La impermanencia
“Lo que ha nacido morirá,
lo que se ha recogido se dispersará,
lo que se ha acumulado se agotará,
lo que se ha construido se derrumbará
y lo que ha estado en alto descenderá.”
Buda
Presentes en nuestra realidad desde y hasta siempre, los ciclos son fenómenos experimentados en un período determinado que se repiten en forma ordenada y que siempre regresan a su origen para que una vez finalizado, comience de nuevo.
Estamos rodeados de ciclos como la noche y el día, ciclos económicos, las estaciones del año, las fases lunares, el ciclo del agua y para los que creemos en la reencarnación, la vida misma.
Como seres dinámicos, siempre estamos en movimiento; en un instante nuestros pensamientos, estados de ánimo, células; nacen y mueren para dejar paso a renacimientos. Piensa en ti hace un par de años… ¿Cómo era tu cuerpo? ¿Qué te motivaba? ¿Cuál era tu pasión? Ahora vuelve a tu “Yo” de hoy… has cambiado, ¿cierto?
La impermanencia es una Ley universal. Todo se encuentra en un estado de cambio permanente. Paradójicamente la impermanencia es lo único que permanece. De acuerdo a la doctrina budista Para el budismo, la impermanencia hace que no nos sea posible encontrar seguridad ni certidumbre absoluta, incluso en el más próximo futuro.
Desde el momento en que nacemos, somos conscientes que algún día nuestra vida en este plano se transmutará para dar apertura a nuevos ciclos. Aún así, nos impone miedo el cambio.
Así que la invitación es a que te liberes del sufrimiento que te puede generar el que algo cambie, cuando reconoces que así será y así es, puedes disfrutar en el presente lo que vas siendo momento a momento y experimentarlo profundamente.
¿Cómo fluir con nuestra propia impermanencia?
1. Reconociendo tu ansiedad y miedo al cambio. Cuando lo observas, lo transformas.
2. Fluyendo con la guía divina, reconociendo el Plan Maestro: Todo es como debe ser.
3. Desapegándote. Cuando sabes que el amor siempre prevalece, le das cabida a la paz interior.
NAMASTÉ
Andrea de la Mora
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