El Zen: entrenamiento mental para la armonía interior
Entre las ramas del budismo no religioso, el zen es el que más ha calado entre los occidentales. Desde comienzos del siglo pasado se ha dado a conocer a través de prácticas como las artes marciales, la ceremonia del té, el arreglo floral o los jardines japoneses. Ha ejercido una influencia profunda en la vida cotidiana del pueblo japonés y aunque se ha desarrollado en el seno de una de las más viejas tradiciones de la humanidad, el budismo, la esencia de su mensaje tiene un significado universal. Su práctica está hoy a nuestro alcance en Occidente.
La esencia está en la práctica
El zen no puede enmarcarse en un concepto ni es una creencia o filosofía, ha de ser practicado; es esencialmente una experiencia. Su secreto consiste en sentarse sin finalidad alguna ni espíritu de provecho sobre un cojín redondo en una posición de gran concentración. Esta forma desinteresada de sentarse se llama zazen y puede ser practicado por cualquier persona sin importar su religión, credo o creencia.
Innumerables beneficios
La práctica de zazen tiene innumerables beneficios fisiológicos y psicológicos. Durante su práctica, el cortex cerebral se reposa y el flujo consciente de pensamientos disminuye, mientras que la sangre fluye hacia las capas mas profundas del cerebro. Mejor irrigado, el cerebro se despierta de un semi-sueño y su actividad da impresión de bienestar, de calma y serenidad, próximas al sueño profundo, pero en plena vigilia. En estudios recientes se ha demostrado que su práctica reduce el riesgo cardiovascular, mejora el sistema inmunológico e incrementa la secreción de DHEA u “hormona de la juventud”. Se ha establecido que una hora de meditación equivale a tres horas de sueño.
Ni espiritual ni material
El zen incluye ambos aspectos. Algunas personas sólo se dejan guiar por el mundo social, otras sólo buscan la espiritualidad, sin ningún lazo entre ambos. Lo esencial es encontrar la vía del medio, sin preferir un aspecto al otro. Normalmente nuestra conciencia lucha entre lo acertado y lo erróneo desembocando en la enfermedad del espíritu. Como hombres clasificamos siempre – bueno o malo, simpático o antipático – sin comprender que con esas divisiones nos limitamos a nosotros mismos y producimos desarmonía, el caos del mundo. El zen existe al margen de ese dualismo producido por nuestra mente encerrada en el espacio-tiempo y con la práctica volvemos a la unidad de todas las cosas. El zen es volver a nosotros mismos, a nuestro silencio interior en este mundo de ruido. Es estar presente viviendo en armonía con nuestro entorno, descubriendo la alegría en el corazón de cada instante.
Equilibrio entre civilizaciones
Hoy en día, gracias a las personas que continuaron con la transmisión de la práctica, los occidentales podemos saber qué es el zen y cada vez son más las personas que integran la práctica de la meditación zen en sus actividades diarias. Un gran numero de profesores, artistas, doctores y gente de toda condición social ven en la práctica y en el arte de vivir del zen, una bocanada de aire fresco para su vida cotidiana y una semilla de renovación integral para nuestra civilización occidental.
Daniel Márquez
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