Los Besos Chiquitos
Entre un te quiero y un te amo, se dieron esos besos por primera vez. Sí, los besos chiquitos.
Y eran besos despojados de sexo, besos de te quiero y creo que te amo. El tipo de besos que se dan cuando se dijo todo, cuando las palabras sobran, cuando los labios hablan más allá de cualquier sonido, más allá de preguntas y respuestas, más allá de toda promesa.
Hacía rato que se venían queriendo, y aunque ya se habían dado cientos de besos apasionados, nunca antes se habían dado los besos chiquitos.
Fue casi sin pensarlo, perdidos entre caricias de un domingo a la mañana, que sin querer a él se le escapó uno de esos besos. Bueno, en realidad no fue sólo uno. Para aquellos que no lo sepan, los besos chiquitos no se dan de a uno, y tampoco se dan con miedo a hacer ruido. Esos besos cuando vienen, suenan a ametralladora de amor, y llegan en cataratas empapadas de sentimiento. Con mucho ruido y sin pedir disculpas, ya que cuanto más ruido se haga, más cariño se deja escapar entre los labios. Y los afortunados que saben de ésto, dicen que los besos chiquitos realmente se dan en múltiplos de cinco.
Como dije antes, los primeros cinco se los dio él. Y fue en el lugar justo, en la mejilla izquierda, arriba. Sí, a diferencia de otros besos, éstos se dan en las mejillas, en la frente, en el cuello, en lugares mundanos y generalmente carentes de orificios.
Y raramente se dan en la boca, a no ser que tengas trece años y estés con ella esperando un colectivo que no quieres que venga. Y cuando llega y se abre la puerta, la arrebatas, la enroscas en tus brazos, la sientes, la hueles, la miras a los ojos y como si nunca más fueras a verla, le das 5, 10 o 15 besos chiquitos seguidos; regulando la cantidad de acuerdo a lo que esté dispuesto a esperar el chofer, y también dependiendo del peso de las miradas que los contemplen envidiosos, del otro lado de las ventanas, borrosas por la llovizna.
Y entonces ella sube, te mira, y se cierran las puertas, pero ya no importa porque lleva su piel bañada de tus besos, que le durarán justo hasta llegar a la escuela el próximo día, a encontrarse con el amor sonriéndole en los ojos.
Y para que quede bien claro, los besos chiquitos no se sienten despertar en pantalones, se sienten nacer en la piel, pero más que piel, se sienten en el alma, donde en realidad después de un tiempo se terminan quedando a vivir.
Y generalmente el que los da primero, no se da cuenta de lo que está haciendo, de la gravedad del hecho, de la seriedad de semejante declaración, de la complicada magnitud de su simple ofrenda.
Y el que los recibe esa primera vez, generalmente se los confunde con seducción o algún tipo de intención, pero los besos chiquitos no se preparan, no tienen plan, ni se cuentan, ni se disimulan, ni se trata de sofocar su ruido y mucho menos su sentir.
Y cuando el que los recibe se da cuenta de que esos son besos chiquitos, casi siempre se encuentra con los ojos cerrados, ya que así se comunican las almas cuando se pierden y se reconocen entre besos de esos. Y una sonrisa la delata y entiende la caricia en el sentir de esos labios, porque en cada beso se reconoce el cariño, ese parecido a los besos chiquitos que te daba tu mamá, cuando tú eras chiquito.
Así que si algún día tu corazón te dice que la amas, si tu cabeza ya no razona, si al expresarse el alma tus labios desenfrenados dejan escapar esos besos, date por vencido. No los pelees, siéntelos. Porque aunque parezca que duran mucho, aunque vengan en manadas desencadenando el amor que te rebalsa; esos besos, sí, los besos chiquitos, esos sí que son peligrosos. Esos sí que acarician el alma.
-Brando. Bocanadas y Besos.
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