CUMBRES BORRASCOSAS.
Continúa siendo, a día de hoy, una de las grandes obras de la literatura europea y universal.
Emily Brontë es parte de una historia familiar extraordinaria para aquella época, siendo la mediana de tres hermanas que también se convertirían en famosas novelistas: Charlotte escribió Jane Eyre, mientras que Anne creó La inquilina de Wildfell Hall. La suya, no obstante, es una vida que acaba pronto –moriría a los 30 años– y que está rodeada de un halo de misterio.
«La más rebelde» o «la más enigmática» de las tres hermanas son algunos de los calificativos que hoy se pueden encontrar cuando se escribe sobre ella. Un misterio al que también contribuyó Charlotte, la última de las tres hermanas en morir, y la que vivió para disfrutar de su propia fama como novelista. Al fin y al cabo, sería ella quien diría sobre Emily que «un intérprete debió interponerse entre ella y el mundo». Algunos autores se aventuran a decir que tenía la enfermedad de Asperger.
La muerte, una más en casa
La vida de Emily no se puede entender sin sus dos hermanas: su propia historia está ligada a ellas y a las tragedias que compartieron. La muerte estuvo muy presente en la vida de las Brontë desde el principio. La madre de la familia murió joven de cáncer, dejando a cargo del padre cinco niñas y un niño. De estas, las dos más mayores fallecerían poco después, a los 11 y 10 años de edad, tras pasar un corto periodo de tiempo en la Escuela de Hijas del Clero en Cowan Bridge y enfermar de tuberculosis. Este trágico acontecimiento hizo que el padre tomara la decisión de criar en casa a sus otros cuatro hijos, razón por la que todos disfrutaron de una infancia rodeada de libros –gracias al impulso de su padre, gran apasionado de la lectura– y de juegos de imaginación, algo clave para el desarrollo de la escritura en las tres hermanas. Hoy, de hecho, aún se conservan algunos de los diminutos cuentos que escribieron durante esas tardes de juegos.
La muerte estuvo muy presente en la vida de las Brontë desde el principio
Ante la falta de ingresos suficientes, las hermanas estudiaron para convertirse en institutrices. No era la vida que más les apasionaba, por lo que se plantearon crear su propia escuela en la casa parroquial. Emily, junto a su hermana Charlotte, viajó a Bruselas para aprender francés y atraer alumnos a su futuro proyecto, aunque durarían menos de un año: su tía, que había cuidado de todos los hermanos tras la muerte de su madre, falleció, lo que las obligó a volver a la casa familiar.
Aunque no todo serán malas noticias: el dinero que les deja su tía será el que les sirva para publicar un libro de poemas escrito por las tres. Y podría haber sido de solo dos hermanas, Charlotte y Anne, si la primera no hubiera descubierto por casualidad unos poemas escritos por Emily. La autora de Cumbres Borrascosas también escribía poesía, si bien lo hacía en la intimidad; ni siquiera se tomó muy bien que su hermana descubriera sus escritos, aunque finalmente accedería a la publicación del libro en 1846. Poems, no obstante, saldría bajo el seudónimo de tres nombres masculinos: Currer, Ellis y Acton Bell. Vendieron dos ejemplares. Aun así, su segundo paso sería escribir novelas.
Emily Brontë publicó Cumbres Borrascosas en 1847 bajo el seudónimo de Ellis Bell. No sería hasta su muerte cuando su hermana Charlotte reveló la verdadera autoría. La novela cuenta la historia tormentosa entre el huérfano que llega a Cumbres Borrascosas, llamado Heathcliff, y la hija del matrimonio que le acoge, Catherine. El tercer personaje en este libro es Hindley, hermano de Catherine, que acabará tratando a Heathcliff como un sirviente. El amor, odio y venganza de los tres acabará traspasando a la siguiente generación, los hijos de los personajes principales, que tendrán la difícil tarea de devolver la paz a Cumbres Borrascosas.
La mayor parte de las críticas anglosajonas fueron negativas y atacaron su violencia, falta de realismo e inmoralidad
La publicación del libro de Emily provocó un fuerte impacto pese a estar firmado, supuestamente, por un hombre. Una de las críticas que apareció decía: «El lector está sorprendido, disgustado, casi asqueado por los detalles de crueldad, falta de humanidad y el más diabólico odio y venganza. Y luego vienen pasajes de un poderoso testimonio sobre el poder supremo del amor». La profesora de la Universidad de Granada, Ana Pérez Porras, recogió en una de sus ponencias otra reseña de 1848, en este caso publicada por la revista Britannia: «Hay un singular poder en el retrato de su fuerte pasión, […] las escenas de brutalidad son innecesariamente largas e innecesariamente frecuentes».
Precisamente, recuerda Pérez Porras, «la mayor parte de las críticas inglesas y norteamericanas fueron negativas y atacaron su violencia, falta de realismo e inmoralidad (características opuestas a las de la novela victoriana contemporánea)». La Brontë Society, la sociedad que divulga el legado de la familia, destaca precisamente que esa es una de las claves de Cumbre Borrascosas, un libro gótico que carece de «comentarios morales» por parte de la autora ante un personaje tan violento como Heatchcliff.
Una segunda novela?
Emily solo tuvo un trabajo de seis meses en una escuela: según sus palabras le gustaba más el perro del colegio que cualquiera de sus alumnos. Brontë prefería su casa, donde decía sentirse realmente feliz, un hogar a las afueras de Haworth, un pueblo de West Yorkshire, en Reino Unido. Un lugar con un paisaje de brumosos páramos que será una de las fuentes de inspiración para escribir su novela.
No tenía amigos fuera de su familia y no ha sobrevivido nada de su correspondencia. De hecho, se cree que su hermana Charlotte destruyó muchos de sus objetos para preservar su reputación, incluida una posible segunda novela. Existe una carta fechada el 15 de febrero de 1848 de su editor en la que se habla de ese segundo libro, aunque no hay rastro de ella y se cree que fue la propia Charlotte quien acabó destruyéndola.
Emily murió a los 30 años de tuberculosis, solo tres meses después de la muerte de su hermano. Se puso enferma el mismo día del entierro aunque se negó a admitir que estaba enferma y se levantaba todas las mañanas a realizar las tareas del hogar. Murió finalmente en el sofá del comedor, incapaz de volver a subir a su habitación.
Emily Bronte.
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