En su largo camino de aprendizaje la mujer será capaz de encontrar su fuerza de voluntad, su coraje, el conocimiento y la energía necesaria para cambiar el curso de su propia historia, haciendo de cada dolor, de cada soledad, de cada tristeza, un mundo de alegría, de amistad y de plenitud.
¿Cómo se aprende a ser una verdadera mujer?
Estudiando atentamente la naturaleza. Pero antes tiene que conocerte y aceptarte de quién eres en verdad. Tendrá que ser tu misma, si tú misma y nadie más.
A menudo construimos nuestra vida recogiendo los pedazos de la existencia de los otros intentando plasmarlos sobre modelos impuestos desde afuera.
Con estos trozos vamos tejiendo una manta para cubrirnos delante de los demás.
Esto nos vuelve infelices.
La verdadera mujer se descubre en su verdad y sigue su camino plenamente consciente de Sí misma.
Son muchas las mujeres que intentan aparecer por aquello que no son y pocas las que toman tiempo en auto indagarse y descubrirse.
La naturaleza te ha donado un cuerpo y un alma en los cuales reside el espíritu.
Sólo tú como mujer y ningún otro fuera de ti tiene el derecho de cambiar tu vida. En el momento en que descubras a ti misma te encontrarás en el camino que te transformará en una verdadera mujer.
El arma más potente de una mujer es su energía interior que la protege tanto a ella como a todos los que ama. Es por esta razón que tendrá que aprender a descender a su mundo interno: solamente cuando descubra su verdadera esencia podrá usar toda su energía interior.
La sociedad contemporánea no quiere saber realmente sobre quién es la mujer y busca deformar su carácter desde el nacimiento.
¿Qué aprende una mujer hoy en día de la sociedad?
A falsificarse, a esconder sus verdaderos sentimientos, a cuidar sus propias opiniones, a enmascarar sus pensamientos.
Antiguamente para aprender a ser una verdadera mujer era necesario recibir una iniciación. Tenía que entrar sola en el Templo del Puma y permanecer 7 días y 8 noches. Recostada sobre una piedra, conocía y saboreaba la verdadera soledad. La oscuridad más absoluta afrontaba su miedo a lo desconocido e inmersa en el silencio más impenetrable buscaba conocer su verdadera naturaleza. Era una batalla muy difícil. La lucha más dura de sostener no es aquella que se combate con un adversario sino contra sí mismo.
Ahí, donde no percibía el más mínimo ruido, comenzaba a escuchar los sonidos emitidos por su cuerpo: los latidos de su corazón, los sonidos sordos de los pulmones, del hígado, del páncreas, del intestino, del estómago, de los ovarios...
Cada órgano entonaba su propia música: sonidos nunca antes escuchados. En aquél retiro absoluto, a través de la meditación, la reflexión y el análisis de toda su vida, la mujer vencía sus propios temores para averiguar quién era verdaderamente y para qué había venido a la tierra.
Aquella que entraba en el Templo del Puma, salía preparada y consciente de su propio poder y su propia fuerza. Pero para poder comenzar su iniciación la mujer debía primero superar una serie de pruebas para mitigar su carácter y por lo tanto aprender, en el Templo, a controlar poco a poco el propio cuerpo y la propia mente. Ahí dentro era asaltada continuamente por dudas y temores: debía aprender a tener fe, porque quien no tiene fe en sí mismo está perdido.
Concentrada sobre sí misma recorría desde el recuerdo todo lo que había hecho desde que había llegado al mundo. Por primera vez en su vida se afrontaba y se juzgaba a sí misma. Encerrada en aquel recinto la mujer debía aprender y atravesar la puerta de la eternidad sin temores. Y si lo quería realmente lograba hacerlo.
Todas las mujeres pueden, es solo cuestión de voluntad. Si quieres algo, entonces puedes, basta simplemente que lo desees con todas tus fuerzas.
Pero si tu voluntad es débil y frágil, entonces no lo lograrás. Una vez que hayas comprendido la potencia que reside en tu interior, podrás alzar tu cabeza, mirar con amor y dulzura y accionar al mismo tiempo con serenidad y determinación.
Aquellas que entraban en el Templo del Puma aprendían a tender un puente, era una de las pruebas que tenían que superar.
A través de la mujer el hombre puede alcanzar lo Absoluto, por eso es tan importante para ella direccionar su propia energía. Si logra tender ese puente de energía, el hombre que lo recorrerá sabrá que ella es el camino capaz de conducirlo a la divinidad.
En aquel lugar, templo del tiempo y del espacio, la mujer aprendía a entrar en armonía y en paz consigo misma. La armonía es fundamental para que cada elemento se uniforme a la unidad llamada Ser y la mujer pueda así gozar de la vida con calma, tranquilidad y seguridad.
La mujer que conoce la armonía mantendrá la serenidad también en los momentos más difíciles; sus ojos reflejarán la pureza de su alma y se iluminarán de su belleza interior, aquella que nunca se deteriora.
Una mujer armoniosa gozará de mayor salud y juventud que, compartida con su compañero, alargarán su existencia.
Para poder ser iniciada la mujer tiene que volver al útero de la Pachamama y sumergirse en el océano de la vida. Tendrá que entrar en contacto con su propia intimidad y en armonía con los elementos simpáticos: la tierra y el agua. Solo así el espíritu podrá manifestarse. Tendrá que aprender a sobreponerse a las dudas, a los temores, al dolor, a los miedos, a la desesperación, al cansancio, al fastidio, a la frustración, a la desilusión. Mediante aquella prueba sabrá si su cuerpo trabaja en armonía con su mente en la individuación del peligro. Gracias a la preparación recibida aprenderá a ver y a sentir en la oscuridad, a comprender si es el momento de esperar o de accionar y en el momento que sus sentidos le avisen de la existencia del peligro, sabrá afrontarlo recurriendo a su prudencia, a su sabiduría, a su calma y a su serenidad. Y cuando finalmente logre superar cualquier tipo de peligro, entonces aprenderá a viajar en el tiempo y en el espacio.
Existe una profecía según la cual la tierra al comienzo del tercer milenio sufrirá profundos cambios. Llegará el momento en el cual el espíritu femenino se despertará de un letargo de más de cinco siglos para dar origen a un mundo de paz y armonía. La salvación de la humanidad está en manos de la mujer quien tiene que volverse verdadera para poder encontrarse con otras mujeres y unidas salvar la tierra…
Hernán Huarache Mamani es el último heredero de una antigua generación de curanderos andinos.
Su libro "La profezia della curandera" difunde las enseñanzas de su maestra para mostrar el camino de iniciación andina que siguieron las mujeres sabias de su pueblo, manteniendo en secreto los sagrados conocimientos de la Pachamama.
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