La letra de esta canción es de Atahualpa Yupanqui, la música, de su mujer Antonieta Paula Pepin Fitzpatrick.
Fue reversionada por Divididos, “la aplanadora del rock”, cuyas influencias se inclinan al estilo folklórico.
Sobre este tema podemos pensar cuestiones sobre arte y cultura latinoamericana. En Argentina, "EL Arriero" es una canción emblemática. Encierra toda una historia del peón rural y expresa una gran verdad que continúa aconteciendo en el país. La cultura abordada en este tema, tiene que ver con las actitudes del paisano y el folklore en si mismo, ya que este, es un símbolo de la nación.
Si tomamos como referente esta canción para hablar de cultura, podemos encontrar algo interesante en la banda que lo interpreta. Ya que es uno de los monumentos del rock argento que mueve a una gran masa de jóvenes, por un lado, difunde las bases de la cultura argentina a través este estilo de música.
La canción fue inspirada al andariego músico por el dicho de un gaucho lugareño que iba arreando unas cuantas vacas por una finca anteña, tierras de la antigua Frontera del Este como se denominó en el período de la colonización (ex jurisdicción de Esteco). La reflexión fue tan precisa y profunda que inmediatamente llevó a Yupanqui a componer, entre otras estrofas, esa famosa que dice:
Las penas y las vaquitas
La canción fue inspirada al andariego músico por el dicho de un gaucho lugareño que iba arreando unas cuantas vacas por una finca anteña, tierras de la antigua Frontera del Este como se denominó en el período de la colonización (ex jurisdicción de Esteco). La reflexión fue tan precisa y profunda que inmediatamente llevó a Yupanqui a componer, entre otras estrofas, esa famosa que dice:
Las penas y las vaquitas
se van par la misma senda.
Las penas son de nosotros,
las vaquitas son ajenas.
“Iba yendo por la costa de una sendita sin alambre. Punteaba un novillo viejo y los demás lo seguían, mansos. Se llamaba el arriero Antonio Fernández. Le decían ‘Don Anto’, según lo supe cuando el cuidador del cerro lo reconoció y lo saludó con sus buenos días. ‘Buenos días, buen provecho’, contestó el hombre. Nosotros no habíamos comido todavía así que lo del ‘provecho’ nos sonó a insinuación. ‘Bájese don Anto’, le dijimos. No –dijo él. Ya voy a venir más tarde en todo caso. Voy llevando esta hacienda para la finca. -¿Y por qué anda tan apurado?, le preguntamos. Encogiéndose de hombros el arriero contestó: ‘Es que tengo que andar no más. Ajenas culpas pagando y ajenas vacas arreando’ ...Se me pegó el refrán y ahí mismo lo anoté en unos papeles que llevaba en las alforjas. A partir de aquellos versos fui desovillando los otros: ‘Las penas y las vaquitas / se van por la misma senda / Las penas son de nosotros / las vaquitas son ajenas’. Así nació la canción ‘El arriero’.
De este modo, con asombrosa humildad, cuenta Atahualpa cómo compuso esta canción que alcanzó extraordinaria difusión y esos cuatro versos que los argentinos repetirán durante años y años para resumir la injusticia social. Sólo al rato de la conversación, agrega chispeándole los ojos achinados:
“Y hay quién dice que es nuestra primera canción de protesta”
(Letra y Música: Atahualpa Yupanqui)
En las arenas bailan los remolinos,
el sol juega en el brillo del pedregal,
y prendido a la magia de los caminos,
el arriero va, el arriero va.
Es bandera de niebla su poncho al viento,
lo saludan las flautas del pajonal,
y animando la tropa par esos cerros,
el arriero va, el arriero va.
Las penas y las vaquitas
se van par la misma senda.
Las penas son de nosotros,
las vaquitas son ajenas.
Un degüello de soles muestra la tarde,
se han dormido las luces del pedregal,
y animando la tropa, dale que dale,
el arriero va, el arriero va.
Amalaya la noche traiga un recuerdo
que haga menos peso mi soledad.
Como sombra en la sombra por esos cerros,
el arriero va, el arriero va.
No hay comentarios:
Publicar un comentario