En el viejo cementerio judío de Praga no hay lujosos panteones, ni monumentos de costosos mármoles, no hay flores, ni adornos, ni cruces, ni estatuas… allí solo encontraremos miles de lápidas amontonadas sin orden ni concierto, como si en un juego macabro hubiesen sido colocadas azarosamente por manos invisibles en lejanas noches oscuras y silenciosas.
Viendo el reducido espacio del cementerio, no nos salen las cuentas cuando nos dicen que allí hay enterrados más de cien mil judíos. En cambio, en el camposanto tan solo hay unas doce mil lápidas. Esto se debe a que el cementerio se les quedó pequeño y los judíos, sin la posibilidad de ampliarlo, tuvieron que recurrir a realizar los nuevos enterramientos sobre los ya existentes, añadiendo capas de tierra una y otra vez. En algunos lugares del cementerio se pueden contabilizar hasta once enterramientos unos sobre otros. Motivo también del aparente desorden de las lápidas.
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