El mural “Ejercicio plástico” fue pintado por David Siqueiros en el año 1933 en el sótano abovedado de la quinta “Los Granados”, propiedad de Natalio Botana.
Quienes ingresan al recinto del Ejercicio plástico de Siqueiros pueden sentirse dentro de una burbuja de cristal en el fondo del mar, observados por las criaturas que nadan alrededor. Una de ellas es la bella y seductora Blanca Luz, que se repite en varias posiciones y tamaños.
Siqueiros formó un equipo de artistas jóvenes con quienes se identificaba políticamente. En esta ocasión, tuvo corno ayudantes a los pintores rioplatenses Antonio Berni, Lino Enea Spilimbergo, Juan Carlos Castagnino y Enrique Lázaro. Mientras unos sostenían las plantillas de cartón, otros aplicaban la pintura con la brocha de aire. Algunas de las partes pudieron ser pintadas por un solo colaborador; no obstante, no queda duda de que la idea original, la técnica y la realización del proyecto llevan el sello de Siqueiros.
En 1933 la Asociación Amigos del Arte invitó a Buenos Aires, a David Alfaro Siqueiros a dar unas conferencias en su local ubicado en la calle Florida y a exponer sus obras, objetivo que finalmente se concretó el 1º de junio de ese mismo año.
Posiblemente ha sido la misma Victoria Ocampo, a través de Oliverio Girondo, quien gestionó la llegada del artista mexicano a nuestra ciudad.
Siqueiros presentó entonces unos catorce óleos, cuatro litografías y cuatro fotos gigantes de murales realizados con anterioridad.
La crítica no fue indiferente, hubo quienes defendieron y apoyaron al ya internacionalmente conocido pintor, y quienes lo atacaron frontalmente, como el periódico de ultraderecha Bandera Argentina que calificó sus obras como “monigotes”.
No se trataba de un juicio simplemente plástico. Siqueiros no era un artista más, venía de un México revolucionario y de una fuerte y comprometida actividad política dentro del partido Comunista de su país, donde durante cuatro años se había dedicado a la dirigencia sindical con los mineros de Jalisco.
Las tres conferencias pronunciadas por Siqueiros fueron explosivas y desencadenaron tormentas en el ámbito intelectual del Buenos Aires de los años 30’, sumido en una aguda crisis económica desde la dictadura de Uriburu quien derrocara al presidente Yrigoyen.
Siqueiros supo convocar a los jóvenes más talentosos e inquietos de entonces y con ellos conformó el Equipo Polígrafo. Logró también conquistar al director del diario Crítica, Natalio Botana, quien además de ofrecerle las páginas del diario para difundir su prédica revolucionaria, le ofreció, con remuneración, la posibilidad de realizar un mural, dentro de su propiedad.
El lugar era en un sótano ubicado debajo del comedor de su mansión, Los Granados, en la localidad bonaerense de Don Torcuato construida especialmente a su gusto y el de su mujer en la década del 20’ por los hermanos Jorge y Andrés Kalnay, sobre un terreno de 10 hectáreas parquizadas especialmente con variadas especies arbóreas.
Siqueiros, al llegar a Buenos Aires, había propuesto la realización de murales públicos en la Boca, Barracas o en los silos de Puerto Madero, pero el gobierno no lo aceptó, entonces “tuvo que amarrarse a la primera tabla que le ofreció la burguesía”1.
Siqueiros presentó entonces unos catorce óleos, cuatro litografías y cuatro fotos gigantes de murales realizados con anterioridad.
La crítica no fue indiferente, hubo quienes defendieron y apoyaron al ya internacionalmente conocido pintor, y quienes lo atacaron frontalmente, como el periódico de ultraderecha Bandera Argentina que calificó sus obras como “monigotes”.
No se trataba de un juicio simplemente plástico. Siqueiros no era un artista más, venía de un México revolucionario y de una fuerte y comprometida actividad política dentro del partido Comunista de su país, donde durante cuatro años se había dedicado a la dirigencia sindical con los mineros de Jalisco.
Las tres conferencias pronunciadas por Siqueiros fueron explosivas y desencadenaron tormentas en el ámbito intelectual del Buenos Aires de los años 30’, sumido en una aguda crisis económica desde la dictadura de Uriburu quien derrocara al presidente Yrigoyen.
