belgrano. Sería como las dos de la mañana cuando llegué.
Y desde que saludé a Ariel empezó a darse una serie de auténticos milagros.
Le dije como si lo hubiera pensado durante años.
La obra que complemente el disco de tu “Misa Criolla” se va a llamar “Navidad Nuestra”, porque será un retablo criollo de Navidad.

erán villancicos, estampas de cada uno de los momentos clásicos del misterio cristiano del Nacimiento de Cristo.


Vamos a empezar con la Anunciación, seguimos con la búsqueda de un alojamiento de José y María, continuamos con el Nacimiento y así seguían las ideas desbordándome.
Ariel inmediatamente sintonizó mi entusiasmo y empezó a ensayar armonías y ritmos.
El chamamé de la Anunciación fue compuesto con letra y música al mismo tiempo.
Luego la huella: yo insistía que la peregrinación de José y María debía ser una huella y Ariel sostenía que la melodía de las huellas es una sola.
“Probá con otra melodía…” le decía yo, y de pronto Ariel estampó en el piano la línea, hoy mundialmente conocida, de “La Peregrinación”.
No quiero seguir con muchos detalles pero lo único que digo es que cinco temas quedaron terminados esa misma noche, y cuando amanecía; alguno no estaba totalmente completo y lo concluimos pocos días después.
Pocas veces he sentido la felicidad de crear, con tanta intensidad, como en aquella ocasión.
Todos los recuerdos y vivencias de mi religiosidad infantil, de las navidades familiares, de los colegios de monjas y curas a los que fui.
Todo el fondo trascendente que uno tiene en su espíritu, se volcó esa noche hacia una creación que -lo intuí en ese momento- haría historia en la música argentina.
El éxito de “Misa Criolla” y “Navidad Nuestra” fue lógico y justo.
La creación de los temas a los que aporté mis palabras, fue, lo repito, un auténtico milagro.

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