Tal vez. Pero por lo menos durante un instante de tregua ya no tuvo más miedo. Sólo que sintió aquella soledad inesperada. La soledad de una persona que en vez de ser creada, crea. Allí en pie en la oscuridad, sucumbiendo. La soledad del hombre completo. La soledad de la gran posibilidad de elección. La soledad de tener que fabricar sus propios instrumentos. La soledad de haber ya escogido. Y de haber escogido lo irreparable.
Clarice Lispector
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