Siqueiros supo convocar a los jóvenes más talentosos e inquietos de entonces y con ellos conformó el Equipo Polígrafo. Logró también conquistar al director del diario Crítica, Natalio Botana, quien además de ofrecerle las páginas del diario para difundir su prédica revolucionaria, le ofreció, con remuneración, la posibilidad de realizar un mural, dentro de su propiedad.
El lugar era en un sótano ubicado debajo del comedor de su mansión, Los Granados, en la localidad bonaerense de Don Torcuato construida especialmente a su gusto y el de su mujer en la década del 20’ por los hermanos Jorge y Andrés Kalnay, sobre un terreno de 10 hectáreas parquizadas especialmente con variadas especies arbóreas.
Siqueiros, al llegar a Buenos Aires, había propuesto la realización de murales públicos en la Boca, Barracas o en los silos de Puerto Madero, pero el gobierno no lo aceptó, entonces “tuvo que amarrarse a la primera tabla que le ofreció la burguesía”1.
Allí pusieron manos a la obra bajo la dirección del mexicano los argentinos Lino Enea Spilimbergo, Antonio Berni, Juan Carlos Castagnino y el escenógrafo uruguayo Enrique Lázaro.
El sótano era el refugio privado donde sólo tenían acceso a él Botana y amigos íntimos quienes se reunían allí para jugar al poker, además de disfrutar una surtida y exclusiva bodega. Estaba ubicado debajo del comedor principal de la mansión y su forma era un rectángulo de techo abovedado de 6,70 metros de largo por 5,30 de ancho. Tenía además dos pequeñas ventanas y una puerta angosta por la que se accedía al final de la escalera.
Aunque Siqueiros sostuvo que se realizó sin boceto previo, se han encontrado los dibujos prelimitares donde estaban casi todas las figuras resueltas para ser ubicadas en cada pared y techo.
La pintura cubría la totalidad de la superficie de muros, techos y pisos, en total unos 123 m2.
La obra fue calificada por Siqueiros como monumental y dinámica, destinada a un espectador también dinámico, realizada en un tiempo record, tres meses, gracias a la técnica de avanzada que se utilizó.
El tema: múltiples desnudos femeninos cuyas figuras continuaban entra la pared y el techo o la pared y el piso. La musa inspiradora fue la poetisa uruguaya Blanca Luz Brum, mujer de Siqueiros durante esos años, cuya relación terminó en ese momento. Fue la despedida de ese apasionado amor que había comenzado en 1929 cuando se conocieron en la ciudad de Montevideo.
Siqueiros definió la pintura como “motivo abstracto de plástica pura”.
El sótano era el refugio privado donde sólo tenían acceso a él Botana y amigos íntimos quienes se reunían allí para jugar al poker, además de disfrutar una surtida y exclusiva bodega. Estaba ubicado debajo del comedor principal de la mansión y su forma era un rectángulo de techo abovedado de 6,70 metros de largo por 5,30 de ancho. Tenía además dos pequeñas ventanas y una puerta angosta por la que se accedía al final de la escalera.
Aunque Siqueiros sostuvo que se realizó sin boceto previo, se han encontrado los dibujos prelimitares donde estaban casi todas las figuras resueltas para ser ubicadas en cada pared y techo.
La pintura cubría la totalidad de la superficie de muros, techos y pisos, en total unos 123 m2.
La obra fue calificada por Siqueiros como monumental y dinámica, destinada a un espectador también dinámico, realizada en un tiempo record, tres meses, gracias a la técnica de avanzada que se utilizó.
El tema: múltiples desnudos femeninos cuyas figuras continuaban entra la pared y el techo o la pared y el piso. La musa inspiradora fue la poetisa uruguaya Blanca Luz Brum, mujer de Siqueiros durante esos años, cuya relación terminó en ese momento. Fue la despedida de ese apasionado amor que había comenzado en 1929 cuando se conocieron en la ciudad de Montevideo.
Siqueiros definió la pintura como “motivo abstracto de plástica pura”.
Mural en el sótano
El mural y su historia
Ejercicio Plástico es el mural realizado por el artista mexicano David Alfaro Siqueiros, junto a los artistas argentinos Lino Enea Spilimbergo, Antonio Berni y Juan Carlos Castagnino, y el escenógrafo uruguayo Enrique Lázaro.
Esta obra fue realizada en 1933, en el sótano de la quinta Los Granados, ubicada en Don Torcuato, Provincia de Buenos Aires, perteneciente a Natalio Botana, dueño y fundador del diario Crítica.
