El tiempo me ha hecho entender que dejar ir no es darse por vencido, que no es un acto de debilidad sino de fortaleza y crecimiento: porque aunque me duela dejarte ir comprendo que hay cosas que no pueden ser.
A lo largo de nuestro sendero vital hemos dejado muchas cosas atrás, nos hemos desprendido de escenarios, situaciones, de costumbres e incluso de personas. A día de hoy eres todo lo que dejaste en el ayer para conformar un presente más auténtico, aunque ello haya implicado bastante sufrimiento.
Asumir que vivir es muchas veces cortar vínculos y dejar vacías nuestras manos de lo que antes nos colmó de alegrías y esperanzas es sin duda algo doloroso. No obstante, cuanto antes lo asumamos más preparados estaremos para superar estos instantes, estos cruces de caminos donde mirar atrás es “apegarnos” a lo que no puede ser.
Vivir de nostalgias puntuales enriquece e inspira, pero sobrevivir de forma perpetua del recuerdo y lo que dejaste ir, lejos de permitirte crecer, te encalla y erosiona como esas rocas embestidas una y otra vez por el dolor del oleaje.
Libérate, avanza y asume lo vivido como quien conserva un tesoro preciado: te enriquece por dentro y te ayuda a tomar el camino más indicado, ése donde se abre el equilibrio, lo que de verdad debe ser para ti.
Hasta lo que antes fue bueno puede de pronto dejar de hacerte el bien, para traerte sufrimiento, y hasta quien dice quererte, puede dejarte ir día a día un poco más, como quien va arrancando los pétalos de una flor hasta de dejarla desnuda con sus espinas.
Dejar ir ciertas cosas para que otras mejores nos alcancen
En ocasiones, lo que dejamos ir fue algo en lo que confiamos en su momento y que en muchos casos, nos hizo feliz. Las alegrías, el amor y la esperanza de antaño explican el dolor de ahora, y la dificultad por tener que desprendernos de esa persona o esa situación.
En realidad, no es fácil asumir eso que nos dicen tantas veces de que la vida es dejarse llevar, permitirse fluir sin evitar la resistencia. ¿Cómo conseguirlo? Las personas necesitamos seguridad en el día a día, y necesitamos también que quien nos quiera hoy, nos quiera del mismo modo mañana.
- El acto de dejar ir implica un gesto de valentía y de autoconocimiento. Es necesario saber percibir dónde están nuestros límites y qué es aquello que de verdad queremos para nosotros mismos.
- Somos conscientes de que nadie tiene la felicidad garantizada en la palma de su mano, sin embargo, tenemos derecho a entrelazar, en un momento dado, nuestros dedos en otra mano que nos colma de emociones, y que de algún modo, nos ha de ofrecer bienestar.
- Si ese compañero o compañera que llevábamos de la mano nos acaba guiando por el sendero de la infelicidad, es necesario soltarnos para buscar nuestro propio camino. Y lo haremos aunque exista el amor, porque a pesar del cariño y la pasión, no todas las relaciones son sabias, ni todos los amores entienden el lenguaje del respeto.
Una buena autoestima, y una actitud fuerte que defienda nuestra propia dignidad, será siempre quien nos guiará lejos de estas situaciones para no quedar movilizados, sometidos al sufrimiento. Porque madurar es también dejar ir a quien no se quiere quedar.
Amar es también aprender a dejar ir, porque es casi siempre el amor quien mayor sufrimiento nos ocasiona. Sólo cuando aceptamos lo que no puede ser nos permitimos ser libres para encontrar nuevas felicidades.
Aprender a dejar ir te traerá la felicidad
Quien se aferra al pasado esclaviza sus pensamientos, su mente, su corazón y su alma. El ayer no se puede borrar, ni editar, ni aún menos olvidar. Tampoco podemos cambiar a las personas, ni obligarlos a querernos como nosotros desearíamos… Hay aspectos de nuestra vida que para superarlos, primero hay que aceptarlos.
Dejar ir es dejar llegar, porque nadie viene a este mundo sabiéndolo todo ni trayendo consigo el manual de las decisiones perfectas, ésas que están exentas de error. Vivir es probar, tocar, iniciar, arriesgarse y también equivocarse, de ahí, que debamos tener en cuenta los siguientes aspectos:
- No te enfades, no llenes tu corazón con la ira ni tu mente con el rencor. Dejar ir es un arte que debe hacerse de forma pacífica y sin rabia, sólo entonces nos permitiremos ser libres, descubriendo que día a día el dolor es mucho menor.
- Para dejar ir lo primero que debemos hacer es aprender a aceptar: acepta que toda experiencia mereció la pena porque es vida vivida, porque quien niega y olvida no asume, no sana y no aprende. Es necesario aceptar lo ocurrido y entender que dejar ir también es crecer.
Algún día todo tendrá sentido, el dolor de ahora, el caos y la incertidumbre por dejar ir lo que antes te definía, será mañana esa puerta que te traerá cosas mucho mejores, porque recuerda… todo ocurre por alguna razón.
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