Nada ni nadie puede ser borrado del corazón. Porque una vez que fuiste tocado por alguien y lo tocaste a cambio, una vez que lo abrazaste tiernamente entre tus brazos y él te abrazó a cambio, y lo reconociste como tú mismo, y lo dejaste entrar, queda un recuerdo indeleble en el corazón; sin importar lo mucho que intentes olvidarlo, sin importar lo mucho que trates de alejarlo. Porque el corazón no conoce de tiempo, ni ausencia, ni separación, ni errores, y somos siempre inseparables de todo lo que hemos experimentado o de lo que hemos huido. Estamos hechizados por el pasado hasta que lo enfrentamos, somos perseguidos por todo aquello que hemos evitado.
El corazón cerrado, que en un principio aparenta ofrecer cierta protección, pronto se siente como una prisión, y hay un dolor más grande que ese dolor: el dolor de huir de nuestro dolor, separándonos de nosotros mismos para ir en busca de algún ideal de 'amor' de segunda mano. No puede haber dos. Sólo hay Uno.
El amor no puede ser dividido, sin embargo corremos hasta que las piernas nos arden de dolor. Y por fin, caemos de rodillas, exhaustos. Y después, quizás, nuestros corazones se abren. Y no podemos cambiar el pasado, no podemos borrar lo que ocurrió, pero sí podemos enamorarnos del presente, de donde estamos, con la clase de amor que siempre buscamos en el tiempo.
Cae en mí, susurra. Deja ir todo.
Y los tristes fantasmas corriendo hacia ti sólo querían ser admitidos en el resplandor de tu presencia. Su viaje encuentra el fin, y mueren una dulce muerte en tus brazos, disolviéndose en luz.
Eres perdonado, en la presencia, y no había nada que perdonar.
- Jeff Foster
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