El artista mexicano se hallaba en la búsqueda de nuevas tecnologías y pinturas industriales que pudieran conceder un carácter transformador a la pintura mural. La sustitución de bocetos por el uso de la fotografía; la utilización del cinematógrafo proyectando las imágenes sobre el muro, el empleo de la “brocha de aire” en reemplazo del pincel, son algunas de las innovaciones implantadas por el artista.
El Equipo Poligráfico conformado por este grupo de artistas tenía como intención crear la ilusión de movimiento en las figuras representadas y así generar en el espectador una sensación muy especial: la idea que el visitante se sintiera como dentro de una caja de cristal sumergida en el mar.
La obra resulta paradójica en varios sentidos: es la única pintura mural realizada por Siqueiros que carece totalmente de contenido político-social. Los artistas en el manifiesto escrito se encargaron de aclarar que se trataba de una “gimnasia plástica”, de un ejercicio pictórico de búsqueda y experimentación.
Ejercicio Plástico es considerado a nivel internacional como una obra cumbre del arte latinoamericano.
El proceso de recuperación de la obra comenzó en 1990 cuando la quinta Los Granados fue comprada por una empresa con la intención de llevar la pieza de gira por el mundo. Estos particulares, asesorados por el maestro mexicano Manuel Serrano, especialista en muralismo y restauración, llevaron a cabo la dificultosa tarea de extraer el mural del sótano de Don Torcuato.
Debido a un litigio legal entre empresas que se disputaban su propiedad, la obra permaneció 16 años guardada en contenedores, en una playa de grúas ubicada en la localidad de San Justo, Provincia de Buenos Aires.
Debido a un litigio legal entre empresas que se disputaban su propiedad, la obra permaneció 16 años guardada en contenedores, en una playa de grúas ubicada en la localidad de San Justo, Provincia de Buenos Aires.
El rescate de Ejercicio Plástico se manifestó de forma concreta cuando en el año 2003 la obra fue declarada Bien de Interés Histórico Artístico Nacional, mediante el decreto 1045/2003 firmado por el Presidente Néstor Kirchner. Con esa medida se impedía la venta de la obra y su salida del país.
En el año 2008, por impulso de la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, el mural fue trasladado finalmente en los cuatro contenedores desde la playa de grúas bonaerense hasta un taller preparado para los trabajos de restauración ubicado en la Plaza Colón contigua a la Casa Rosada, poniendo en marcha su recuperación.
Más tarde, en el año 2009 el Senado aprobó un proyecto de Diputados, donde se declara al mural “de utilidad pública y sujeto a expropiación”.
Actualmente, el mural Ejercicio Plástico forma parte del Museo del Bicentenario, emplazado en la Aduana Taylor (hacia el lado este de la Casa Rosada), y puede ser disfrutado por todos sus visitantes.
Siqueiros y el Equipo Poligráfico
Siqueiros es considerado, junto con José Clemente Orozco y Diego Rivera, uno de los artistas-revolucionarios más importantes de su tiempo, asociado a la pintura mural de carácter social ejecutada con fines educativos y populares, generalmente realizada en edificios públicos.
David Alfaro Siqueiros llega a la Argentina con el objetivo de acercar las propuestas del muralismo desarrollado en su país y brindar un ciclo de conferencias acerca del rol del artista y la utilidad del arte en la sociedad latinoamericana. Esos encuentros despertaron críticas, incluso escándalos, en la sociedad porteña de 1933.
Frente a la imposibilidad de intervenir los muros de edificios públicos de nuestro país como había planeado, el mexicano debía encontrar un medio de vida durante su estadía en Buenos Aires. De ese modo, conoció al controvertido empresario y periodista Natalio Botana, quien lo invitó a que colaborase con breves reseñas e ilustraciones en su periódico. Siqueiros aceptó la proposición y, al poco tiempo, la invitación se extendió: allí le ofreció que pintara el sótano de su propia casa.
Siqueiros accede a la particular propuesta que significaba intervenir un espacio de carácter privado dentro de una lujosa y excéntrica mansión. Para esto, el mexicano decide convocar a un equipo de artistas, admirados por él desde lo artístico pero también cercanos a su postura ideológica. En la elección de su grupo de trabajo, Siqueiros seleccionó un equipo de artistas jóvenes con quienes se identificaba políticamente: los argentinos Antonio Berni, Lino Enea Spilimbergo, Juan Carlos Castagninoy el uruguayo Enrique Lázaro. Ellos aquí bregaban por un arte atravesado por lo social.
