Los paraguas de Buenos Aires
Está lloviendo en Buenos Aires, llueve,
y en los que vuelve a sus casas, pienso,
y en la función de los teatritos pobres
y en los fruteros que a lluvia besan.
Pensando en quienes ni paraguas tienen,
siento que el mío para arriba tira.
´´No ha sido el viento, si no hay viento´´, digo,
cuando de pronto mi paraguas vuela.
Y cruza lluvias de hace mucho tiempo:
la que al final mojó tu cara triste,
la que alegró el primer abrazo nuestro,
la que llovió sin conocernos, antes.
Y desandamos tantas lluvias, tantas,
que el agua está recién nacida, ¡vamos!,
que está lloviendo para arriba, llueve,
y con los dos nuestro paraguas sube.
A tanta altura va, querida mía,
camino de un desaforado cielo
donde la lluvia en sus orillas tiene
y está el principio de los días claros.
Tan alta, el agua nos disuelve juntos
y nos convierte en uno solo, uno,
y solo uno para siempre, siempre,
en uno solo, solo, solo pienso.
Pienso en quien vuelve hacia su casa
y en la alegría del frutero
y, en fin, lloviendo en Buenos Aires sigue,
yo no he traído ni paraguas, llueve, llueve.
Horacio Ferrer
Don Elías, el señor de los paraguas
Vino desde Galicia en 1949 a continuar con una tradición familiar; hoy sigue vendiendo y reparando en el histórico local de Independencia y Colombres
Lamentablemente, al llegar se enteró de que su tío había fallecido. Pero fue su primo quien lo inició en el negocio.
Comenzó como vendedor ambulante de paraguas durante unas vacaciones, mientras trabajaba en la Papelera Argentina en Bernal. En 1957 abrió su propio local, junto a su mujer, también de familia "paragüera". El histórico negocio hoy se encuentra en la esquina de Independencia y Colombres.
"Antes la gente quería paraguas de calidad, que duraran, como los que fabricábamos aquí", cuenta Don Elías, que con nostalgia lamenta que hoy estos elementos que su familia tradicionalmente fabricó y reparó sean traídos de China.
Pero la pasión por el negocio se mantiene: Don Elías es la persona indicada para llevar a arreglar ese paraguas que se dio vuelta en medio de la tormenta, al que se le salió una varilla o que tiene algún problema y uno esta tan encariñado que no lo quiere tirar.
En el subsuelo del local, donde antes se cortaban telas y se fabricaban paraguas al por mayor, Elías montó un pequeño taller. Hilos de todos colores, varillas y empuñaduras llenan los escaparates de la sala.
"Sólo arreglamos aquellos que valen la pena, porque muchos de los que se venden hoy son descartables y no tiene sentido repararlos", dice, mientras cambia las varillas de un paraguas.
Aún conserva las telas que se utilizaban para la fabricación y las máquinas, tijeras y moldes con que se armaban aquellos paraguas que en algunos casos, cuenta, llegaban a salir 900 pesos.
"Ya no hay de esos, la mayoría eran ingleses", se lamenta. Pero la tradición familiar continúa en la Paragüería Víctor , nombre que se le dio al negocio, en honor al hijo de su cuñado, y que hoy atiende su propio hijo, llamado también Víctor.
A 50 años de su creación, el histórico local sigue siendo el mejor lugar para comprar y reparar paraguas.
Bueno, Conmigo los paragueros se mueren de hambre porque soy de las que le gusta mojarse bajo la lluvia. Saludos.
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