El buen caminante no deja huella tras de sí.
Tao Te King
Casi un segundo para ver cuán despierto está el mundo,
este mundo que vengo soñando día tras día
entre neblinas y apuros del tiempo.
No me paré a observar
la aislada melodía que resuena en sus adentros,
el susurro del aire tocando un incierto presente
o la paz de los almendros junto al riachuelo de nieve.
Pero hoy, entre mis manos perplejas, en ojos nuevos,
todo recobra un color nunca visto antes.
Es el presente, es el mundo insólito
agitando mi vientre, mis penumbras,
mis soledades difusas, la honda preocupación
del instante.
Todo, hoy, se ha vaciado en la espaciosidad
de este universo múltiple que se expande
al eco sin límite de sus potencias.
En silencio incontestable, de rubor primero,
con mis pasos doy señal al olvido
y todo se borra y es inútil el presagio,
pero no el asombro.
Soy un habitante de la incertidumbre
cuyas lágrimas rocían la emoción de ser vivo,
desprovisto de equipaje y de amor fulminado
por este instante descubierto que es toda mi existencia
y mi único futuro.
Dulce es la calma del no-saber.
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