Uno de los pocos sitios mayas donde se han encontrado tumbas con ofrendas que incluyen máscaras funerarias hechas de jadeíta. Estas máscaras en realidad son retratos del difunto, casi siempre de un gobernante. En la actualidad las podemos admirar en el Museo Arqueológico de la Cultura Maya en la Ciudad de Campeche
La piedra verde era más importante que el oro
El jade representaba vida, fertilidad y poder, lo que le dio un valor muy por encima del oro. Es común encontrar piezas de jade en tumbas que pertenecieron a difuntos de clases sociales pertenecientes a la realeza maya debido a que la aristocracia se asociaba con el verde brillante y era preferido ante cualquier otro metal o piedra preciosa. Así también, la piedra verde facilitaba el camino hacia el más allá. Este material era trabajado a la perfección debido a que las piezas que se elaboraban con él se utilizaban como ornamento y para las ofrendas a sus dioses
Los Mayas concebían el tiempo en forma cíclica, no lineal como nosotros
La concepción del tiempo de los mayas era muy diferente de la nuestra. Para ellos no era algo abstracto, sino que estaba conformado por ciclos. Esta creencia implicaba la idea de que el futuro estaba detrás –porque la vista no alcanza- y el pasado está delante, porque se puede ver.
Entre los mayas existía un dios del maíz, el tercero en orden de frecuencia en los códices, al que se le representa siempre como un joven y algunas veces con una mazorca de maíz como ornamento de la cabeza. En algunas ocasiones se ve esta mazorca brotando del jeroglífico del día Kan, que es el propio símbolo del maíz en los códices. Kan era también el día del cual era patrono este dios. De todos los dioses representados en los códices, esta deidad es la que ofrece mayor grado de deformación de la cabeza. El dios del maíz era el patrono de la labranza y directamente o personificado por un sacerdote aparece algunas veces en las esculturas mayas regando con granos de maíz la cabeza de la madre tierra. Los aztecas tenían a Cintéotl o Centéotl como dios del maíz. Era hijo de Tlazoltéotl y de Xochiquetzal, la diosa de las flores. Existían además numerosas diosas del maíz, que eran jóvenes y bellas: Chicomecóatl (Siete serpientes o siete mazorcas) era la más importante de todas y cuidaba las cosechas y la subsistencia. Xilonen era la "madre del maíz tierno". Los incas no tenían un dios del maíz, pues su religión tenía muy pocos dioses y estaba centrada en el culto al sol oInti, que protegía el estado, pero la planta figuraba en todos los ceremoniales importantes, antes que la papa y otros cultivos tradicionales de la zona andina. El maíz se consideraba uno de los elementos valiosos que podían sacrificarse a los dioses, y al sol sobre todo, y principalmente en forma de chicha.
Entre los mayas existía un dios del maíz, el tercero en orden de frecuencia en los códices, al que se le representa siempre como un joven y algunas veces con una mazorca de maíz como ornamento de la cabeza. En algunas ocasiones se ve esta mazorca brotando del jeroglífico del día Kan, que es el propio símbolo del maíz en los códices. Kan era también el día del cual era patrono este dios. De todos los dioses representados en los códices, esta deidad es la que ofrece mayor grado de deformación de la cabeza. El dios del maíz era el patrono de la labranza y directamente o personificado por un sacerdote aparece algunas veces en las esculturas mayas regando con granos de maíz la cabeza de la madre tierra. Los aztecas tenían a Cintéotl o Centéotl como dios del maíz. Era hijo de Tlazoltéotl y de Xochiquetzal, la diosa de las flores. Existían además numerosas diosas del maíz, que eran jóvenes y bellas: Chicomecóatl (Siete serpientes o siete mazorcas) era la más importante de todas y cuidaba las cosechas y la subsistencia. Xilonen era la "madre del maíz tierno". Los incas no tenían un dios del maíz, pues su religión tenía muy pocos dioses y estaba centrada en el culto al sol oInti, que protegía el estado, pero la planta figuraba en todos los ceremoniales importantes, antes que la papa y otros cultivos tradicionales de la zona andina. El maíz se consideraba uno de los elementos valiosos que podían sacrificarse a los dioses, y al sol sobre todo, y principalmente en forma de chicha.
La Ceiba sagrada
Itzamná era hijo de Hunab K´u, una deidad abstracta e indivisible. Para los mayas, el señor del cielo, el día y la noche fue el creador del cosmos
El fin de época, el cambio de ciclo, la profecía Maya, para muchos, está siendo todo un evento
Internet está lleno de convocatorias de congresos relacionados con el fin del mundo de acuerdo a la profecía maya así como de convocatorias para reuniones el 21 de diciembre de 2012 en sitios arqueológicos mayas, como Palenque, Izapa y Chichen Itzá. Hollywood y las redes sociales han convertido el fin del mundo en uno de los hitos más populares del año. Y, por tanto, en un gancho comercial importante. Otro ejemplo, la editorial Blackie Books ha comercializado La Agenda del Fin del Mundo para 2012, un día a día de la cuenta atrás con todas las posibilidades apocalípticas distribuidas en cada semana del año. Consecuentemente, las estimaciones turísticas de México, Guatemala y Honduras son muy ambiciosas. Sólo el Sur de México espera unos 52 millones de turistas, es decir, 30 más de los 22 habituales.
Los reyes Mayas tenían una relación exclusiva con los Dioses y los antepasados
La autoridad política de los reyes se basaba en la especial cercanía que tenían con los dioses. Eran los mediadores entre los humanos y el mundo divino. Su alto status en la jerarquía social les mantenía una identidad, estilo de vida e historia distintas a las del resto de la comunidad. Vivían con grandes lujos y gozaban de una alimentación privilegiada que les permitía vivir más tiempo que el promedio de la población. Esto se hace constar con la “edad avanzada” de entre 25 y 35 años en la que tomaban el trono, demostrando así que no pertenecían a la población común con una esperanza de vida que oscilaba entre ese mismo rango de edad.
Las bondades del Palo de Tinte tuvieron gran presencia en Europa
Los mayas aprovecharon las cualidades de este árbol silvestre característico de las zonas húmedas al que llamaban ek, cuyo color negro permitía su uso para el teñido de telas. Esta madera provocó intensas ambiciones y enfrentamientos debido a que sus beneficios brindaban grandes oportunidades de comercialización, tal y como lo hicieron los españoles al transportar vastas cantidades de esta materia prima a la península ibérica propiciando que el uso de tintes extraídos de esta especie se generalizara en la industria textil europea.
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