Lo cotidiano es la calle y la gente, lo que pasa afuera. Ver y detenerse para ver y buscar
respuestas entre eso tan anónimo y falto de misterio es lo propio del poeta. Es suscitar lo
inusitado de algo que ha sido consagrado como «natural» y trivial. Hay algo terrible en la
mirada poética o develadora: mirar la cara de los que pasan por la calle es un acto subversivo. Por eso, no pocas veces, me miran con odio cuando prolongo mi mirada en algún rostro ajeno. Con odio o con ironía o con lascivia. Nadie se deja ser paisaje.
Alejandra Pizarnik
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