Te voy a pedir, mujer,
desde lo más profundo del grito
de mis versos,
lo único que mi humilde poema me permite:
quiérete;
quiérete mucho (…)
Mírate a un espejo y que sea el espejo el que se sonroje (…)
Quiérete como querrías que te quisieran,
quiérete desnuda, sin tallas que contar,
quiérete libre, por encima de todas las jaulas,
quiérete loca, bailando en tu cocina
a las 3 de la madrugada,
quiérete aunque estés triste,
pues los mejores abrazos siempre te los vas a dar tú,
quiérete porque a pesar de creer que no tienes motivos,
yo te digo que estás llena de ellos (…)
Quiere tus miedos,
pues los monstruos también añoran tus caricias.
Quiérete valiente,
hazlo kamikaze,
tírate de cabeza a tu amor de porcelana
porque, aunque te vean frágil, tú jamás te romperás el corazón (…)
Quiérete, porque el mundo necesita que lo hagas,
porque la esperanza está en vuelos como los tuyos,
y no importan tus años,
ni tu pelo verde-revuelto-mojado,
ni tus uñas mal-muymal-pintadas
o la talla de tus bragas de superhéroes,
todo eso es el segundo plano
de la principal escena, que eres tú cuando te ríes,
cuando te quieres riendo.
Quiérete aunque estés rota,
tus piezas son de acero.
Quiere tus lágrimas,
eres la única capaz de llorar océanos.
Quiere tus defectos,
y recuerda que la magia está en las imperfecciones.
Tú, en primer lugar,
y este mundo, esta guerra, se va a enterar
de lo que eres capaz de hacer
si empiezas por ti cada batalla.
Créeme.
Miguel Gane, Con tal de verte volar
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