no era pensarte con mi pensamiento,
yo solo, desde mì. Te iba pensando
conmigo, extensamente, el ancho mundo.
El gra sueño del campo, las estrellas,
callado el mar, las hierbas invisibles,
sòlo presentes en perfumes secos, todo,
de Aldebaràn al grillo te pensaba.
!Què sosegadamente
se hacìa la concordìa
entre las piedras, los luceros,
el agua muda, la arboleda trèmula
todo lo inanimado, y el alma mìa.
dedicàndolo a tì! Todo acudia.
dòcil a mi llamada, a tu servicio,
ascendido a intenciòn y a fuerza amante.
Concurrìan las luces y las sombras,
a la luz de quererte; concurrian.
El gran silencio, por la tierra, plano,
suaves voces de nubes, por el cielo;
al càntico hacia ti que en mi cantaba.
Una conformidad de mundo y ser,
de afàn y tiempo, inverosìmil, tregua,
se entraba en mì, como la dicha entera
cuando llega sin prisa, beso a beso.
Y casi dejè de amarte por amarte màs
en màs que en mì, inmensamente confiado;
Ese empleo de amar a la gran noche.
Errante por el tiempo y ya cargada
de misiòn, misionera de un amor vuelto
estrellas, calma mundo, salvado ya
del miedo al cadàver que queda si se olvida.
Pedro Salinas
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