El mural que David Alfaro Siqueiros pintó en la quinta “Los Granados” en Don Torcuato, propiedad entonces de Natalio Botana, estuvo desde sus comienzos, rodeado de una historia con vértices agudos. Pintura de un convulsionado momento cultural en la Argentina.
Textos: Ana María Zancada.
Textos: Ana María Zancada.
Abandonado, olvidado, ignorado, deteriorado, roto, sujeto a vaivenes judiciales, un mural que pintó David Alfaro Siqueiros sufrió la indiferencia y desidia de un pueblo replegado en sí mismo, la pacatería de señoras de “buena cuna” que lo consideraron obsceno, hasta que finalmente parece haber encontrado su destino y está ahora en manos de restauradores que imponiéndose a un aciago destino, tratan de devolverle su antiguo esplendor. Lo cierto es que esta obra que el artista pintó en la quinta Los Granados en Don Torcuato, propiedad entonces de Natalio Botana, estuvo desde sus comienzos, rodeado de una historia con vértices agudos.
EL COMIENZO DE LA HISTORIA
¿Por dónde comenzar una historia protagonizada por personajes de marcados perfiles? Comencemos por Natalio Botana, uruguayo de nacimiento, pero afincado en Buenos Aires donde fundó en 1913 uno de los diarios que más peso y repercusión tuvo durante decenios en la historia argentina.
Con “Crítica”, Botana inauguró un periodismo entonces totalmente renovador, con ilustraciones fotográficas, suplementos, enviados especiales, y la estridente sirena anunciando las últimas noticias desde el edificio de siete pisos que hizo construir en Avenida de Mayo.
Creador del primer multimedia latinoamericano: prensa, radio, noticiero cinematográfico y productora de cine, durante muchos años fue dueño y señor de la opinión pública argentina. Un personaje con una sola consigna: “quiero y puedo”.
Lector apasionado, llegó a tener la biblioteca privada más grande de Latinoamérica. Compraba incunables en cualquier lugar del mundo y luego los exhibía con orgullo, con el mismo entusiasmo con que criaba los faisanes que degustaba en las cenas que compartía con amigos en una mesa redonda de cristal, pues odiaba las cabeceras.
Por su diario pasaron escritores de la talla de Raul y Enrique González Muñón, Carlos de la Púa, Roberto Arlt, Pablo Neruda, Jorge Luis Borges, Juan Carlos Onetti, Ezequiel Martínez Estrada, Horacio Quiroga, C.Nalé Roxlo, César Tiempo.
Pero dentro de sus ostentaciones figuraba el deseo de tener una casa para albergar a su familia y recibir a los personajes y la intelectualidad de turno. Cuando el presidente Alvear puso en venta los terrenos heredados de su familia en Don Torcuato, Botana vió la oportunidad y se apresuró a comprarla dejando el diseño en manos del arquitecto húngaro Kalnay, el mismo que había construído el edificio para el diario. (1)
La mansión se inauguró en 1932. Para entonces Botana ya estaba casado con Salvadora.
LA PASIONARIA ARGENTINA
Salvadora Medina Onrubia fue “una mujer inclasificable”, una pelirroja de belleza impresionante, según decían, hija de una maestra que tuvo que mantener a la familia cuando el padre los abandonó. Nació en La Plata en 1894 pero se crió en Gualeguay, Entre Ríos. A los 16 años quedó embarazada, decidió tener el niño, pero para ello se trasladó a Buenos Aires pensando que en la gran ciudad su condición de madre soltera no sería tan escandalosa.
El ansia de libertad, la rebeldía contra las leyes impuestas, fueron los rasgos de la fuerte personalidad que comenzaba a hacerse notar.
El ambiente anarquista de principio de siglo se convirtió en la respuesta a toda su sed de justicia. Muy pronto se la conoció como “La Pasionaria argentina”, tal vez remedando a la española Dolores Ibárruri.
