miércoles, 10 de marzo de 2021

Mirar Hacia Adentro

 




Te invito a que por un momento dejes todo lo que estás haciendo, respires llenando tus pulmones de aire y que lo sueltes lentamente, cierra tus ojos, 
porque fuera de ti no habrá nada para ver. Hoy quiero que empieces a mirarte por dentro.

Que veas el paisaje que habita en ti y tal vez desconoces. Que busques entre los oscuros fantasmas de los miedos, la luz de la valentía, que toques cada imagen del pasado con amor, aun cuando haya telarañas de dolor, eso no pertenece a tu presente; son sólo fotos amarillentas, hojas secas de un camino que ya recorriste.

Ríete de esos errores que aparecen en carteles gigantes con luces de neón, libera tu más entrañable carcajada, acaricia la inocencia perdida y vela por los sueños del niño que fuiste.

Obsérvate a detalle. Punto por punto. Porque sólo mirando hacia dentro vas a poder comprender que es lo que sucede en el mundo de afuera.

Sólo empezando por esta mirada, vas a tener las herramientas necesarias para componer lo que no te agrada.

Muchas veces sufrimos decepciones, o nos sentimos frustrados por tal o cual cosa, y enseguida la mano acusadora acribilla contra otros, una lista innumerable de culpables, ajenos a nosotros mismos.

Sin embargo, el chivo expiatorio, no te salva de tus propios pecados; porque aun cuando en apariencia salimos airosas, el juez interno no acalla su sentencia.

Encuéntrate si quieres encontrar lo que deseas; empieza por ti el cambio auténtico y duradero; ámate si quieres amar, porque todo lo que damos es todo lo que somos. Cómo pretendes dar lo que no sabes que eres o tienes.

La verdadera búsqueda comienza por nosotros mismos. Aceptando cada una de nuestras partes, las luces; las virtudes, los valores, y las sombras, esas nefastas partes que muchas veces intentamos ocultar, evitar o rechazar.

Somos seres perfectos, porque no estamos exceptuados de pros ni de contra, perfectos en nuestra humanidad, porque siendo hombres y mujeres no tenemos la conducta de los dioses. Y Aceptándonos regresamos al equilibrio de ser uno mismo, de superar la dualidad que nos genera temor, angustia, sufrimiento.

Uno mismo, no es sólo la parte reconfortante de nuestro interior, es la suma de nuestras partes, la que constituye ese todo.

¿Cómo vives cuando intentas disimular tu timidez o cuando te aterra arriesgarte y fracasar? ¿O simulando ser indiferente al amor? ¿Cómo llegas cada noche a tu casa después de haber cargado tantas máscaras?

Y no confundas ACEPTACIÓN con resignación, porque en el primer caso, sentirás una paz profunda y sincera, en cambio en la resignación queda un sabor amargo de impotencia.

Mirar hacia dentro, es el nombre que escogí para esta columna, porque es un punto en común que tendremos; un punto cardinal para reflexionar acerca de nuestras relaciones, nuestros logros, nuestros sueños, nuestro sentido de la vida.

Todo lo que ocurre comienza en nosotras mismas.

Y para cerrar este artículo quiero compartirles un cuento que escribí:

Cuenta una leyenda, que un día, dos mujeres llegaron a la cima de una montaña. Una era joven y la otra anciana. Ambas llegaron con llagas en las manos, moretones en las piernas, la piel de la cara curtida por el sol, seca como la lengua del desierto, sudadas por el cansancio de andar camino arriba.

Mientras caminaban, muchas veces sintieron sed, y no siempre había agua… entonces una de ellas lloraba y la otra bebía de ese llanto y se sentía vigorosa y animada… Otras veces, la otra agitaba las manos, iba y venía, jugaba con el aire, hacía círculos, y soplaba fuerte, fuerte, hasta que llegaban al cielo, y ahí se transformaban en nubes, que agradecidas por el juego regaban gotas para la boca sedienta.

Caminaban, y caminaban todo el día… había días de silencios largos y profundos, cómplices, suicidas… Hubo días de risas tumultuosas y duraderas, espontáneas y débiles… pero siempre había días.

Y también noches. Oscuras… de ojos abiertos mirando la nada, contemplando la inexistencia de un futuro que cuando uno insiste en ver, se tarda en venir. Noches frías, de ojeras violáceas y de ojos paridos. Noches cálidas, de palabras mágicas.

Hubo todo, hubo nada. Siempre variedades, mientras esas dos mujeres subían. 
A veces corriendo, otras arrastrando los pasos, a veces sentadas…

Aquél día, el día en que llegaron a la cima… cuenta la leyenda que la anciana sentía una gran vitalidad en el alma, como si unas mariposas se le hubieran metido en el pecho y revoloteaban por los ríos de su sangre. La más joven, se veía cansada… con los ojos transparentes…

-¿Qué te sucede hermana mía? Dijo la anciana, siendo hermana de la vida.

- Nada. Contestó la joven, mientras sentada en la cima, con una ramita hacia dibujos en la tierra.

- Nada, quién quiere seguir con vida, y no lanzarse a naufragar la mar. 
Respondió la anciana y continuó: ¿Acaso no estás feliz de haber llegado a la cima de la montaña que tanto sonábamos?…

- No es eso… - Continuó la más joven, borrando con sus huellas sus dibujos – Es que tanto camino andado, tanta heridas en el cuerpo, y en el alma… tantas aves depredadoras en el camino, tanto peligro, tanto de tanto, y tan poco de mucho para llegar a la cima… llegar a la cima era lo más anhelado… y ahora…

- ¿Y ahora? Preguntó la más anciana… ¡Ahora qué sucede si lo hemos logrado!…

- ¡Pero si la cima de esta montaña es simplemente unos cuantos metros arriba de lo largo de nuestros cuerpos! Replicó la joven alzando las manos hacia el cielo.

- Es cierto hermana, si desde abajo hubiéramos colocado una escalera, hubiéramos llegado mucho antes y sin tantos riesgos.

– Por eso, hermana, me siento un poco frustrada… Confesó la más joven… Es la altura de la cima la que no me deja disfrutar el sueño de haber llegado…

- ¿Acaso iniciaste este viaje, para escalar sin detenerte a disfrutar de las cosas que en el camino se nos ha brindado?….

- ¿Brindado? —¿Cuáles cosas?…

- Esta quizás sea un montaña muy pequeña, de cima incrédula e irrespetuosa, un burla de cima… pero hemos llegado… y en el camino hemos sorteado muchos desatinos y hemos llegado… pero sobre todas las cosas, pese a las tormentas y a los vientos huracanados, nunca perdimos el rumbo y lo mejor aún… NUNCA NOS HEMOS PERDIDO.

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