Lino Enea Spilimbergo era considerado por Siqueiros como “el más grande pintor argentino de todos los tiempos y uno de los más grandes pintores del mundo actual”; además su afiliación al Partido Comunista lo acercaba aún más a la figura del mexicano.
Del mismo modo, Antonio Berni coincidía en sus preocupaciones sociales y en la definición del artista como actor protagónico en la denuncia de la compleja realidad latinoamericana. Su visión crítica sobre la conflictividad local se manifestaba en la temática de sus trabajos que promovían la defensa de los derechos de los humildes y marginados.
Asimismo, Juan Carlos Castagnino, evidenciaba un interés por el arte mural que junto con sus valores estéticos y su militancia política lo acercaron a la figura de Siqueiros. Ligado al Partido Comunista al igual que sus colegas, se consideraba un pintor americano comprometido con su pueblo a través de su obra.
El escenógrafo uruguayo Enrique Lázaro fue otro de los ayudantes que participaron en la ejecución del mural. Elegido por recomendación de un colega, el oficio del uruguayo le permitiría a Siqueiros la posibilidad de experimentar en un espacio arquitectónico tan complejo y novedoso para él.
Es necesario destacar que Ejercicio Plástico representaba un desafío a nivel técnico y compositivo para estos cinco artistas que conformaban el Equipo Poligráfico. Este espacio de experimentación resultaba el inicio de una búsqueda hacia una revolución técnica y, por sobretodo, dirigida a un observador dinámico.
El mural “Ejercicio plástico”
El mural “Ejercicio plástico” fue pintado por David Siqueiros en el año 1933 en el sótano abovedado de la quinta “Los Granados”, propiedad de Natalio Botana. Dejemos de lado las cuestiones políticas que hicieron que el reconocido pintor mexicano estuviese “de visita” en nuestro país. Dejemos de lado quién era Natalio Botana. Dejemos de lado, incluso, la atrapante historia de amoríos que envuelve a ambos y de la que no escapan tampoco nombres como los de Neruda, García Lorca y hasta el mismísimo Borges; y, en el centro de todos, la uruguaya Blanca Luz Brum. Vayamos al mural.
Años después, abandono de por medio, fogatas de vagabundos y humedad; al conocerse su existencia, comenzaron los vaivenes. Compras y ventas. Intentos para restaurarlo (el primero consistió en sacarle la cal que lo cubría). Rescate del sótano con modernas técnicas. Cortarlo. Ponerlo en containers durante veinte años. Idas y vueltas legales, económicas y diplomáticas entre países (México y Argentina). Gobierno nacionales desinteresados. Después de 76 años de oscuridad, el mural es considerado hoy Patrimonio Nacional, está siendo restaurado y va a ser expuesto detrás de la Casa Rosada. Después de tanto subsuelo, “Ejercicio Plástico” verá la luz y nosotros veremos a Luz, en mil formas, nadando en las inmensidades del mar.
El lingüísta checo Jan Mukarovsky, desde 1936 ayuda a pensar en el arte como un hecho social, como signo; de la función o funciones que encierra, de las normas que intentan imponerse, de los valores que entran en juego y de la exquisita lucha ideológica que le es inherente, justamente por tratarse de un hecho social. Nada mejor que “el” mural de Siqueiros para poner a andar estos conceptos, tan intrincados como la historia del mural. Si comenzamos por considerar este mural como un hecho semiológico, tenemos que analizar no sólo su aspecto material, su forma, sino también su contenido, el mensaje que transmite, su significado. Materialmente, tiene un valor objetivo, que es el haber sido pintado en un sótano abovedado y con técnicas y materiales nuevos que apuntaban a crear movimiento con diversas líneas, a modo de boceto (trazos negros y gruesos).
Por otro lado, es singular el hecho de que este mural, y aquí entra en juego su valor subjetivo, es el único de Siqueiros que no responde a una temática política, como todos sus anteriores. También por eso es que México le otorga tanto valor: además de por la novedad del lugar en qué fue pintado, porque rompe con el rasgo más significativo de la obra del pintor. Entra en juego otro de los conceptos sobre los que trabaja Mukarovsky: el de norma. El mural de Siqueiros viola varias normas anteriores. Primero, la propia: no hace un mural “político”. Segundo, la de dónde deben pintarse los murales (muros exteriores) y con qué técnicas. Tercero, la de los principios de la norma del momento; lo considerado bello, de buen gusto y artístico. Vemos cómo los desnudos provocan el espanto de la familia Alsogaray.
