Sana sin herir a nadie.
Sanar es un acto profundo, íntimo. Requiere mirar hacia adentro, enfrentar heridas viejas, reconocer errores, perdonar lo imperdonable, y también perdonarse a uno mismo. Pero en ese proceso, no debemos olvidar que nuestra evolución no tiene por qué significar el dolor de otros.
Sana sin vengarte.
Sana sin gritar tus cicatrices en el rostro de quien aún no entiende las suyas.
Sana sin desquitarte, sin arrastrar a nadie al abismo que estás dejando atrás.
Sana en paz, con dignidad, con amor por ti… y compasión por los demás.
Porque el crecimiento auténtico no necesita ruido ni destrucción.
Y quien verdaderamente sana, aprende a irse sin portazos, a poner límites sin castigar, a soltar sin humillar.
Sanar no es demostrarle a nadie lo fuerte que eres. Es simplemente no necesitar demostrar nada.
Sana.
Pero hazlo con el corazón limpio.
Hazlo sin herir a nadie.
Ese será tu verdadero triunfo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario