El problema de las definiciones en filosofía no es que se carezca
de ellas, es que nos enfrentamos a la abundancia de las
mismas; esto mismo se aplica al concepto de ‘amor’, hay casi
tantas d
efiniciones del mismo como filósofos han existido, sin
embargo, yo diría que, en este caso, se pueden reducir a dos
principales núcleos semánticos: Eros y Ágape. Esto es válido
para la filosofía occidental, que se ha nutrido históricamente de
dos fuentes culturales básicas, me refiero al pensamiento
clásico grecolatino y a la matriz judeocristiana. Los griegos
llegaron al punto en el que las principales discusiones alrededor
del amor se centraron en el tema “erótico”, es decir, en los
afectos del alma que partían del impulso hacia los cuerpos
bellos y llegaban al ámbito de lo divino; así tenemos, por
ejemplo, a Platón para quien el amor es el producto de una
tensión entre la abundancia y la necesidad, de ahí su plenitud
pero también su carencia: el amor es análogo al deseo que
busca completar su satisfacción, pero cuya dinámica
existencial es terriblemente agotadora por el proceso de
búsqueda que supone. Por otro lado, la noción cristiana de
ágape refiere más bien al ámbito de la gracia divina, su modelo
es la plenitud y perfección del amor de Dios hacia los hombres,
amor inmerecido que se otorga sin condiciones a quien incluso
lo desprecia, el patetismo propio de esta noción cristiana tiene
su precisa iconografía en la crucifixión del hijo de Dios,
sangrando por su insensato amor a los hombres. Estas son las
dos fuentes que rigen las principales acepciones del amor en
Occidente, la noción ascendente de Eros, demasiado humana,
estética y extática, y la noción de Ágape, divina, perfecta,
compasiva y ética.
entrevista con el filósofo Edgar Morales Flores
embargo, yo diría que, en este caso, se pueden reducir a dos
principales núcleos semánticos: Eros y Ágape. Esto es válido
para la filosofía occidental, que se ha nutrido históricamente de
dos fuentes culturales básicas, me refiero al pensamiento
clásico grecolatino y a la matriz judeocristiana. Los griegos
llegaron al punto en el que las principales discusiones alrededor
del amor se centraron en el tema “erótico”, es decir, en los
afectos del alma que partían del impulso hacia los cuerpos
bellos y llegaban al ámbito de lo divino; así tenemos, por
ejemplo, a Platón para quien el amor es el producto de una
tensión entre la abundancia y la necesidad, de ahí su plenitud
pero también su carencia: el amor es análogo al deseo que
busca completar su satisfacción, pero cuya dinámica
existencial es terriblemente agotadora por el proceso de
búsqueda que supone. Por otro lado, la noción cristiana de
ágape refiere más bien al ámbito de la gracia divina, su modelo
es la plenitud y perfección del amor de Dios hacia los hombres,
amor inmerecido que se otorga sin condiciones a quien incluso
lo desprecia, el patetismo propio de esta noción cristiana tiene
su precisa iconografía en la crucifixión del hijo de Dios,
sangrando por su insensato amor a los hombres. Estas son las
dos fuentes que rigen las principales acepciones del amor en
Occidente, la noción ascendente de Eros, demasiado humana,
estética y extática, y la noción de Ágape, divina, perfecta,
compasiva y ética.
entrevista con el filósofo Edgar Morales Flores
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