martes, 20 de agosto de 2019

LOLA MORA: DESCOCADA, IRREVERENTE Y PICANTE

Cuenta la historia que hacia fines del siglo 19, la artista tucumana Dolores Candelaria Mora Vega, ya era una respetada escultora en tierras europeas, cuya obra acababa de obtener la medalla de oro en la Exposición Universal de París de 1900. A pesar de las puertas que este logro le abriría, se tomó el atrevimiento de declinar encargos para el zar Alejandro I y también para eternizar a la reina Victoria en la ciudad de Melbourne. En contraposición, curiosamente, prefirió “regalarle” a la ciudad de Buenos Aires, la más bella fuente que se hubiera visto en nuestro país hasta el momento: Las Nereidas, una evocación a la diosa Venus sostenida por las hijas de Nereo, bien desnuditas, sugestivas y como la mitología las trajo al mundo. El lugar para instalarla habría de ser la Plaza de Mayo, justo frente de la Catedral Metropolitana. Pero cuando la escultura entró en su etapa final y comenzó a revelar sus curvas más impúdicas e insolentes, la Curia solicitó formalmente que el emplazamiento nunca tuviera lugar y, en consecuencia, el Consejo Deliberante de la Ciudad terminó votando para que fuera trasladada a la zona de Mataderos (bien lejos, a una región hasta entonces descampada y con una población muy humilde). Inclusive, también se llegó a considerar la posibilidad de destruir por completo la enorme mole de 37 toneladas de mármol de Carrara. En este punto y, ante semejante grado de locura, Bartolomé Mitre intercede para que las Nereidas fuera emplazada en 1903 en el Paseo de Julio (hoy Leandro N Alem) y Cangallo, frente al Palace Hotel (hoy sede de Idiomas de la UBA, justo en diagonal al Centro Cultural CFK) 
Entonces, el edificio del fondo que se puede apreciar en la vieja postal (que un día me encontré en el Mercado de San Telmo y hoy comparto con ustedes), no es ni más ni menos que el Palace Hotel, uno de los primeros “cinco estrellas de nuestra era moderna”, que fuera propiedad de Nicolás Mihanovich, el mayor magnate naviero de Sud América.
Las Nereidas en el Paseo de Julio, año 1908 con el Palace Hotel de Fondo. Postal colección Pat Harrington
Folleto publicitario del Palace Hotel (en inglés, para ser promocionado en Europa) uno de los más finos de Sudamérica

Por un tiempo, las Nereidas y el Palace supieron acompañarse amablemente. El edificio, a su manera, era casi tan bello como la fuente, a grado tal que fue varias veces distinguido con el “Premio Municipal a la Mejor Fachada”. Se recuerda con mucha añoranza la terraza en el sexto piso, que era ni más ni menos que un exuberante jardín de 900 metros de pasto lleno de plantas, flores y aves con sus bebederos, desde donde podía divisarse la ristra de quintas “bien” de la zona de San Isidro, que bañaban sus barrancas en el río. Era un lugar soñado para tomar el té en la primavera. Favorito de la élite vernácula y elogiado por muchos “influencers” de la época tales como el príncipe de Gales y también la Infanta Isabel de España, a quien cada tanto se la escuchaba decir sin tapujos: “Pocas terrazas hay más bellas que la del Palace Hotel”. En ambos extremos de la misma se levantaban dos regias cúpulas. Una dominaba todo el atardecer sobre la ciudad y la otra enfrentaba el río y era desde donde Mihanovich contemplaba, al ritmo parsimonioso de su pipa dulce, sus barcos que entraban y salían del puerto. Dicha cúpula se derrumbaría en 1996 tras hacerle frente a una cruel sudestada y hoy día sus restos están confinados tras una cárcel de chapas de zinc que puede observarse allá a lo alto cada vez que pasamos por Alem con el 152….
En 1918, aún perseguida por las críticas, las Nereidas cambia nuevamente de lugar y esta vez le eligen el extremo más austral del Paseo de la Costanera (hoy Reserva Ecológica), que para la época estaba comenzando a desarrollarse como balneario, a donde permaneció por varias décadas con suerte dispar.
En el año 1971 tomó forma un proyecto que buscaba resarcir la obra de Lola Mora, rescatarla de las sombras y darle un verdadero lugar de ponderación en la ciudad. El objetivo era trasladarla a una regia plazoleta sobre la 9 de Julio y Av. Santa Fe, sin embargo estudios previos detectaron severas rajaduras estructurales en las vetas del mármol de carrara, que amenazaban con el colapso en caso de ser desmontada…
Un caballero de la época admirando la escultura emplazada en medio del parque que circunvalaba el Paseo de Julio

Y allí está, en Puerto Madero, en el mismo lugar a donde la emplazaron hace cien años. Ya no tiene al Palace Hotel de la postal, pero a muy corta distancia es vigilada por el Faena, el Hilton y el Madero y también mimada por los miles de transeúntes que le pasan por al lado y admiran la que supo ser no solo la escultura más bella, sino también la más escandalosa obra de épocas ya pasadas. 
Por Pat Harrington, extracto del libro "300 AÑOS DE HOTELERIA EN ARGENTINA" ®. Propiedad Intelectual Registrada

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