Comenzó a escribir en el diario “La Protesta”, colaborando también en El Hogar, La Nación, Caras y Caretas y otros. Así fue como conoció al joven Natalio Botana que acababa de fundar Crítica. Se enamoraron, Botana se hizo cargo del niño de Salvadora y luego tuvieron tres hijos mas: Poroto, Tito y Georgina. Recién cuando nació la niña, Botana pudo convencer a Salvadora para se casasen.
Su vida fue un ir y venir entre extremos conmovedores. Nada que fuese gris le atrajo. Su carácter era pasional por sí o por no. Hermosa, lejana, apasionada, cargada de furia para defender a sus compañeros anarquistas o cruzando el rostro del usurpador Uriburu para decir verdades sin temor a las consecuencias.
Protagonista de la Semana Trágica, oradora de barricada, defensora del anarquista Radowitzky, que atentó contra el comisario Falcón, íntima amiga de Alfonsina Storni, a quienes unía la valentía de “apartarse del rebaño” como lobas solitarias.
Como escritora fue más importante su producción para el teatro, destacándose la obra “Las descentradas” estrenada en 1929. En ella expone las contradicciones y las barreras sociales que ahogaban a las mujeres de principio del siglo XX.
A través de su protagonista, expone las preguntas que para una mujer con ansias de libertad y justicia quedaban sin respuesta en una sociedad estructurada.
El carácter y la personalidad de Salvadora iba mucho mas allá de las habladurías. Sin embargo, cuando su hijo Pitón se quitó la vida, un oscuro accidente que nunca se esclareció del todo, cayó en un estado depresivo que la empujó al alcohol y al éter para sumirse en el olvido que no consiguió. Su esposo la paseó por Europa, sin que su espíritu recuperase la fuerza que lo caracterizaba y fue por esos años en que en el mundo distinguido de la sociedad porteña, desembarca un personaje pintoresco e insospechado: David Alfaro Siqueiros.
EL HURACÁN MEXICANO
Siqueiros había nacido en Chihuahua en 1896 y como bien lo expresa Alvaro Abós, toda su vida buscó muros para pintar. Se hizo estudiante de arte, ya en esa época participó de una huelga, renegó de su padre, abogado de terratenientes y se identificó con todas las revoluciones que sufriera su tierra.(2)
Después de ser soldado raso, suboficial y luego oficial combatiente, volvió a la vida civil. Viajó a España y, junto a Diego Rivera, recorrieron Europa.
De regreso en su tierra integró el grupo de muralistas que revolucionó el arte mexicano. Rivera, Orozco y Siqueiros cubrieron las paredes de la capital mexicana con una irrupción de colores tan apasionados como el entusiasmo que los imbuía. Sus personajes eran campesinos que reclamaban lo que les pertenecía por derecho ancestral: la tierra.
Siqueiros y Rivera se afiliaron al Partido Comunista. Talentosos, bravos, extrovertidos, no tardaron en tener problemas con las autoridades. En 1932, Siqueiros es invitado a abandonar el país y se dirige a Norte América. Allí realiza diferentes trabajos hasta que en noviembre de 1932, las autoridades de California lo expulsan.
La nueva meta es Buenos Aires, lejana pero rodeada de historias y leyendas referidas a su rica y cosmopolita sociedad. Primero Montevideo, luego el 25 de mayo de 1933 desembarca en Buenos Aires. En Montevideo había quedado su esposa Blanca Luz Brum con su hijo. Y aquí tenemos a otro de nuestros personajes.
BLANCA LUZ CONTRA LA CORRIENTE
Se llamaba Blanca Luz Brum Elizalde y había nacido en Maldonado, Uruguay, en 1905. Vivió apasionadamente siguiendo sus impulsos. Fue poeta, periodista, pintora y libre pensadora. Su corazón no aceptaba ataduras.
A los 16 años se casó con el poeta peruano afincado en Uruguay, Juan Parra el Riego, que según cuenta la leyenda la raptó del convento. En noviembre de 1925 nace un hijo y a los pocos días muere Parra el Riego de tuberculosis. Con su niño, Blanca Luz parte hacia Lima para conocer a la familia de su esposo. Allí traba amistad con José Carlos Mariátegui, que la deslumbra con sus ideales de libertad americanista.
