jueves, 22 de mayo de 2025

Hay una tristeza que sube, despacio,
como marea que no pide permiso,
inunda el pecho, lo llena de espuma
y queda atrapada en el borde de mis ojos.

No es tristeza que grita,
es de esas que arrastra recuerdos,
como un mar callado que retiene historias,
que erosiona despacio, pero nunca llena.

Me envuelve los pies, me hace lento el paso,
su espuma se filtra en mis palabras,
aleja a quien escucha,
a quien intenta entender sin mojarse.

Es el peso de un océano silencioso
que llevo dentro de mis pulmones,
que guarda naufragios de lo que fui,
secretos ahogados que no encuentran paz.

Soy esa ola que rompe en la orilla,
pero siempre vuelve,
un vaivén que nadie nota,
una corriente invisible,
donde el agua que esconde el dolor
nunca se seca.

Sigo avanzando, como puedo,
riendo de cara a la marea,
llorando en silencio bajo la superficie,
sin encontrar lugar en este mundo de tierra,
que poco entiende de aguas profundas,
de costas que callan
lo que el mar no deja ir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario