martes, 18 de junio de 2019

La flauta mágica

Pintura de Marc Chagall

La flauta mágica, obra maestra indiscutible de la ópera alemana, es entre otras cosas una buena aproximación al arcano mundo de la masonería.

La idea de la ópera le fue sugerida a Mozart por Emmanuel Schikaneder, actor, autor y empresario teatral, de quien se decía que era el mejor intérprete de Shakespeare en su tiempo, y por Carl Ludwig Giesecke, un miembro de su compañía. Tanto Schikaneder como Giesecke eran masones, y el mismo Mozart se había afiliado a una logia masónica en 1784.
La materia primordial del libreto de La flauta mágica (escrito por Schikaneder) está en la novela Sethos del abate Jean Terrasson, que trata de los ritos iniciáticos del antiguo Egipto. Entre otras ideas, la novela ofrece la imagen del sol como fuente de sabiduría, y la imagen de profundas cavernas como símbolo del lado oscuro de la vida. Otra fuente importante para el libreto de Schikaneder fue la narración de August Jakob titulada Lulú o la flauta mágica, que en su forma original incorporaba numerosos elementos de cuento de hadas.
Si bien es tradición que la masonería es un microcosmos muy hermético, se sabe lo suficiente sobre ella como para detectar en La flauta mágica una serie de símbolos claramente masónicos. Sin ir más lejos, el primero de ellos está en el inicio mismo de la obertura de la ópera: los acordes triples con que arranca la música aluden directamente al número tres como elemento de importancia capital en esta obra.Tres damas y tres niños aparecen en la ópera y, en su versión original, tres esclavos y tres sacerdotes. Tres templos son también importantes en el desarrollo de la trama, y la tonalidad fundamental de la ópera es la de mi bemol mayor, es decir, la tonalidad cuya armadura lleva tres bemoles, una tonalidad frecuentemente asociada con obras musicales de inspiración masónica.

Otros símbolos masónicos que pueden detectarse en La flauta mágica son: la serpiente de la primera escena, el candado que sirve para clausurar la boca de Papageno, el retrato de Pamina, las campanitas mágicas, y la flauta que da nombre a esta obra.



Así, una ópera cuyo argumento se antoja enredado y oscuro en primera instancia, puede ser mejor comprendida a la luz de los símbolos masones que Mozart manejó en ella.

A pesar de que La flauta mágica es una ópera luminosa y brillante, su creación ocurrió en circunstancias difíciles y ominosas. Por una parte, el ambiente político y social austriaco estaba envuelto en dudas y premoniciones que reflejaban una angustia generalizada por los acontecimientos ocurridos en el exterior, particularmente en la Francia revolucionaria. Por otra parte, la salud de Mozart se encontraba ya en franco declive y, para colmo, su amigo y colaborador, el libretista Lorenzo da Ponte, había sido despedido de su trabajo en el teatro de la corte imperial.

Fue en estas circunstancias que Mozart recibió el libreto de Schikaneder y, sobreponiéndose a las adversidades del momento, dejó en La flauta mágica un soberbio testamento musical y teatral en el que se exploran algunos de los más altos ideales de la humanidad.
La flauta mágica se estrenó en Viena el 30 de septiembre de 1791, bajo la dirección de Mozart y con Emmanuel Schikaneder en el papel de Papageno.
En el reparto inaugural figuraban también Josepha Hofer como la Reina de la Noche, Benedict Schack como Tamino, Franz Xaver Gerl como Sarastro y Anna Gottlieb como Pamina. Uno de los mayores tributos realizados a La flauta mágica se debe a Johann Wolfgang von Goethe, quien declaró que solamente esta música hubiera sido digna de acompañar a su inmortal Fausto.

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