En 1928 vuelve a Montevideo y publica libros y colaboraciones en periódicos filo-comunistas.
En 1929 Siqueiros llega a la capital uruguaya. El encuentro y el amor son inevitables. Parten juntos a México donde viven tiempos difíciles. Se casan. Son encarcelados por sus actividades revolucionarias. Sus amigos de entonces son Frida Kahlo, D. Rivera, Tina Modotti, Sergei Eisenstein.
La atmósfera se enrarece y vuelven a Montevideo para pasar luego a Buenos Aires, donde son recibidos por la intelectualidad porteña.
Siqueiros expone en Van Riel, provocando una ola de comentarios, ya que sus opiniones y posturas estaban en contra de todas las estructuras sociales del entorno. Dada su exuberante personalidad no demora en llamar la atención del empresario Botana que lo lleva a su mansión de Los Granados y le ofrece el subsuelo para que despliegue su arte muralista.
Nadie puede pintar solo un mural, como lo expresa Alvaro Abós y es así que queda conformado un equipo con Antonio Berni, Lino Eneas Spilimbergo, Juan Carlos Castagnino y el escenógrafo uruguayo Enrique Lázaro.
La historia comenzaba. Siqueiros se entusiasma con el inmenso sótano disponible, 200 m2 y techo abovedado. La idea era crear una imagen surrealista, algo así como estar parado en una burbuja en el fondo del mar. Una serie de cuerpos desnudos parecían alargarse, desplazándose y flotando etéreos e inasibles. Rostros misteriosos de grandes ojos y figuras sensuales creando una atmósfera onírica cargada de rectas y curvas concéntricas o paralelas que dan la sensación de movimiento.
Botana observaba mientras el equipo hacía lo suyo con aerógrafo, cemento y colores al silicato.
Dicen que Blanca Luz con su cuerpo perfecto fue la modelo utilizada. También dicen que el dueño de Los Granados sucumbió al encanto juvenil de la uruguaya, mientras Salvadora deambulaba por la mansión como un ánima en pena. (3)
Terminado el mural se hizo una gran fiesta en la mansión con la presencia de intelectuales entre los que se encontraban Neruda y García Lorca. Corría 1933 y la vida siguió su curso.
FIN DE LA HISTORIA
El 5 de agosto de 1941 moría Botana en un absurdo accidente automovilístico en la provincia de Jujuy. Su imperio comenzaba a derrumbarse estrepitosamente. Salvadora no pudo mantenerlo. Murió en 1971 rodeada de recuerdos, ajena a una época que yo no era la suya.
Siqueiros y Blanca Luz dejaron Buenos Aires siguiendo sus turbulentas vidas, pero separados. Él murió en 1974 en Cuernavaca, dejando inconclusos tres murales.
Blanca Luz terminó sus días en una lejana isla del archipiélago Juan Fernández en 1985. Su última locura fue apoyar el golpe de Augusto Pinochet.
El mural denominado “Ejercicio Plástico” sobrevivió a su autor y su entorno, como un inmutable testigo de tantas pasiones y desencuentros y aun persiste obstinado, esperando su destino final que todavía sigue siendo un interrogante.-
1. Josefina Delgado “Salvadora, la dueña del diario Crítica” Sudamericana 2005.- Bs.As.
2, 3 y 4. Alvaro Abós “Cautivo” Libros el Zorzal 2004 Bs.As.
El mural denominado “Ejercicio Plástico” sobrevivió a su autor y al particular entorno de los tiempos en que fue pintado.
Palabras de una mujer valiente
En el año 1931, estando en prisión, ante la gestión de sus amigos para conseguir su indulto, Salvadora Medina Onrubia escribió una carta que es toda una demostración de valentía y asco hacia los que consideraba enemigos de la libertad, rechazando el indulto que se le otorgaba: ”No autorizo el piadoso pedido. Magnanimidad implica perdón de una falta. Y yo ni recuerdo faltas ni necesito magnanimidades”, para terminar sin eufemismos: “General Uriburu, guárdese sus magnanimidades junto a sus iras y sienta cómo desde este rincón de miseria, le cruzo la cara con todo mi desprecio”.
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