David Alfaro Siqueiros nos mira fijo detrás de los barrotes, invitándonos a entrar en su cárcel. “Ejercicio Plástico”, pintado colectivamente en 1933, fue para el arte argentino, el inicio del muralismo. Sin embargo, para el propio pintor mexicano, esta obra significó un grave error del que trató de disociarse.
Deportado de su país natal y oculto bajo el seudónimo “Sr. Suarez”, Siqueiros llegaría a las orillas del Río de la Plata invitado por Victoria Ocampo y Waldo Franco, con una revolución en su cabeza y en su pincel. Siempre polémico, Siqueiros proponía al mural como una obra de arte social, pública, para el pueblo y por la cual se podría transmitir ideología. Es decir, el mural como un medio de propaganda política. Este militante comunista, a diferencia de sus colegas, no utilizaba en sus murales temáticas de la historia mexicana sino más bien, se concentraba en el presente de la lucha de clases mexicana. Pero ¿qué ocurre en “Ejercicio Plástico”? No sólo es la única obra de Siqueiros que carece de contenido político, sino que también plantea su mayor contradicción. Como mencionamos anteriormente, el artista pensaba al muralismo como algo público pero “Ejercicio Plástico” fue realizado bajo tierra, en un sótano. Y no cualquier sótano sino en la casa de uno de los mayores magnates del periodismo, Natalio Botana.
El investigador Daniel Schávelzon, dice al respecto: “El trabajar para una persona como él, si bien resolvía sus dificultades económicas – que no eran menores- (…), le creaba un conflicto ideológico insalvable: era trabajar para la oligarquía local, para quien le interesaba la izquierda para vender periódicos. Y además, había que hacerlo en su residencia (en la quinta de Don Torcuato) en un interior no accesible” donde pocos podrían ingresar[1].
Para llevar a cabo esta obra, Siqueiros convocó a los jóvenes Antonio Berni, Juan Carlos Castagnino, Lino Spilimbergo y Enrique Lázaro, reconocidos artistas y como el mexicano, comprometidos políticamente. De esta manera, aplicaron el “trabajo de equipo”, técnica que venía pregonando Siqueiros hacía tiempo. El trabajo en conjunto representaba, para el muralista, una “técnica del futuro” que se desarrollaría en “la plástica de la sociedad comunista”,[2] disolviendo en uno los estilos individuales.[3]
Los artistas explicaron que “Ejercicio plástico” fue una “gimnasia plástica”, donde experimentaron con sopletes mecánicos, pintura automotriz y un proyector de negativos de vidrio para reflejar en las paredes fotografías de Blanca Luz Brum (pareja de Siqueiros), plantas y animales. Esto nos indica que buscaron nuevas técnicas[4] y que, en la industria en pleno desarrollo, encontraron sus herramientas. En palabras de Siqueiros “en la pintura mural no cabe la técnica y procedimientos artesanales de la pintura de caballete (…) sino que (…) hay que buscar una tecnología que corresponda a sus problemas físicos inherentes, instrumental mecánico, materiales sintéticos (…) un método (…) moderno, más industrial”[5], acorde con su tiempo.
Fue todo un desafío porque debieron trabajar sobre una superficie cóncava, caracterizado por un estilo neocolonial con toques modernistas. Siqueiros, en su libro Cómo se pinta un mural, mencionó de su experiencia pictórica en la quinta de Botana que: “Después de la práctica de este mural ya no tuve la menor duda sobre el porvenir de lo que pudiéramos llamar plástica unitaria o plástica integral”[6] ya que en esta obra, se unieron arquitectura (de la mano de J. Carlos Castagnino), pintura y policromía, manifestadas en un solo cuerpo.
Como resultado, cuando entramos al mural, calzados con protectores para no dañarlo, vislumbramos “un ambiente pictórico total”[7] ya que la pintura cubre todas las paredes, el piso y el techo abovedado. Se trata de un mural envolvente donde se entremezclan diferentes perspectivas, como solía hacer el director ruso Sergei Eisenstein. Donde quiera que miremos, nos topamos con la figura femenina de Blanca Luz que, expectante y eterna, se enrosca y se retuerce. De fondo, encontramos plantas (hojas de distinto tipo) y animales (un tiburón pequeño y una mantarraya). Es decir, una suerte de oda a la naturaleza, donde conviven fauna y flora oceánica con Blanca Luz que se baña desnuda. Muchos lo han descripto a este mural como una “burbuja en medio del mar”, pero también puede ser pensado como la propia cárcel de Siqueiros, donde su pareja, no aparece siempre idealizada, sino a veces con rostro de toro o cabra, dando cuenta de la relación tormentosa que tenían ambos. Esta figura, emerge repetida en las paredes como parte de una obsesión sin fin. Una cárcel interna.
Una cárcel que lo persiguió por siempre porque, habiendo terminado la obra, Siqueiros trató de justificarla políticamente argumentando que su objetivo, pintando en una sala cerrada y privada, había sido que Einsenstein lo filmara para que la conozcan las masas. La consideró como un “retroceso en su militancia”[8], fuera del realismo socialista demandado desde la Unión Soviética. En conclusión, “Ejercicio Plástico”, si bien para los artistas argentinos significó un aprendizaje, para el pintor errante sólo representó un error del que debería disociarse.
Para aquellos que no puedan asistir al Museo del Bicentenario, esta página muestra en 360 grados la obra “Ejercicio Plástico”: http://www.museobicentenario.gob.ar/360/siqueiros-flash/mural360.html
[1] Schávelzon, Daniel. “El mural de Siqueiros en Argentina. Arte y política en América Latina (1933)” en Contratiempo, Año XI – Número 3/ Primavera, 2011, página 5.
[2] Saitta, Sylvia. “Entre la cultura y la política: los escritores de izquierda” en Nueva Historia Argentina, tomo VII, Buenos Aires: Sudamericana, 2001, p. 406 – 407.
[3] Aquí, sin embargo, si se observa con atención, se puede distinguir el estilo de cada uno.
[4] Proceso que ya había iniciado Siqueiros en su estadía en Estados Unidos.
[5] Siqueiros, David Alfaro. Cómo se pinta un mural. México: Ediciones Taller Siqueiros, 1951, página 41.
[6] Ibid, página 127.
[7] Ades, Dawn. Arte en Iberoamérica: 1820 – 1980, Madrid : Turner, 1993, p. 174.
[8] Schávelzon, Daniel. “El mural de Siqueiros en Argentina. Arte y política en América Latina (1933)” en Contratiempo, Año XI – Número 3/ Primavera, 2011, página 7.
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