lunes, 28 de septiembre de 2020

El mito del árbol


 

Desde el principio de los tiempos el árbol había mantenido una relación vital con el ser humano celta, al proporcionarnos el primer hogar, leña, sombra y alojamiento para las aves que podían convertirse en caza para alimentar a la tribu.
Sin embargo, los druidas consideraban que la relación podía hacerse más íntima, si se tenía en cuenta que cada hombre o mujer lleva en su interior un árbol, por medio del cual alimentaba el deseo de crecer de la mejor manera.
En realidad el árbol suponía el protector de todo lo material y espiritual de los seres humanos celtas.
El árbol articulaba toda la idea del cosmos al vivir en una continua regeneración.
Por otra parte, el árbol permitía establecer una comunicación con los tres niveles del cosmos: el subterráneo, por sus raíces que no dejaban de hurgar en las profundidades que recorrían en la continua necesidad de encontrar agua; la de la superficie de la tierra, por medio de su tronco y sus ramas; y las alturas, a través de la copa y las ramas superiores, siempre reunidos la totalidad de los elementos: el agua que fluía en su interior, la tierra que se integraba en su cuerpo por las raíces, el aire que alimentaba las hojas y el fuego que surgía de su fricción.
Además en el árbol contemplaban los druidas, el simbolismo de la verticalidad, de la vida en completa evolución, en una ascensión permanente hacia el cielo.
Debido a que las raíces del árbol se sumergían en el suelo mientras sus ramas se elevaban al cielo, el druida lo consideraba el símbolo de la relación tierra-cielo.

El árbol es símbolo de la Ciencia y sobre su madera han sido precisamente grabados los textos célticos antiguos.

Los meses celtas son trece ya que estaban calculados sobre la base del calendario lunar basado en las trece lunas llenas. A cada mes se le asociaba con un árbol cuyas características definen tanto la personalidad de los nacidos en ese periodo, como la energía que impera en ese mes.

Y como dice el poeta:
Por el agua que le fluye por dentro,
por el viento que cuela entre sus hojas meciéndolas
y el fuego que despierta en la fricción de sus ramas
que se elevan hacia el cielo infinito,
los druidas contemplamos en el árbol
la esencia del mundo.

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