lunes, 19 de agosto de 2024

A veces el destino es como una pequeña tormenta de arena que sigue cambiando de dirección. Cambias de dirección pero la tormenta de arena te persigue. Giras de nuevo, pero la tormenta se ajusta. Una y otra vez juegas esto, como una danza siniestra con la muerte justo antes del amanecer. ¿Por qué? Porque esta tormenta no es algo que llegó desde muy lejos, algo que no tiene nada que ver contigo. Esta tormenta eres tú. Algo dentro de ti. Así que todo lo que puedes hacer es ceder ante ella, entrar justo dentro de la tormenta, cerrar los ojos y taparte los oídos para que la arena no entre, y caminar a través de ella, paso a paso. No hay sol allí, ni luna, ni dirección, ni sentido del tiempo. Sólo arena blanca fina que se remolina hacia el cielo como huesos pulverizados. Ese es el tipo de tormenta de arena que necesitas imaginar.

Y realmente tendrás que superar esa tormenta violenta, metafísica y simbólica. No importa lo metafísico o simbólico que pueda ser, no te equivoques: cortará la carne como mil hojas de afeitar. La gente sangrará allí, y tú también sangrarás. Sangre roja y caliente. Atraparás esa sangre en tus manos, tu propia sangre y la de otros.

Y una vez que la tormenta termine, no recordarás cómo sobreviviste, cómo lograste sobrevivir. Ni siquiera estarás seguro, de hecho, si la tormenta realmente ha terminado. Pero una cosa es segura. Cuando salgas de la tormenta no serás la misma persona que entró. De eso se trata esta tormenta.

Haruki Murakami,
Kafka en la orilla

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