...y dijo el sabio Pachacutec que el rey Sol y la reina Luna se
unirían aquel glorioso día, y así fue.
Como una mujer y un hombre de amores desgraciados, el Sol y la Luna
estaban condenados a no encontrarse jamás. Pero el gran Pachacutec
profetizó que un día ambos se amarían y de ese encuentro nacerían un
niño y una niña en el lago Titicaca.
El día predicho, la Tierra se oscureció y la Luna se unió al Sol. Y
los hombres que llegaron al gran lago encontraron allí un hombre
apuesto y fuerte junto a una doncella hermosísima. Como padre suyo
que era, el dios Sol les había ordenado andar por todo el mundo, y
les había entregado una lanza de oro que debían golpear en las rocas
que encontraran, para allí donde la vara se hundiera con un solo
golpe, levantar una ciudad en honor del Sol y nombrar un rey para los
hombres.
Así lo hicieron los Hijos del Sol. Enseñaron a los hombres la caza y
la agricultura, el arte de la guerra y las oraciones y plegarias a su
padre Sol, construyendo juntos templos y palacios en su honor.
Los hombres de aquellas tierras, agradecidos, le dieron al Hijo del
Sol el nombre de INCA, que significaba en su lengua "príncipe", y
llamaron MAMAUCHIC a la Hija del Sol, que significaba "madre".
Los dos Hijos del Sol, acompañados por las gentes del lugar,
recorrieron montes, valles, ríos, buscando el sitio donde la roca
cedería al primer golpe de la lanza, indicando así el lugar donde
fundar la ciudad. Finalmente, en una montaña llamada Huanacauri, la
roca cedió, y los Hijos del Sol reunieron allí a los hombres y les
hablaron de la riqueza y la pobreza, la paz y la guerra, la justicia
y la injusticia... todas ellas enseñanzas de su padre Sol. Y fundaron
una ciudad con templos que veneraban al Sol, dador de vida, y con
plazas y mercados, huertos y prados donde habrían de crecer libres
generaciones y generaciones.
Antes de despedirse, los Hijos del Sol pidieron a los hombres que
escogieran de entre todos ellos al más honrado y sabio, al que
coronarían como rey para que les guiara en su nuevo camino. Así
nombraron a Manco Cárpac como el primer príncipe de todos, el primer
Inca.
Y el próspero imperio de los Incas se extendió más allá de las
montañas y los ríos de su origen. Los hombres erigían templos y
fundaban nuevas ciudades, construían carreteras y hacían crecer sus
rebaños en una época en la que esto era impensable para la mayoría de
las civilizaciones que poblaban la Tierra. Y por siglos y siglos
continuaron adorando al rey Sol, dador de vida y protector de su
pueblo.
...claro que todo esto sucedió mucho antes de que los hombres con
cabeza de hierro y cuerpo de caballo llegaran a sus tierras
destruyendo y asolando cuanto encontraban a su paso...
Leyenda tradicional Inca, recopilada por José Calles Vales.
Como una mujer y un hombre de amores desgraciados, el Sol y la Luna
estaban condenados a no encontrarse jamás. Pero el gran Pachacutec
profetizó que un día ambos se amarían y de ese encuentro nacerían un
niño y una niña en el lago Titicaca.
El día predicho, la Tierra se oscureció y la Luna se unió al Sol. Y
los hombres que llegaron al gran lago encontraron allí un hombre
apuesto y fuerte junto a una doncella hermosísima. Como padre suyo
que era, el dios Sol les había ordenado andar por todo el mundo, y
les había entregado una lanza de oro que debían golpear en las rocas
que encontraran, para allí donde la vara se hundiera con un solo
golpe, levantar una ciudad en honor del Sol y nombrar un rey para los
hombres.
Así lo hicieron los Hijos del Sol. Enseñaron a los hombres la caza y
la agricultura, el arte de la guerra y las oraciones y plegarias a su
padre Sol, construyendo juntos templos y palacios en su honor.
Los hombres de aquellas tierras, agradecidos, le dieron al Hijo del
Sol el nombre de INCA, que significaba en su lengua "príncipe", y
llamaron MAMAUCHIC a la Hija del Sol, que significaba "madre".
Los dos Hijos del Sol, acompañados por las gentes del lugar,
recorrieron montes, valles, ríos, buscando el sitio donde la roca
cedería al primer golpe de la lanza, indicando así el lugar donde
fundar la ciudad. Finalmente, en una montaña llamada Huanacauri, la
roca cedió, y los Hijos del Sol reunieron allí a los hombres y les
hablaron de la riqueza y la pobreza, la paz y la guerra, la justicia
y la injusticia... todas ellas enseñanzas de su padre Sol. Y fundaron
una ciudad con templos que veneraban al Sol, dador de vida, y con
plazas y mercados, huertos y prados donde habrían de crecer libres
generaciones y generaciones.
Antes de despedirse, los Hijos del Sol pidieron a los hombres que
escogieran de entre todos ellos al más honrado y sabio, al que
coronarían como rey para que les guiara en su nuevo camino. Así
nombraron a Manco Cárpac como el primer príncipe de todos, el primer
Inca.
Y el próspero imperio de los Incas se extendió más allá de las
montañas y los ríos de su origen. Los hombres erigían templos y
fundaban nuevas ciudades, construían carreteras y hacían crecer sus
rebaños en una época en la que esto era impensable para la mayoría de
las civilizaciones que poblaban la Tierra. Y por siglos y siglos
continuaron adorando al rey Sol, dador de vida y protector de su
pueblo.
...claro que todo esto sucedió mucho antes de que los hombres con
cabeza de hierro y cuerpo de caballo llegaran a sus tierras
destruyendo y asolando cuanto encontraban a su paso...
Leyenda tradicional Inca, recopilada por José Calles Vales.
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