“Ejercicio plástico” fue creado como objeto estético. En ese tiempo, fue considerado por pocos una obra de arte. Inmediatamente se transformó en un objeto a ser eliminado, justamente porque transgredía, porque violaba normas y valores destinados a ser válidos invariablemente; porque es “erótico”, porque los Alsogaray eran “conservadores”. La intolerancia hacia lo nuevo lo convirtió en desagradable, digno de ser destruido o, en su defecto, ocultado. Olvidado por transgresor. Después, continuaron años de anonimato, de refugio de vagabundos, de fogatas en su seno. Después, México reclamó lo que consideraba suyo: para ellos el mural tiene un riquísimo valor patrimonial, porque era Siqueiros, porque era mexicano y creían que tenían el derecho de conservarlo en su país. Para nosotros, los argentinos, el mural significa aún mucho más. Y aquí volvemos a tocar el tema del valor, del significado, del mensaje… Tenemos que hablar, indefectiblemente, de aquellos que en primera instancia íbamos a dejar de lado. Porque, más allá de su valor objetivo, estas circunstancias de su creación –y de su olvido- hacen a una confluencia de factores que le otorgan un infinito valor subjetivo, que aún sin ser visto, nos acelera el corazón, nos llena de ansiedad y de deseos de verlo de una vez por todas. “Siqueiros, artista de militancia comunista, exponente del mural mexicano, devoto de los espacios amplios, los muros exteriores y los motivos claramente ideológicos. Realizó un mural íntimo, casi secreto, de tono más bien erótico y ubicado en un sótano perteneciente a un hombre rico como Botana”. “Enfrentado con el gobierno mexicano, a principios de los años 30, Siqueiros fue expulsado de su país. Así comenzó un periplo internacional que lo trajo a fines de 1932 al Río de La Plata. Pero la situación local en plena década infame, con una sociedad en la que los circuitos de vanguardia convivían con un clima extremadamente conservador, no era la más propicia para el artista exiliado. No pudo concretar ninguna de las obras que realmente quería hacer (pintar un silo en el puerto, por ejemplo)”.
Entonces, apareció Botana y la propuesta de la realización de una obra plástica en su quinta de Don Torcuato. En ese lugar se reunían artistas y políticos, nacionales y extranjeros. Y se decía que en el sótano de aquella vivienda participaban todos de “fiestas libertinas”. “Cuando se dio a conocer, el mural dividió a la sociedad de la época. Mientras algunos lo defendían, otros lo calificaban de pornográfico (“Un gran asco”, sentenció el diario Crisol”). Una vez terminada la obra, Siqueiros se fue del país. El mural significaba para él el final de su relación con Blanca Luz Brum, su mujer y modelo del mural; quién se quedó en Buenos Aires convertida en la amante de Botana. Blanca, había tenido también un amorío con Neruda, en el cual García Lorca les oficiaba de centinela. Asimismo, comentan que ella habría sido el motivo de un intento de suicidio de Jorge Luis Borges en 1934. Pero volviendo a David. Pocas veces hizo su creador referencias a este mural y, así, se convirtió en una obra remota, perdido en una lejana quinta de Sudamérica. Como ya se comentó, luego vinieron las décadas de olvido, de guerras legales y de deterioro. Ahora, luego de que el Gobierno argentino lo declarara por decreto “bien de interés histórico artístico nacional”, por lo cual está prohibida su salida del país; está siendo restaurado para ser expuesto definitivamente. “Bajo el tinglado especialmente acondicionado para contenerlo, trazos, colores y formas van emergiendo y negando el destino de oscuridad al que alguna vez pareció estar condenado”. ¿Quién puede negar entonces que todas las circunstancias expuestas cargan de valor esta obra?. Diría Mukarovsky que, más allá de su valor objetivo, dependerá de la percepción colectiva su valoración subjetiva. No caben dudas que esta valoración ya fue construida. Sólo resta esperar el momento definitivo de la “Luz”.
Fuentes • “Ejercicio Plástico, el mural de Siqueiros en la Argentina” – H. Mendizábal. El Ateneo, Buenos Aires, 2003. • Revista La Nación -5 de julio de 2009.
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