Un lugar sacado de un cuento. Eso es en resumen Brujas, una de las ciudades más bellas de Europa y quizás la que más conserva una arquitectura medieval. Sus viejas casonas de ladrillo se reflejan sobre el agua de largos canales que atraviesan este mágico sitio, ubicado en la región de Flandes a tan solo 90 kilómetros de Bruselas, la capital de Bélgica, y conocido como la Venecia del norte.
No cabe duda de que es uno de los destinos predilectos de los turistas de todo el mundo, al año recibe tres millones de viajeros. Su ambiente romántico atrapa la atención de los visitantes, quienes en un día pueden recorrer esta antigua ciudad fundada en el siglo XI y que en su momento fue una de las más prósperas del continente gracias a sus canales.
Apenas se llega a Brujas lo primero que hay que hacer es visitar su casco histórico, que en el año 2000 fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Sus grandes atractivos son las plazas. La primera es la Plaza Mayor o Markt, el corazón de Brujas, adornada de edificios neogóticos, con colores alegres y frentes triangulares. Allí siempre hay festejo y movimiento por el mercado que se instala todos los sábados.
En la Plaza Mayor se encuentra la torre del campanario, también llamada Belfort o Torre de Belfry, desde donde podrá ver la mejor panorámica de la ciudad, después de subir alrededor de 366 escalones de esta edificación medieval de 83 metros de altura.
Otro imperdible es la plaza Burg, en donde se encuentra el Ayuntamiento, uno de los edificios más llamativos de Brujas, construido en el siglo XIV. Aunque su fachada gótica es lo que lleva a los turistas a visitarlo, lo mejor está al interior: la Sala Gótica y la Sala Histórica. La primera tiene un precioso techo de madera con detalles de oro que la convierten en uno de los acabados más hermosos del mundo. La segunda guarda documentos y pinturas relacionadas con la historia de Brujas.
Otro lugar emblemático de esta plaza es la Basícila de la Sagrada Sangre, una pequeña capilla, en cuyo altar está guardado el tabernáculo en el que según la fe católica y la tradición, José de Arimetea conservó en paño con la sangre de Cristo.
Pero el sitio más visitado es tal vez la Iglesia de Nuestra Señora, el segundo edificio de ladrillo más alto del mundo gracias a sus 122 metros de altura. En su interior guarda un gran patrimonio artístico, gracias a las obras Gerard David, Pieter Paurbus y Miguel Ángel, con “la madonna con hijo”, en mármol blanco.
Después de la visita a estos lugares emblemáticos de la ciudad, vale la pena realizar un mini crucero por los canales, un tour, que dura alrededor de 45 minutos. Desde los botes se puede apreciar una perspectiva más romántica de la ciudad: iglesias, palacios, puentes y bellos jardines dan hacia los espejos de agua que generan una sensación de tranquilidad.
Y aunque todos los paisajes nombrados parecen sacados de la literatura, hay uno en especial que lo transportará a una de las historias más famosas del mundo: los molinos de Kruisvest, ubicados en la zona norte. Algunos de ellos siguen en funcionamiento, así que se puede conocer de cerca su mecanismo y oler las viejas tablas de madera y el olor del trigo molido. Además, por sus extensas zonas verdes este parque es perfecto para una tarde picnic y descanso.
Al acabar el recorrido por Brujas hay dos cosas que hay que hacer antes de partir. La primera es disfrutar de la deliciosa cerveza belga, una de las más reconocidas del mundo. La otra es comprar unos buenos chocolates que se derriten en la boca y cuyo sabor lo harán volver a este lugar de ensueño.
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